Cartas al director

En favor del señor Tejero

Considero en todo punto lamentable que se impida al señor Tejero, por una u otra triquiñuela legal, presentarse como candidato al Congreso al frente de su partido Solidaridad Nacional. Creo que el irresistible atractivo que el Congreso de los Diputados tiene para dicho señor ha quedado ya de sobra demostrado. Nada más adecuado y hasta simpático que verle un día en el bar de esa institución, invitado por alguno de sus ex rehenes: "¿Qué, Tejero, hace un cafelito?". Sería la adecuada culminación de una vocación parlamentaria, que no por haber comenzado de un modo algo irregular ha de ser menos si...

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Considero en todo punto lamentable que se impida al señor Tejero, por una u otra triquiñuela legal, presentarse como candidato al Congreso al frente de su partido Solidaridad Nacional. Creo que el irresistible atractivo que el Congreso de los Diputados tiene para dicho señor ha quedado ya de sobra demostrado. Nada más adecuado y hasta simpático que verle un día en el bar de esa institución, invitado por alguno de sus ex rehenes: "¿Qué, Tejero, hace un cafelito?". Sería la adecuada culminación de una vocación parlamentaria, que no por haber comenzado de un modo algo irregular ha de ser menos sincera.¿Por qué no aprovechar las posibilidades de regeneración que surgen incluso en los más impenitentes? El teniente coronel Tejero, con su pistola, sus guardias y los tanques de Milans detrás, es un inquietante incordio; el señor Tejero, con su calva, su bigote semicastelarino, y de paisano, hablando a sus fieles de las raciales virtudes de la fabada y el sancocho, iniciando quizá los mítines de Solidaridad Nacional con un enérgico "¡Se sienten, coño!", ante la mirada orgullosa y abnegada de su santa esposa, es una conmovedora estampa costumbrista que no tiene por qué molestar a nadie, mientras no pase de ahí. ¿Que es un peligroso conspirador condenado a treinta años de prisión y que, por tanto, no puede andar tan campante por la calle? Pero, ¿estamos seguros de que conspirará menos en su celda, convertida en lugar de peregrinación, que, en la calle, reducido al estado laical, digo civil, convertido en otro original más de los muchos que hay en este mundo? Ya advirtió Andy Warhol que en el futuro todo el mundo será famoso durante un cuarto de hora: el teniente coronel Tejero ya tuvo el suyo, y ahora los señores de Tejero quieren vivir de los réditos el resto de sus días, junto con un oportunista puñado de aficionados. ¿No sería mejor dejarles? A fin de cuentas, no hay mayor derrota para un golpista que verse reducido a presentarse a unas elecciones...

En suma, soy partidario de que se permita al señor Tejero abandonar la Guardia Civil. Si es posible, que le acompañen todos los guardias que le ayudaron en la toma del Congreso, el resto de los conspiradores, los verdugos del caso Almería y unos cuantos más, y que los dejen presentarse a las elecciones. Será cómodo y tranquilizador poder contarlos, a ellos y a sus amigos. /

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