Una llamada a la disciplina interna suaviza el debate iniciado en el partido socialista sobre la política económica

Pocos días antes del viaje del presidente Felipe González y del ministro de Economía, Miguel Boyer, a Próximo Oriente, existía la creencia, bastante generalizada en medios políticos y económicos, de que el Gobierno podría suavizar en breve la dureza de su ajuste económico tanto en política monetaria como salarial e industrial. Ante las posiciones críticas no disimuladas del sindicato socialista, la Prensa se hizo eco de un eventual golpe de timón para graduar el rumbo de la política económica de Boyer Salvador, dulcificaando lo que el presi dente de los empresarios madrileños, José Anitonio Se...

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Pocos días antes del viaje del presidente Felipe González y del ministro de Economía, Miguel Boyer, a Próximo Oriente, existía la creencia, bastante generalizada en medios políticos y económicos, de que el Gobierno podría suavizar en breve la dureza de su ajuste económico tanto en política monetaria como salarial e industrial. Ante las posiciones críticas no disimuladas del sindicato socialista, la Prensa se hizo eco de un eventual golpe de timón para graduar el rumbo de la política económica de Boyer Salvador, dulcificaando lo que el presi dente de los empresarios madrileños, José Anitonio Segurado, calificó como "plan de estabilización de caballo". Los trabajadores y los empresarios se mostraron contrariados por el ajuste previsto y sólo los banqueros se manifestaron abiertamente progubernamentales.

La fuerte conflictividad laboral, alentada por la falta de acuerdo entre la patronal y los sindicatos y por la reconversión industrial no negociada, así como el susto producido por las últimas cifras dé paro creciente y las presiones de UGT, habrían influido sobre el Gobierno socialista para graduar la dureza de su política económica para 1984. Sin embargo, tras varias horas de viaje, Felipe González afirmó "tajantemente", en Arabia Saudí, que no había divisiones sobre la orientación de la política económica y que mantendría el máximo rigor para llevarla a cabo a toda costa. Fue un jarro de agua fría para los partidarios del ajuste moderado.En estos momentos, medios políticos solventes atribuyen tanto el silencio como la unanimidad de círculos críticos próximos al Gobierno y al partido socialista, en torno a la política ecomómica, a una clara llamada a la disciplina interna "para evitar la repetición de un desmoronamiento sernejante al de UCD por des avenericilas internas". Sin embargo, hasta hace sólo unos días estos misrnos círculos se mantenían abiertamente partidarios de seguir la línea prometida en el programa electoral de PSOE y aplicáda durante 1983 -lo que les valió el calificativo de "desviacionistas" por parte de algún bromista- frente a la nueva línea oficial, de tendencia monetarista influida por el Banco de España.

Inflación y salarios

La política económica para 1984 está basada en unos objetivos de inflación del 8%, un crecimiento del producto interior bruto (PIB) del 2,5%, un descenso del paro del 1,5% y unos incrementos salariales del 6,5%, todo ello animado por un aumento medio de las disponibilidades líquidas del 10,5%.En pocas semanas, la conflictividad laboral está situando la subida salarial media de los últimos convenios por encima del 7,5%, dando así al traste con el tope de incremento salarial fijado por el Gobierno para el sector público en el 6,5%. Por ese punto de diferencia el Gobierno impidió, inútilmente, según fuentes sindicales, el acuerdo de paz la boral entre la patronal y los sindicatos, que se venía firm ando desde 1979. Contra lo que fue el objetivo prioritario del PSOE durante su campaña electoral (textualmente: Ia creación de empleo es objetivo prioritario del programa socialista", o bien, "el PSOE se propone crear más de 800.000 empleos netos durante los cuatro años de gestión gubernamental"), la cifra de paro registrado durante el mes de enero de este año aumentó dramáticamente en 90.213 personas, lo que supuso una subida del 3,85% sobre el mismo mes del año anterior y situó la tasa de paro registrado en el 18,41% de la población activa.

Esta cifra de 90.213 nuevo parados en enero, no desestacionalizada, y por ello no significativa, ha tenido, sin embargo, la virtud de provocar una notable preocupación -un golpe psicológico- entre los diseñadores de política económica y los especialistas en coyuntura y empleo. Pero sobre todo ha hecho recordar el programa electoral del PSOE a los 15 meses de ocupar el Gobierno.

"La política de los anteriores Gobiernos" decía textualmente el programa electoral del PSOE, "basada en elevar precios, rebajar sistemáticamente los costes de la mano de obra, reducir los salarios reales o las plantillas y transferir los costes de ineficacia de los aparatos productivos regresivos hacia los dinámicos, no ha logrado estimular la inversión y ha tenido un efecto depresivo sobre la demanda, presentando el pavoroso balance de más de dos millones de parados; a un ritmo de mil diarios en 1981".

"Para reavivar la actividad económica y generar en cuatro años 800.000 empleos", el partido socialista prometía, entre otras cosas, en su programa electoral, una política expansiva y "el mantenimiento de la capacidad adquisitiva de los salarios". "La política monetaria ( ... ) debe ir dirigida al control de la inflación", dice el PSOE en su capítulo electoral antimonetarista, "aunque no como la política prioritaria a la que se subordinan las demás".

Hoy día, al cabo de 15 meses, algunos sindicalistas, incluso de la UGT, dicen que pagarían su peso en oro a todo aquel socialista que se atreviera a defender en público lo que su partido defendió como programa electoral y por el que le votaron más de 10 millones de ciudadanos.

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