Editorial:

La callada por respuesta

DURANTE LA animada campaña electoral del otoño de 1982, Felipe González, candidato socialista a la presidencia del Gobierno, se comprometió ante los ciudadanos a solicitar el cese fulminante a cualquier cargo de libre designación que no cumpliera con su cometido. En los 16 meses transcurridos, sin embargo, sobran dedos de las manos para contar los casos de destitución o dimisión forzada en la nueva Administración. Una interpretación benévola de esa singular tendencia a la fijeza sería llegar a la conclusión de que casi todos los cargos públicos han actuado de forma plenamente satisfactoria dur...

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DURANTE LA animada campaña electoral del otoño de 1982, Felipe González, candidato socialista a la presidencia del Gobierno, se comprometió ante los ciudadanos a solicitar el cese fulminante a cualquier cargo de libre designación que no cumpliera con su cometido. En los 16 meses transcurridos, sin embargo, sobran dedos de las manos para contar los casos de destitución o dimisión forzada en la nueva Administración. Una interpretación benévola de esa singular tendencia a la fijeza sería llegar a la conclusión de que casi todos los cargos públicos han actuado de forma plenamente satisfactoria durante ese período o que no existe relevo posible para quienes han cometido fallos. Pero también cabría sugerir la idea de que esa sorprendente inamovilidad ha podido tener como origen la firme resistencia al cambio de los medios oficiales, basada en su empeño en demostrar que las críticas de la opinión pública no hacen mella en el Estado.Un síntoma de que la ejemplaridad de las pautas de comportamiento gubernamentales no siempre tiene connotaciones virtuosas es que, tras la inconcebible agresión lanzada hace pocos días contra el Museo Español de Arte Contemporáneo. (MEAC), forzado escenario de un pase de modelos organizado por Galerías Preciados, la callada haya sido la única respuesta dada por los perpetradores de esa barrabasada. Álvaro Martínez Novillo, director del MEAC, autorizó, bajo su entera responsabilidad, que esos grandes almacenes, pertenecientes al patrimonio estatal tras la expropiación de Rumasa, organizaran, dentro de las Jornadas de Promoción Textil, un desfile de modelos en la sala de exposición permanente del museo. Unas 1.000 personas, apretujadas, en torno a la pasarela, presenciaron, sin respetar la prohibición de fumar, un espectáculo comercial al que los cuadros, cuya integridad la divertida fiesta ponía en peligro, servían tan sólo de decorado. La exposición de Cézanne recibió un trato algo menos abusivo. Los invitados al guateque fueron obsequiados con unas copas en el vestíbulo del edificio, a la entrada misma del lugar, prácticamente desprotegido, donde se exhibe la muestra del gran pintor francés.

La únicos puntos abiertos a la discusión son los eventuales deterioros producidos en algunos cuadros -extremo que niegan tan airada como inconvincentemente los administradores del MEAC- por las espaldas o los codos de los invitados y las eventuales influencias que el baile de apellidos -la directora del gabinete de relaciones públicas de los almacenes estatalizados es esposa del presidente de Telefónica y hermana política del ministro de Cultura- pudiera haber desempeñado en la frívola autorización dada por la dirección del museo. La tentativa de equiparar el desfile de modelos de Galerías Preciados para la temporada primavera-verano de 1984 con la exposición de diseños de Yves Saint-Laurent en el Metropolitan Museum de Nueva York suena a la inverosímil disculpa que un niño cogido en falta improvisa ante. su maestro. Y es de sobra conocido que el Centro Pompidou de París jamás ha utilizado salas de pintura para actos de animación cultural.

La gestión de Álvaro Martínez Novillo al frente del MEAC -cuya política de adquisiciones ha sido criticada por sus posibles motivaciones extra artísticas- ha sido muy deficiente, tanto en lo que respecta a la organización de exposiciones propias (dejando a un lado las promovidas por la Dirección General de Bellas Artes) como en lo que se refiere a la seguridad y vigilancia de las salas y las tareas de conservación de los cuadros. Pero la cesión del MEAC para un desfile de modelos, que puso en peligro bienes de nuestro patrimonio artístico de enorme valor, colma el vaso de la incompetencia de su director y obliga a protestar por el hecho de que siga todavía en el desempeño de su cargo.

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