Cartas al director

Defensa de la meteorología

Cuando mis admirados Javier Pradera y Juan Cueto hablan de fútbol, con pasión favorable a la Real y al Gijón, creo que, si acaso, cabría hablar de pecado venial en tan admiradas plumas periodísticas que no pueden, ni quieren, escapar al apasionamiento futbolero-regionalista.¿Merece similar condescendencia el igualmente admirado Vicente Verdú, cuando osa escribir sobre los meteorólogos con el desparpajo rayano en la desfachatez con que lo hace en su columna de última página del pasado domingo?

Desde luego, el tiempo, y sus portavoces oficiosos, los populares hombres del ídem, son perman...

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Cuando mis admirados Javier Pradera y Juan Cueto hablan de fútbol, con pasión favorable a la Real y al Gijón, creo que, si acaso, cabría hablar de pecado venial en tan admiradas plumas periodísticas que no pueden, ni quieren, escapar al apasionamiento futbolero-regionalista.¿Merece similar condescendencia el igualmente admirado Vicente Verdú, cuando osa escribir sobre los meteorólogos con el desparpajo rayano en la desfachatez con que lo hace en su columna de última página del pasado domingo?

Desde luego, el tiempo, y sus portavoces oficiosos, los populares hombres del ídem, son permanente noticia desde hace muchos años. Pero no tanto por sus fallos, siempre anecdóticos y fuente de chirigotas sin fin (los españoles nos reímos hasta de la muerte), sino, sobre todo, porque las noticias que nos ofrecen no son agradables. No sólo porque nunca llueve a gusto de todos, sino, sobre todo, porque la sequía (repetidas veces anunciada, lo que supone un enorme éxito de predicción, aunque no nos guste el resultado) está exasperando los ánimos de más de uno. Y no precisamente urbanista ni intelectual.

La meteorología es una actividad seria, científicamente seria, querido Vicente; y con un rendimiento económico enorme, fallos incluidos. Unos fallos que ocurren porque todavía no conocemos con exactitud matemática cómo funciona la atmósfera, pero que, en ningún caso, rebasan a corto plazo la cifra del 10%,sobre el total de las predicciones. Otra cosa es que sólo recordemos precisamente esos fallos, y no los muchos aciertos que, normalmente, nadie contabiliza. Incluso, da la impresión de que, al acertar tantas veces una predicción de sequía, tal acierto se lo reprochemos al meteorólogo, que induce en el lector o en el telespectador una patente animosidad que parece querer descargar en el emisario por las malas nuevas de que es portador.

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No, Vicente Verdú. Esta vez, tu siempre eficaz y admirada pluma te ha traicionado; la frivolidad, por ser vos quien sois y por ser EL PAIS lo que es, no debiera haber sido nunca tu bandera.

Y conste que hace ya siete años que soy funcionario excedente del Instituto Nacional de Meteorología y que, periodísticamente hablando, me corté la coleta climatológica en 1981. No es, pues, que me dé por aludido; es que he sentido un cierto escalofrío de injusticia y superficialidad gratuita al leer el artículo en cuestión. Y por eso escribo a esa casa amiga para decirlo. /

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