Editorial:

El Salvador

LAS URNAS salvadoreñas -pese a todos los percances y anomalías del domingo electoral- han dado la respuesta más sensata que cabía esperar en la actual coyuntura. La que más puede contribuir, si se saben extraer las lecciones con amplitud de miras, al proceso de pacificación que América Central necesita. El comandante D'Aubuisson, cuyas relaciones con las bandas de asesinos llamadas los escuadrones de la muerte han sido denunciadas incluso por algunos diplomáticos norteamericanos, ha sufrido una derrota de talla; había utilizado al máximo la demagogia del anticomunismo y del...

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LAS URNAS salvadoreñas -pese a todos los percances y anomalías del domingo electoral- han dado la respuesta más sensata que cabía esperar en la actual coyuntura. La que más puede contribuir, si se saben extraer las lecciones con amplitud de miras, al proceso de pacificación que América Central necesita. El comandante D'Aubuisson, cuyas relaciones con las bandas de asesinos llamadas los escuadrones de la muerte han sido denunciadas incluso por algunos diplomáticos norteamericanos, ha sufrido una derrota de talla; había utilizado al máximo la demagogia del anticomunismo y del orden, y ha obtenido un 28% de los votos, lo que indica sin duda, amplias zonas de impaciencia y desesperación ante una guerrilla que no cesa. Pero no sólo ha quedado en neta minoría, sino que es dificil imaginar que pueda triunfar en la segunda vuelta, que se celebrará dentro de 30 días; tendría para ello que recibir los votos del tercer partido, el de Conciliación Nacional, que se pronunció en la cam2 paña en un sentido favorable a una negociación con la guerrilla.El triunfo del candidato de la Democracia Cristiana, Napoleón Duarte, ha sido claro, aunque no arrollador: con cerca de un 45% de los votos, se encuentra en las mejores condiciones para ser elegido presidente en la segunda vuelta. Duarte ha propugnado un programa de centro, de reforma agraria y social, de pacificación sobre bases democráticas. Contrariamente a las posiciones intransigentes que había defendido en épocas anteriores, se presentó ante los electores como un hombre que entendía la necesidad de realizar una negociación con las fuerzas políticas que combaten en la guerrilla para consolidar en El Salvador una vida democrática efectiva. Las diversas cifras que se han facilitado sobre los resultados electorales deben ser aceptadas con cierta relatividad. Todo el mundo reconoce que, a pesar de los esfuerzos de la Administración norteamericana por dotar a El Salvador de un mecanismo electoral intachable, el resultado ha sido muy diferente. Desde el punto de vista meramente técnico han sido desastrosas, y no sólo por culpa de la acción guerrillera, sino por errores e incorrecciones de todo orden. La Democracia Cristiana considera que ha sido la principal víctima de la falta de rigor. Sin embargo, no cabe duda de que en la actitud general del pueblo ha predominado, incluso con rasgos emocionantes, la voluntad de votar. Y no sólo por el miedo determinado por la obligación legal de emitir el voto. La guerrilla ha subestimado una vez más ese factor.

Cabe suponer que la llegada de Duarte a la presidencia después de la segunda vuelta permitirá abordar por canales más efectivos que hasta ahora 14 negociación con las fuerzas políticas que constituyen el Frente Democrático Revolucionario, cuya influencia política sobre una parte de la población, aparte de su eficacia militar, no cabe desconocer. Si se examinan los postulados de dicho frente y los de la Democracia Cristiana, sin duda son muy diferentes, pero no incompatibles para poder expresarse y enfrentarse en un marco democrático común. La única fuente de poder en una concepción democrática son las urnas, pero en las condiciones concretas de El Salvador la negociación parece necesaria, y no debe ser descartada por el triunfador en las elecciones. La jornada electoral en El Salvador debe contribuir al proceso que el grupo de Contadora ha puesto en marcha para buscar soluciones de concordia y cooperación en América Central. Debería ser un freno para los sectores que sólo piensan en una política de soluciones militares, cuyas consecuencias serían catastróficas.

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