Reportaje:

Barcelona vivió una noche de euforia 'pujolista' mientras los perdedores sufrían bromas en la Rambla

La militancia convergente celebró la victoria en la sede del partido en la calle de Provenza de Barcelona y ante el Palau Robert, donde estaba radicada la central de datos, unos datos electorales que tanta alegría proporcionaron anoche a los simpatizantes de Jordi Pujol. Los votantes de CiU tardaron en llegar a la Rambla, paisaje habitual de las conmemoraciones populosas. A las 0.45 horas se produjo el único incidente reseñable, cuando un grupo de militantes convergentes se entretuvo más de la cuenta ante el hotel Manila, sede electoral de los socialistas, e intentaron ahondar la tristeza de s...

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La militancia convergente celebró la victoria en la sede del partido en la calle de Provenza de Barcelona y ante el Palau Robert, donde estaba radicada la central de datos, unos datos electorales que tanta alegría proporcionaron anoche a los simpatizantes de Jordi Pujol. Los votantes de CiU tardaron en llegar a la Rambla, paisaje habitual de las conmemoraciones populosas. A las 0.45 horas se produjo el único incidente reseñable, cuando un grupo de militantes convergentes se entretuvo más de la cuenta ante el hotel Manila, sede electoral de los socialistas, e intentaron ahondar la tristeza de su derrota con gritos de provocación.

El único incidente de la fiesta postelectoral convergente se produjo ante el hotel Manila de la Rambla, cuando un grupo de militantes quiso celebrar la victoria ante los socialistas que aún permanecían en la sede electoral de su partido. Otro grupo socialista bajó a darles la réplica. Desde una ventana hicieron ondear una bandera catalana y otra del PSC-PSOE, lo que incrementó el vocerío de la calle.Todo quedó en una guerra verbal salvo para un equipo de Televisión Española que atravesó las filas convergentes para ir a filmar al replicante grupo socialista y fue recibido de muy mala manera, tapando el objetivo y molestando al cámara. Fue otro sector de militantes socialistas el que impidió que la controversia fuera a mayores forzando la retirada de los más exaltados hacía el interior del hotel, mientras los espectadores convergentes reclamaban libertad de expresión. La Policía sólo tuvo que intervenir para distanciar a lo pequeños grupos protagonistas de la anécdota. Por si acaso, y ante el incremento del parque móvil convergente con sus jubilosos bocinazos, las fuerzas de Orden Público impedían a los coches que bajaban por la Rambla que giraran en la esquina del Manila. Por otra parte había en algunos votantes de la coalición triunfante una sistemática insistencia en acordarse del claxon cuando desfilaban ante la provisional sede del PSC. A la una y media, se formó una comitiva convergente que, procedente del Paseo de Gràcia, desfiló, con hostilidad ante el mismo lugar.

Quizá fue la magnitud de la victoria lo que retrasó la euforia de los votantes convergentes, incrédulos hasta que sus líderes, que habían observado una total cautela inicial, dieron el visto bueno para el descorche. En la sede de 1 calle Provenza, la euforia no impidió que las botellas de champán quedaran ordenadas en rincones de la acera y, además de los vítores tras las proclamas políticas, el momento más lúdico se dió ante un aparatoso ósculo de Jordi Pujol a su esposa. Això és una dona!" ("¡eso es una mujerl") se gritó ante el fervor conyugal.

A las ocho de la noche, en la Rambla apenas se veían algunos desperdigados seguidores del Athlétic de Bilbao que no encontraban con quien concelebrar la obtención de la Liga. El único vocerío disperso provenía de quienes intentaban vender el boletín deportivo Gooooooles. Los espectadores del Liceo salían del teatro aparentemente ajenos al recuento, y en la plaza de Sant Jaume los excursionistas terminaban la jornada con el habitual aplec sardanista. La única aglomeración reseñable a estas horas se producía en la plaza del Rei, donde el PSUC había instalado una pantalla de vídeo para el seguimiento ciudadano del recuento de votos. Aunque hasta pasadas las diez de la noche no empezó la pantalla a escupir cifras, la radio había adelantado ya a los congregados los resultados y el público daba la sensación de seguir allí porque no tenía otra manera de perder la noche que esparando unos chistes de Perich narrados a través del vídeo por Maria Josep Arenós. La maledicencia señalaba que iba a rodarse una nueva versión de Lo que el viento se llevó, con Marta Ferrusola de Scarlette O'Hara y Raimon Obiols de niñera negra.

El cine Capitol, donde se proyectaba El diá después, no vio mermada la entrada. En el cine Padrá, había barra libre mientras un megáfono en la Rambla anunciaba que proyectaba gratis filmes y datos del escrutinio. Por el contrario, Ovidi Montllor y Alfred Luchetti, en el teatro Ars, suspendieron la representación de: Fleca Rigol, digueu-me porque apenas nadie había pensado que anoche era un buen momento para ir al teatro.

En la Rambla la animación fue creciente. Primero sólo los focos de las televisiones y la presencia de algunos locutores conseguían reunir alrededor de las unidades móviles un número cuantificable de ciudadanos, y nunca más allá del centenar. Luego apareció el primer grupo de las juventudes convergentes, primer síntoma ramblero de que alguien había ganado las elecciones. Los jóvenes, de paso hacia Provenza, gritaban "Hem perdút una Lliga, ha guanyat CatalunyaI" ("¡hemos perdido una Liga, ha ganado Cataluña!") e improvisados eslóganes sobre los almogávares y el cataclismo de la competencia. Tras la estela de este grupo, pero sin coincidir con él, unos jóvenes socialistas predicaban los pasados compromisos económicos de Jordi Pujol.

Ante el Palau Robert, los convergentes se entretenían preocupándose a gritos por el futuro de Obiols, para quien pedían una embajada como la de Reventós. En la plaza Sant Jaume, una vez alejados los sardanistas, apenas tres decenas de personas esperaban ante la puerta de la Generalitat la improbable llegada de Pujol. Eran los que perseguían la visión del renovado presidente más que la del líder político triunfante.

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