Cartas al director

EL PAIS y la sentencia de Rumasa

La ligereza y el descaro con que en estos dos últimos días, 3 y 4 de diciembre, ha tratado públicamente su periódico el asunto de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el recurso contra el decreto-ley de expropiación de Rumasa, avanzando una síntesis sobre su contenido y su proceso deliberante, me mueve a expresarle mi más enérgica protesta como ciudadano.Ligereza porque es innecesario adelantar, en el mejor de los casos una semana, un fallo que se espera con paciencia por el pueblo español desde hace muchos meses. ¿Qué otro motivo puede haber?

Descaro, porque contiene enormes ...

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La ligereza y el descaro con que en estos dos últimos días, 3 y 4 de diciembre, ha tratado públicamente su periódico el asunto de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el recurso contra el decreto-ley de expropiación de Rumasa, avanzando una síntesis sobre su contenido y su proceso deliberante, me mueve a expresarle mi más enérgica protesta como ciudadano.Ligereza porque es innecesario adelantar, en el mejor de los casos una semana, un fallo que se espera con paciencia por el pueblo español desde hace muchos meses. ¿Qué otro motivo puede haber?

Descaro, porque contiene enormes dosis de cinismo, cuando menos, decir que las fuentes originarias de la noticia son fidedignas; si ésta fuese verídica piénsese lógicamente cuál tiene que ser su origen y entonces ¿para quién pueden ser fidedignas la fuente y la noticia, salvo quizá para EL PAIS, si deben proceder necesariamente de aquellas personas cuyas máximas cualidades, y éstas en grado sumo, deben ser la prudencia, el sigilo y la probidad profesional?

Será preferible, por tanto, pensar que no sólo esa noticia es presumida, imaginada o inventada, sino que los acontecimientos futuros así lo demostrarán.

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Sólo en este caso la responsabilidad única, aunque agravada, recaerá en su periódico. Se salvará con ello aquella institución, pilar absolutamente fundamental de nuestro Estado, sobre todo en esta primera etapa en que la letra y el espíritu de la Constitución, y por tanto su propia esencia, vienen estando tan mal entendidos, tan mal interpretados y tan pésimamente tratados por los mismos políticos que los concibieron. /

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