Semana decisiva para el movimiento clandestino polaco

El tercer aniversario, el miércoles, de la firma de los acuerdos de Gdansk, que originaron el sindicato Solidaridad, hoy prohibido, abre una semana de incertidumbre en Polonia, donde el movimiento clandestino se juega una carta decisiva, el régimen da signos de contracciones y la Iglesia asume una posición crítica ante las autoridades. La clandestinidad parece consciente de la limitación de sus fuerzas y se olvidó de pasadas convocatorias de huelga general simbólicas, aunque sólo fuese unos minutos, en todo el territorio nacional. La Comisión Coordinadora Provisional (TKK) de Solidaridad, ...

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El tercer aniversario, el miércoles, de la firma de los acuerdos de Gdansk, que originaron el sindicato Solidaridad, hoy prohibido, abre una semana de incertidumbre en Polonia, donde el movimiento clandestino se juega una carta decisiva, el régimen da signos de contracciones y la Iglesia asume una posición crítica ante las autoridades. La clandestinidad parece consciente de la limitación de sus fuerzas y se olvidó de pasadas convocatorias de huelga general simbólicas, aunque sólo fuese unos minutos, en todo el territorio nacional. La Comisión Coordinadora Provisional (TKK) de Solidaridad, convocó desde la clandestinidad a un boicoteo de los transportes públicos de dos a cuatro de la tarde el próximo día 31 y a encender velas en las tumbas de los muertos durante la ley marcial.

Este llamamiento no encierra grandes riesgos para los que lo sigan, porque nadie está obligado a utilizar los transportes públicos, y puede servir para demostrar la capacidad de convocatoria de la oposición al régimen. Después del llamamiento, siguieron una serie de movimientos y actuaciones confusas y contradictorias del líder de Solidaridad, Lech Walesa, con una huelga de trabajo lento en el astillero Lenin de Gdansk, convocada por un comité de la empresa, hasta entonces desconocido.

La entrega -o quizá captura- seguida de la aparición en televisión de uno de los cinco dirigentes nacionales clandestinos, que dos días antes había firmado el llamamiento para las acciones del día 31, sembró más confusión y desánimo en las filas de la oposición.

Walesa resucita

En medio de esta situación, el encuentro en el astillero Lenin con el viceprimer ministro Mieczyslaw Rakowski, abucheado y pateado, mientras Walesa fue aclamado y llevado a hombros, ha devuelto la moral a la oposición. Resulta inexplicable, por ahora, que la intervención de Walesa haya sido reproducida ampliamente en toda la Prensa del régimen e incluso transmitida por radio la tarde del sábado pasado.De repente, la "persona privada" Walesa y sus palabras en el astillero fueron multiplicadas en toda Polonia por los medios de propaganda oficiales. Las interpretaciones sobre este hecho van desde los que ven en ello una demostración de fuerza del régimen, que puede permitirse esa publicación, hasta los que suponen una maniobra dentro del poder para desprestigiar a Rakowski, que nunca fue aceptado por el sector duro del partido.La jerarquía católica, que había actuado moderadamente a lo largo de los últimos meses, publicó el viernes un comunicado, sólo mencionado en la Prensa oficial, en el que se constata en tonos duros que la Visita del Papa no fue aprovechada por las autoridades para un auténtico entendimiento nacional.

Los obispos plantean la exigencia de amnistía total,, pluralismo sindical, readmisión de despedidos, etcétera, de forma tajante, precisamente en un momento en que el primado, Jozef Glemp, no estaba presente, por convalecencia, en la reunión de la Conferencia Episcopal y a pocos días de que llegase de Moscú una advertencia seria contra la Iglesia polaca.

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