"Después de cada violación me horrorizaba yo mismo"

Francisco López Maíllo, 'el violador del Ensanche', una vida difícil

Su metro sesenta, sus grandes ojos azules y sus anchos labios fueron descritos una y otra vez durante un año por decenas de jóvenes de los barrios barceloneses del Ensanche y Gràcia. El pasado 7 de febrero la policía logró dar con él, que reconoció enseguida ser el autor de un rosario de violaciones. Ahora, acorralado desde su celda, asegura a sus familiares que después de cada agresión sexual era el primero en horrorizarse. A nadie ha sabido decir por qué un día convirtió sus pequeños robos en violaciones, siempre cometidas en portales o rellanos de escalera, como si se desafiara a sí mismo. ...

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Su metro sesenta, sus grandes ojos azules y sus anchos labios fueron descritos una y otra vez durante un año por decenas de jóvenes de los barrios barceloneses del Ensanche y Gràcia. El pasado 7 de febrero la policía logró dar con él, que reconoció enseguida ser el autor de un rosario de violaciones. Ahora, acorralado desde su celda, asegura a sus familiares que después de cada agresión sexual era el primero en horrorizarse. A nadie ha sabido decir por qué un día convirtió sus pequeños robos en violaciones, siempre cometidas en portales o rellanos de escalera, como si se desafiara a sí mismo. Ni tampoco cuándo empezó a sufrir ataques epilépticos.

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M. D. C., de 37 años, de profesión profesora, manifestó en comisaría "que sobre las 0,45 horas del día de la fecha entró en el portal de la finca donde vive y, cuando fue a coger el ascensor para subir a su domicilio, fue agarrada por un individuo, el cual le sacó un objeto punzante y le dijo que se callara y que le diera el dinero; que él hacía pocos días que había salido de la cárcel y, como la tenía cogida por el cuello, la subió al rellano del mismo, le registró el bolso y le quitó el dinero que llevaba; y luego, tirándola en el suelo, le bajó el vestido que llevaba puesto hasta la cintura y le subió la parte inferior del mismo dejándole el mismo enrollado en la cintura; y luego la penetró, pero anteriormente le obligó a que le succionara el pene y la estuvo besando todo el cuerpo y, una vez que hubo terminado el acto, le volvió a registrar el bolso y le quitó el paquete de cigarrillos que llevaba. Que posteriormente el citado individuo le preguntó que con quién vivía, respondiéndole la dicente que con sus padres y el citado individuo la instó a que subiera al domicilio y le diera todo el dinero que tenía...". (Transcripción de la declaración jurada).La declaración de M. D. C. no es sustancialmente distinta a la de otras 50 mujeres que fueron víctimas de Francisco López Maíllo, conocido como el violador del Ensanche, pues en este barrio -y en el de Gràcia- fue donde desarrolló sus agresiones. Como varias de estas mujeres, y según consta en el sumario, desde entonces "ha tenido problemas, de orden psíqupico, encontrándose todavía con tratamiento sedante para conciliar el sueño y con asistencia médica psiquiátrica". Francisco López Maíllo, que consiguió crear durante más de un año un cierto clima de psicosis ciudadana, asegura ahora a sus familiares desde su celda del centro penitenciario de la Trinitat que "después de hacerlo, me horrorizaba yo mismo", pero no sabe explicar por qué un día, después de la sirla (robo), decidió agredir sexualmente a la joven.

"Preguntado para que diga o explique el motivo de que todas sus víctimas fuesen mujeres, contesta que, cuando empezó a cometer robos con intimidación, elegía mujeres porque pensaba que era más difícil que personas de este sexo pudieran oponer resistencia y que fue después de haber cometido un número indeterminado de robos con navajas cuando comenzó a obligarlas a mantener relaciones sexuales con él o, al menos, intentarlo, no encontrando explicación lógica a este comportamiento". (Acta de declaración policial).

López Maíllo cumplirá 21 años el 28 de este mes de abril. Nació en el hospital Clínico de Barcelona, cuyas salas volvería a conocer medio año después, tras ser víctima de una deshidratación que estuvo a punto de acabar con su vida. Sus padres salían a trabajar de su piso de la calle de San Olegario, en el corazón del barrio chino, al despuntar el día y optaron por dejar a una vecina el cuidado del bebé. Las botellas de leche con las que acompañaban al pequeño no siempre sirvieron para alimentarle y los médicos tuvieron que luchar denodadamente para salvarle la vida. López Maíllo asegura que este hecho hubiera podido marcar su existencia y, caricaturizando la historia del doctor Jeckill, piensa que de alguna manera, él murió en el hospital y nació un otro yo incontrolable que le lleva a conductas agresivas, como las que han sido objeto de denuncia. Y es que él es primero que se ve impotente para encontrar explicaciones a las violaciones.

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El apunte biográfico tiene un nuevo episodio a los cinco años, cuando empezó a desaparecer esporádicamente del hogar. A lo mejor estaba un par de días sin dormir en casa y la explicación que daba era como ésta: "Nos fuimos a ver las atracciones de Montjuïc y luego nos quedamos dormidos bajo un árbol". A los siete años aquel niño "difícil" ingresa por decisión paterna en el centro de Wad-Ras, del Tribunal Tutelar de Menores, para su reforma. Allí permaneció nueve años. Nueve años de calvario, de golpes, de fugas. A los dieciséis vuelve al barrio. Hogar familiar, pensiones, trabajos eventuales en una cafetería o en Mercabarna. Primeros ligues y primeras pesetas ganadas como chapero, en unas relaciones homosexuales por las que obtenía entre 2.000 y 4.000 pesetas. En el bar Monroes, en Gràcia, algunos gay le recuerdan, pero también en los billares de la parte baja de las Ramblas. Sus conocidos dicen que es un buen jugador de póker y que durante una temporada se aficionó al bingo. No bebe más que cervezas y no toma drogas, a lo sumo algún porro de vez en cuando. Curiosamente, en el álbum familiar aparecen fotos de sus cuatro hermanos menores, pero ninguna de Francisco. O mejor dicho, existe sólo una de su época de bebé.

"Preguntado para que diga cuándo comenzó a cometer hechos de la referida naturaleza, contesta que fue a principios del mes de enero del pasado 1983. A quienes le inquieren sobre por qué un día empezó su escalada de violaciones, Francisco López Maíllo les dice que no sabe, "que las mujeres son unas aprovechadas, porque, si no tienes dinero, no les interesas", mientras mira tímidamente con sus grandes ojos azules. Sin embargo, se tiraría al cuello de quien fuera si alguien mentara a su madre, de quien dice que es una santa. La madre de López Maíllo trabaja haciendo faenas, mientras el padre se encuentra actualmente en paro y se ocupa de las labores domésticas.

Lo cierto es que en sus acciones iba siempre armado con una navaja. Ocasionalmente empleó un cuchillo de cocina con mango de madera y, aunque no consta en la declaración policial, también usó alguna vez una llave de bujías, que algunas agredidas confundieron con una pistola. El día 7 de febrero, de madrugada, cuando inspectores de la Brigada de Seguridad Ciudadana se acercaron a Francisco López Maíllo convencidos que era su hombre, no llevaba ningún objeto punzante. Sin embargo, tanto habían rastreado la ciudad, tantas veces había sido descrito por sus víctimas, que le insistieron en que confesara y en que entregara el arma. López Maíllo no opuso resistencia e incluso retrocedió un centenar de metros para entregarles la navaja que había tirado bajo un coche al descubrir la presencia policial.

No obstante, su navaja no le sirvió a fines del año pasado, cuando fue abordado en la calle de Escudellers por tres jóvenes para robarle la chaqueta. La negativa de López Maíllo fue contestada con un cabezazo en la cara, que le rompió la nariz y un diente. Esta desfiguración despistó un tanto a la policía, ya que las jóvenes violadas deban datos algo distintos de sus facciones.

Si bien el violador del Ensache dijo en comisaría que actuaba entre las 23 y las 24 horas, lo cierto es que se le atribuyen ataques a otras horas de la noche. E incluso a las ocho de la mañana, para abordar a jóvenes que iban al trabajo.

"Preguntado para que diga qué modo de operar tenía una vez abordaba a la mujer del portal o a la entrada de este, contesta que al abordarla la amenazaba con la navaja, obligándola a dirigirse al primer rellano de la escalera, donde las despojaba personalmente del dinero contenido en los bolsos y, posteriormente, las obligaba a que le entregaran las joyas que portaban, salvo en algunas ocasiones en las que manifestaban que eran recuerdos de familia, para inmediatamente y sólo en parte de los hechos cometidos en total, obligarlas a que se quitasen la ropa, especialmente de cintura para bajo, colocándolas generalmente de espaldas a él y apoyadas contra la pared, penetrándolas vaginalmente y eyaculando en todas las ocasiones fuera...". Este último punto no se ajusta a las declaraciones de algunas de las muchachas violadas.

Doble violación

Uno de los casos más terribles de los que se declaró autor López Maíllo tuvo como protagonista una joven francesa, de unos 23 años de edad. Esta muchacha fue abordada en un portal, la robó y violó en el rellano de la escalera, para después obligarla a subir al último piso del inmueble donde se encontraban. Una vez allí se apoderó de todos los objetos de valor, volvió a desnudarla y la violó de nuevo. Al encontrar la portería abierta se presentó de nuevo en el domicilio de la muchacha y le devolvió las llaves del piso.

Francisco López Maíllo se encuentra en la prisión de jóvenes de la Trinitat, tras el paso por la quinta galería de la Modelo y por la primera, con protección. Se encuentra asustado, aunque parece recobrar una cierta tranquilidad en la Trinitat, a pesar de que de vez en cuando recibe insultos de algún interno. El violador es la categoría más despreciable, según el código de las cárceles. Uno de los últimos suicidios registrados en la Modelo fue precisamente el de un violador, Gil Arcos, vecino de l' Hospitalet, que no resistió la presión del medio.

Una dieciochoañera de aire roquero le visita de vez en cuando, además de su familia y su abogada. La muchacha afirma desconocer la conducta de su amigo, aunque reconoce que pensaba que se ganaba la vida haciendo cosas un poco extrañas. Cuatro psiquiatras designados por el juez le verán en los próximos días para determinar si se trata o no de un enfermo mental. De momento, de su historia clínica solo se conoce su deshidratación infantil y una epilepsia cuyos ataques le sacuden de tiempo en tiempo. El juez Saez Parga considera en cualquier caso importante el peritaje psiquiátrico en el juicio oral y espera que estos obren en sus manos antes de decidir o no el procesamiento de Francisco López Maíllo.

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