Reportaje:

Un grupo de ciclistas escuchó los gritos de auxilio del joven granadino que pasó nueve días en un barranco

Los hechos que provocaron el accidente ocurrieron el pasado día 22 de septiembre, jueves, alrededor de las 16.00 horas, cuando Francisco Javier Doña se dirigía de Granada a Jáén con el propósito de recoger a su esposa y a su hija, de pocos meses de edad, que estaban pasando tinos días en casa de los padres de ella. A la altura del kilómetro 407 de la carretera Bailén-Motril, a sólo unos 25 kilómetros de Granada y en el término municipal de la localidad de Deifontes, un automóvil que a Francisco Javier le pareció de la marca Renault (probablemente, un R- 11 o R-9, con matrícula de Madrid) quiso...

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Los hechos que provocaron el accidente ocurrieron el pasado día 22 de septiembre, jueves, alrededor de las 16.00 horas, cuando Francisco Javier Doña se dirigía de Granada a Jáén con el propósito de recoger a su esposa y a su hija, de pocos meses de edad, que estaban pasando tinos días en casa de los padres de ella. A la altura del kilómetro 407 de la carretera Bailén-Motril, a sólo unos 25 kilómetros de Granada y en el término municipal de la localidad de Deifontes, un automóvil que a Francisco Javier le pareció de la marca Renault (probablemente, un R- 11 o R-9, con matrícula de Madrid) quiso adelantar en una curva al Seat 133 conducido por el joven electricista.Al encontrarse de frente con otro vehículo que venía en sentido contrario, el conductor que adelantaba se cerró a la derecha y obligó a Francisco Javier a realizar una brusca maniobra para evitar la colisión entre ambos, lo que le hizo perder el control del coche y salirse de la carretera. El coche cayó en un barranco de unos 40 o 50 metros de profundidad.

"Al echárseme encima de aquella manera", manifestó ayer a EL PAIS Francisco Javier Doña, "yo di instintivamente un tirón del volante a la derecha, seguido de otro más brusco aún hacia la izquierda para evitar salirme de la carretera. Entonces, el coche comenzó a dar bandazos, no pude tomar la curva y me fui directamente al barranco".

Aunque a él le resulta difícil de creer, Franciso Javier dice que es posible que el conductor del automóvil que le adelantó no se percatara del accidente. "El conductor del coche que venía en sentido contrario es comprensible que no se diera cuenta de nada, pero en el caso del que hizo la maniobra de adelantamiento sólo podría explicarse porque en ese momento pusiera toda su atención en tomar él mismo la curva por su sitio", afirmó el accidentado, mientras su madre, presente en la entrevista, movía dubitativamente la cabeza. "Yo creo que no quisieron enterarse de lo que había ocurrido", interviene la madre, con los ojos enrojecidos por las lágrimas.

Riachuelo providencial

En la caída, Francisco Javier Doña resultó malherido, con fractura grave de la cabeza del fémur derecho y otra fractura, menos importante, del tobillo izquierdo, lo que le impedía ponerse de pie. El automóvil quedó boca abajo, en el fondo del barranco, y completamente cubierto por la maleza. El color verde de la carrocería se confundió con la hojarasca, lo que dificultó que los numerosos automovilistas que transitaban por la carretera pudieran ver el coche.

Una vez ocurrido el accidente, el primer problema con el que se encontró el herido fue el de poder salir del interior del coche, que se había quedado bloqueado y sin batería, por lo que tampoco podía hacer sonar la bocina. Sin embargo, debido a su fortaleza física, el herido consiguió desbloquear una puerta y arrastrarse fuera del automóvil para pedir auxilio a gritos cada vez que oía pasar por la carretera algún vehículo, pero el ruido del motor de turno ahogaba sus voces.

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"Tenía miedo de quedarme ronco, pero no podía dejar de gritar cada vez que pasaba alguien. Y así un día y otro y otro, hasta el viernes último. Por las noches, me metía dentro del coche e intentaba dormir para reponer fuerzas, pero me costaba mucho trabajo pegar ojo un rato. Menos mal que había un arroyo en el barranco que pasaba cerca del coche y podía beber. Si no, no sé cómo habría podido arreglármelas", recuerda Francisco Javier.

Moviéndose a rastras por el espinoso suelo del barranco, el accidentado procuró dosificar al máximo sus incursiones en el arroyo, para lo que almacenaba agua en una bolsa de plástico. Asimismo todos los días intentaba en más de una ocasión escalar la empinada pared del barranco para superar la maleza y hacerse ver desde la carretera. Un día vio pasar por el lugar un helicóptero que, precisamente, le buscaba y trató de hacerle señales luminosas con un cristal y un plástico. Pero sus esfuerzos resultaron inútiles, el helicóptero se marchó sin verle. Francisco Javier confiesa que esto supuso para él, sin fuerzas y malherido, un golpe moral muy fuerte.

"La mayoría de las heridas que tengo, exceptuando las fracturas son rasguños que me hice con los espinos de las zarzamoras del barranco. Aunque me limpiaba como podía las heridas, en algunas llegué incluso a tener gusanos, que procuraba matar con la laca de un bote que llevaba en el coche", explica.

"Pensamos en un secuestro"

Entre unas cosas y otras, las horas y los días se le eternizaban al herido, que llegó a angustiarse en. determinados momentos de su peculiar cautiverio pensando que no iba a lograr salir con, vida del percance, si bien nunca dejó por ello de pedir auxilio ni de intentar una y otra vez ponerse a salvo, sin haber perdido en ningún momento el conocimiento.

Mientras tanto, la familia había comenzado la búsqueda de Francisco Javier la misma tarde del día 22 de septiembre. "Cuando me llamaron de Jaén extrañados de que mi hijo no llegaba", explicó a nuestro diario el padre del herido, Primitivo Doña, "lo primero que hice fue telefonear a todos los centros hospitalarios de Granada con servicios de urgencias, así como a la Guardia Civil de Tráfico, y en ningún sitio tenían noticia de accidente alguno de importancia. Más tarde, ante la insistencia de mi mujer, a media noche cogimos nuestro coche y nos fuimos a Jaén, marchando bastante despacio y mirando con una linterna en todos los parajes del trayecto que nos parecían suficientemente peligrosos como para que un coche se saliera".

A la vuelta de Jaén, donde recogieron una llave delpiso de su hijo, los padres de Francisco Javier Doña comprobaron que la vivienda se encontraba en perfecto estado, sin que nada, indicara, que el desaparecido pudiera haber anulado a última hora su anunciado viaje a la ciudad vecina para reunirse con su familia. Al día siguiente, tras comprobar personalmiente las listas de ingresos en los distintos hospitales granadinos, el padre del joven electricista realizó la denuncia de la desaparición de su hijo a la Policía y a la Guardia Civil de Tráfico.

Una historia de ovnis

"A los pocos días de. búsqueda continúa Primitivo Doña, "comenzamos ya a sospechar en la posibilidad de un secuestro, aunque el único móvil que se me ocurría para ello era el robo del coche y su utilización posterior en algun hecho delictivo. La Guardia Civil anotó hasta el número del motor del coche, pues ya se sabe que la matrícula, en este caso de Sevilla, es muy fácil de cambiar. Lo cierto es que ya estábamos todos desesperados y pensábamos incluso en historias de ovnis, en los que yo nunca he creído, cuando le encontraron los ciclistas".

Nueve días después de caer al barranco, el viernes 30 de septiembre, Francisco Javier Doña escuchó voces de personas procedentes de la carretera y volvió a gritar una vez más pidiendo auxilio. Esta vez, tuvo la suerte de ser oído por unos jóvenes ciclistas que pasaban por allí. Los deportistas, percatados de la gravedad del caso, pararon a varios conductores y organizaron el rescate. Un hombre fuerte descendió al barranco, segó con una hoz las zarzas y se abrió camino hasta el herido, con el que cargó a cuestas y, ayudado por las otras personas y varias cuerdas, consiguió subirle hasta la carretera.

"Alabado sea Dios, que ya me he salvado", fue lo primero que dijo el accidentado cuando se vió arriba, de acuerdo con la versión del padre. "Si no llega a ser por los ciclistas, mi hijo se podía haber quedado allí enterrado para siempre, pues la visibilidad del barranco donde cayó era nula y yo mismo había revisado la carretera de punta a punta varias veces sin ningún resultado", dice Primitivo Doña.

Según comenta José Luis Martín, uno de los médicos que le han atendido, lo que ha salvado a Francisco Javier ha sido su gran entereza física, así como la fe en sus propias posibilidades. "Se trata de un hombre fuerte, que no fuma ni bebe mucho, y que habría podido incluso aguantar varios días más. Aunque las fracturas que tiene son complicadísimas, le vamos a operar esta misma semana, probablemente el viernes, y estamos seguros de que su recuperación será completa", afirma el, médico.

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