Tribuna:

La conferencia de Estrasburgo

En el próximo mes de octubre tendrá lugar, bajo los auspicios del Consejo de Europa, una reunión internacional de especial relieve. Se trata de convocar en Estrasburgo, en un coloquio que durará dos días, a representantes de las democracias parlamentarías que funcionan en el mundo. No son, como es sabido, muy numerosas. Sumando las naciones del propio Consejo y las que constituyen la OECD, se llega a una cifra que constituye la mayoría de las mismas. Junto a esos países asistentes por derecho propio a la conferencia, se piensa en la posibilidad de extender la invitación, a título de observador...

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En el próximo mes de octubre tendrá lugar, bajo los auspicios del Consejo de Europa, una reunión internacional de especial relieve. Se trata de convocar en Estrasburgo, en un coloquio que durará dos días, a representantes de las democracias parlamentarías que funcionan en el mundo. No son, como es sabido, muy numerosas. Sumando las naciones del propio Consejo y las que constituyen la OECD, se llega a una cifra que constituye la mayoría de las mismas. Junto a esos países asistentes por derecho propio a la conferencia, se piensa en la posibilidad de extender la invitación, a título de observadores, a miembros del Parlamento andino y latinoamericano, y quizá a otros países asiáticos y africanos en los que la democracia plural constituye asimismo la base formal de su vida pública.Hace varios años que esa iniciativa venía debatiéndose en el ámbito de la Asamblea parlamentaria del Consejo, pero por diversas dificultades se fue retrasando su celebración. En junio de 1981, en la reunión de Helsinki, que examinó el tema del impacto del progreso tecnológico en la sociedad desarrollada y, en el funcionamiento del sistema democrático, se comprobó de manera evidente la considerable importancia del asunto. Las conclusiones de esa reunión abrieron el camino a la convocatoria. Como presidente, hice mía la iniciativa, con el unánime apoyo y colaboración de los grupos políticos de la Asamblea.

No se desea celebrar una conferencia formalista y rígida, sino abierta y dialogante. Se aspira a poner sobre la mesa un paquete con varios de los problemas que se plantean hoy al sistema democrático y entablar sobre ellos una libre discusión. Será, más que una batalla dialéctica de ponencias, un foro de,encuentros sin limitaciones. El propósito no es de institucionalizar nada -Europa es un museo de instituciones medio congeladas por la rutina y el desuso-, sino de avivar la investigación y buscar caminos de solución para el futuro. Será un ensayo experimental que pueda repetirse cada dos años.

No se quieren invocar argumentos de exclusividad, ni mucho menos predicar cruzadas ideológicas a lo Godofredo de Bouillon. Las democracias parlamentarias plura.les forman hoy el substrato ideológico de un conjunto important e de naciones desarroliadas cort estructuras formales diversas, pero con principios inspirado:res comunes. Es evidente que las democracias experimentan riesgos, ataques interiores y exteriores y dificultades funcionales considerables. De lo que se trata es de evaluar ese conjunto de circuristancias y examinar los métodos más eficaces para superar tales situaciones negativas. La opinión pública mayoritaria de Europa sigue convencida de la necesidad de la democracia para encauzar el progreso de la, convivencia humana, y quiere encontrar el rumbo para hacerla sobrevivir en la nueva era de cambio social y educativo, económico y político que traerá consigo la revolución de las tecnologías que invaden, irreversiblemente, el mundo desarrollado.

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"La informática, la telemática y el robotismo van a ir conformando nuestra. vida cotidiana en los próximos veinte años. ¿Seremos convertidos, por la influencia creciente de esa tecnología avasalladora, en una sociedad automatizada?", se preguntan, en un reciente trabajo de investigación, los profesores Flores y Winograd, de la Universidad de Stanford. El ordenador es un almacén de datos y una memoria "de programas, y en sus últimas generaciones puede llegar a realizar operaciones lógicas y cognoscitivas, reaccionando ante los estímulos o cambios de situación dentro de ciertos límites. Pero su asombrosa capacidad operacional no quita al robot pensante la cualidad de ser, en último término, un instrumento manejado por el hombre. Las tecnologías no determinan el uso final a que están destinadas.

Pueden servir para fomentar el progreso y la libertad, o pueden ponerse al servicio de un régimen despótico y cerrado. Por ello resulta imperativo que los principios en que se basan ¡os sistemas democráticos sean la inspiración obligada y constante en los tiempos venideros de la tecnificación masiva. Por otra parte, la sociedad informatizada y comunicada abre un campo de posibilidades para hacer más extendida y auténtica la participación individual de los ciudadanos en la gerencia y en el control de los negocios públicos.

Resulta también necesario analizar el concepto del vocablo democracia en la sociedad, cada día más diversificada, de nuestra época. La semántica, al aquilatar el sentido auténtico de las palabras, evita la sucesiva -y a veces deliberada- acumulación de significados contradictorios con el que se emplea la expresión democraci' en el uso corriente. Los gobernantes del mundo entero, casi sin excepción, se proclaman hoy día democráticos. Es un comodín del que nadie reniega. Se encuentra en las soflamas de los vigentes dictadores, en los grupos subversivos que tratan de asaltar el poder y en los sistemas que amordazan o exterminan a los adversarios políticos. Ni tampoco renuncian a esa etiqueta, por supuesto, los sistemas totalitarios. Definir qué se entiende hoy por democracia será un ejercicio de reflexión previo a la conferencia de Estrasburgo, que tendrá lugar, en pn coloquio específico dedicado al tema, durante la segunda quincena del próximo mes de marzo.

Hay un manojo de desaflos importantes que las democracias plurales parlamentarias han de afrontar de modo constante. Uno es el de la propaganda de las ideologías totalitarias que inspiran los regimenes políticos que gobiernan medio mundo. Otro grave peligro es el asalto del terrorismo, plaga infecciosa qúe ataca con preferencia el cuerpo de las sociedades abiertas para quebrantar los principios de libertad que las informan y destruir de ese modo las raíces de su estructura política.

Los millones de hombres y mujeres sin empleo que hoy conviven en las sociedades desarrolladas son otro elemento desestabilizador,en la buena marcha de los regímenes democráticos; y la desinformación de las masas acerca de los problemas de interés público es también uno de los aspectos más vidriosos y dificiles de superar en una democracia moderna y quizá el más necesitado de solución.

Tales son algunos de los muchos temas que se discutirán en la conferencia de Estrasburgo del próximo otoño. Nadie va a cometer en ella el estúpido pecado de arrogancia protagonizando un superado eurocentrismo, ni tampoco el'de sentirse poseedor de una ejemplaridad que se arrogue en superioridades sobre otros sistemas políticos. La democracia es el ámbito dentro del cual los derechos humanos quedan mejor protegidos y el progreso moral y material de la persona se llevan a cabo en las mejores condiciones.

El propósito del encuentro de Estrasburgo es el de fortalecer las democracias parlamentarias y acercarse, a través del examen de comunes preocupaciones, a otros países que no han llegado todavía a la democracia plenaria, pero que se hallan en camino y en el propósito de lograrla. Por eso se quiere en la conferencia reunir, por lo pronto, a los que coincidan en etejercicio de esa filosofía de la vida pública que tiene rango de universalidad.

En el contexto internacional de nuestro tiempo, lademocracia parlamentaria no es un producto exportable a todos los países como modelo único y nadie piensa en imponerlo a los demás. Pero los principios que la inspiran y los valores que defiende forman un código de conducta del hombre civilizado moderno que debemos preservar, mejorando su adecuación a la nueva época y modernizando su funcionamiento sin olvidar sus fines esenciales. La democracia parlamentaria no pretende avasallar a nadie. Pero tampoco hay que situarse a la defensiva, sino enorgullecerse, cuando en el mundo presente se pertenece a una patria de libertad.

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