Tribuna:TEMAS PARA DEBATE / ¿HACIA UN MUNDO DE DESOCUPADOS?

Un cambio en la manera de vivir

Una realidad dramática, cercana y palpable, emerge y destaca en las sociedades actuales afectadas por la crisis: el desempleo. Entró los efectos diversos y los nuevos fenómenos sociales, generados o puestos de manifiesto en la crisis que dura ya casi una década, el paro (registrado o encubierto), la ruptura del objetivo o realidad, según los casos, del pleno empleo, y, en definitiva, la incapacidad de crear nuevos puestos de trabajo a un ritmo superior a los que se destruyen y de los incrementos de nuevos activos potenciales acapara la atención de ciudadanos y Gobiernos, buscando...

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Una realidad dramática, cercana y palpable, emerge y destaca en las sociedades actuales afectadas por la crisis: el desempleo. Entró los efectos diversos y los nuevos fenómenos sociales, generados o puestos de manifiesto en la crisis que dura ya casi una década, el paro (registrado o encubierto), la ruptura del objetivo o realidad, según los casos, del pleno empleo, y, en definitiva, la incapacidad de crear nuevos puestos de trabajo a un ritmo superior a los que se destruyen y de los incrementos de nuevos activos potenciales acapara la atención de ciudadanos y Gobiernos, buscando posibles estrategias y programas en la mayoría de los países.En el marco del anterior contexto se abre con fuerza y angustia un debate sobre el progreso tecnológico y su influencia sobre el empleo.

De una parte, es una realidad histórica que el progreso técnico ha sido un pilar fundamental del desarrollo y altos niveles de vida conseguidos por los países industrialziados en los dos siglos precedentes, y de otra, que la innovación tecnológica es un proceso irreversible en la carrera por la competitividad internacional en la que los países punteros marcan la,pauta.

Frente a las anteriores realidades existe un hecho contrastado y también cercano: la amenaza que ciertas innovaciones tecnológicas suponen con respecto al empleo actual y futuro por el efecto de sustitución o eliminación de puestos de trabajo.

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La nueva revolución industrial o la aceleración de la misma, según otras opiniones, viene caracterizada por un gran cambio tecnológico, especialmente en las siguientes áreas: tecnologias energéticas, microelectrónica, tecnologías informáticas, biología y bioquímica y las propias tecnologías organizativas. Los. efectos directos e indirectos (hoy insuficientemente evaluados) de dichas innovaciones van a tener importantes efectos no sólo en los mercados de trabajo, sino también en las formas de vida.

El problema adquiere gran crudeza porque la aceleración de los cambios tecnológicos se produce hoy día en un contexto alarmante respecto al empleo.

- Diez millones de parados en el Mercado Común; trece, para el conjunto de Europa occidental, y casi ocho millones más para EE UU, por hablar únicamente de áreas correspondientes a países industrializados.

- Con respecto a España, la situación del epleo es especialmente grave: el desempleo afecta a dos millones de personas. En los años de la crisis (desde 1976) se ha multiplicado por tres la tasa de paro, hemos perdido un sexto de los puestos de trabajo en el sector industrial y un cuarto de los correspondientes al sector agrario, a la vez que importantes contingentes de jóvenes pugnan cada año por encontrar su primer empleo.

El paro y el futuro

Desde los inicios de la revolución industrial, el proceso tecnológico, a medida que fue difundiéndose en las distintas actividades productivas, fue originando importantes desplazamientos de población ocupada y aumentando la productividad en aquellas actividades con más capacidad para adoptar innovaciones técnicas.

Por otro lado, el aumento de la demanda agregada, sobre todo en las fases de fuerte crecimiento, facilitaba la innovación y permitía aumentar el empleo a nivel global. Fue produciéndose en este contexto, por ejemplo, una fuerte transferencia de mano de obra de la agricultura a otros sectores.

En el propio sector industrial, especialmente desde 1940, la innovación tecnológica dejó sentir sus efectos en ciertás ramas, produciéndose unas profundas transformaciones de las mismas y la aparición de otras actividades nuevas, a la vez que se producían cambios en la demanda de productos. Ello originó un crecimiento desigual en el sector.

Mientras, especialmente en las sociedades denominadas posindustriales, se producia un importante aumento de los ocupados en el sector servicios. En definitiva, el anterior proceso suponían que la mano de obra eliminada en un área de la actividad productiva se desplazara hacia otros sectores; en términos globales, de la agricultura a la industria y, posteriormente, a los servicios.

En línea con lo anterior, en la Comunidad Económica Europea, entre, 1960-1980, el empleo agrícola disminuye en un 50%. A la vez, en la última década se producen reducciones muy importantes en la minería y otros subsectores, tales como el acercr,textil, ferrocarril, construcción naval, etcétera, que se compensaban con los aumentos en nuevas actividades industriales, y en el sector de los servicios. Un pioceso semejante ha ocurrido en España.

Sin embargo, en medio de la crisis actual, la posible aceleración del proceso de innovación tecnológica comienza a producir inquietantes perspectivas.

En los sectores industriales, la introducción de la microelectrónica sustituye a la mecánica en importantes campos, tales como la industria del reloj, el teléfono, imprenta, etcétera, con grandes reducciones en los niveles de empleo. Sólo en la industria del reloj se estima la posible sustitución del 50% de los puestos de trabajo. La industria del automóvil introduce la robotización en las operaciones en cadena, aumentando la productividad con,siderablemente, pero reduciendo el empleo, en un camino iniciado por la Volvo, Volkswagen, etcétera.

Pero, sobre todo, ha sido el posible efecto del cambio tecno lógico en el sector servicios (caracterizado por una alta capacidad de empleo) lo que ha originado voces de alarma más profundas. Algunas previsiones justifican dicha alarma:

- El famoso informe augura que el 30% de los empleados de banca y seguros perderán su empleo en Francia durante la década de los ochenta, como consecuencia de la automatización de, las transacciones bancarias.

- La multinacional Siemens estima que en Alemania el trabajo de oficina puede ser informatizado en un 40%.

- La FIET prevé una reducción del 20% al 29% de los quince millones de empleados en empleos burocráticos que existen actualmente en la Comunidad.

La lista de informes sobre previsiones de sustitución de empleo en los servicios podría ser interminable. Ello ha creado una fuerte inquietud en cuanto a las posibilidades de ocupación en los nuevos sectores (que en gran parte serían servicios) de las personas desplazadas de otras actividades, además de los jóvenes y mujeres que accedan cada año al mercado de trabajo, lo que obliga a buscar otras vías para acoplar la oferta laboral a las posibilidades reales de ocupación.

Reparto del trabajo

La irreversibilidad de la innovación y el momento crítico actual obliga a que el proceso de aceleración de las innovaciones tecnológicas en las distintas actividades deba ir acompañado de una profunda reestructuración del trabajo existente y de la distribución del mismo.

En ese contexto es posible y necesaria una reducción progresiva de la jornada de trabajo a nivel internacional, que el propio progreso tecnológico ha de facilitar.

La reducción del tiempo de trabajo y, de modo más concreto, de lajornada de trabajo ha de ser no sólo un medio para repartir el trabajo entre todos, sino que además -y sobre todo- debe reforzar un proceso tendente a modificar profundamente la manera de vivir en nuestra soc¡edad; este hecho generará importantes cambios en cuanto al hábitat, al ocio, las relaciones y condiciones de trabajo, etcétera, que implicarán la necesidad de satisfacer nuevas necesidades sociales.

Desde la segunda guerra mundial, sólo una parte muy reducida del aumento de la productividad, generada fundamentalmente por los nuevos desarrollos tecnológicos, se ha traducido en un aumento del tiempo libre. Y ello a pesar de que se ha mentenido la tendencia a largo plazo hacia la reducción del horario laboral legal.

Por otro lado, el problema del tiempo de trabajo (y en este aspecto la tecnología debería permitir aportaciones positivas) ya no se examina -especialmente en los países con un marco de relaciones industriales más avanzado- sólo en su vertiente cuantitativa, síno en sus aspectos cualitativos: ahora se trata de "trabajar menos y mejor".

A modo de conclusiones

En las condiciones actuales (excedente de oferta laboral y bajo crecimiento), la aceleración del ritmo de innovaciones tecnológicas puede influir negativamente en el empleo a medio plazo si no se planifica el proceso de investigación e innovación y si no se controlan socialmente (con pactos entre las partes sociales) los procesos de adopción de nuevas tecnologías.

Para que el desarrollo tecnológico y el aumento de la productividad que conlleva pueda ser asumido socialmente han de estudiarse las consecuencias que el cambio genera en las diversas ramas de la actividad, a la vez que pactarse el ritmo y la aplicación del proceso innovador. Dicho pacto implica básicamente abordar los siguientes aspectos:

- La potenciación de la formación ocupacional de carácter permanente que garantice la adecuación profesional de amplias capas de trabajadores a las nuevas tecnologías. Además, las nuevas formas de vida impondrán la ruptura del ritual sistema que separa las etapas de formación o aprendizaje, trabajo y jubilación, que será sustituido por otro, en el que el ocio, la educación y el trbajo se repartan de un modo continuo a lo largo de la vida del individuo.

- Que los incrementos de productividad que puedan generar las innovaciones tecnológicas supongan aumentos generalizados del nivel de vida, reducciones de la jornada de trabajo y mejora de las condiciones de trabajo, así como una estrategia de desarrollo que contemple como uno de sus pilares fundamentales el aumento de la oferta de servicios e infraestructuras sociales, que permitan compensar las posibles pérdidas de empleo.

Carlos Romero Herrera es subdirector general de Política de Empleo.

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