Editorial:

Los "estados generales" de Polonia

EL PRIMER congreso de Solidaridad en Polonia -iniciado significativamente el día en que se cumplía el primer aniversario de su primera victoria: la caída de Gierek- tiene muchos puntos de contacto con lo que fueron los Estados Generales en Francia, 1788, y sus reivindicaciones recuerdan las de los famosos cahiers de doléances que discutieron entonces la autoridad soberana del rey; sólo que el tono es mucho más duro, mucho más decidido y desafiante. No oculta el congreso su intento de hacer una revolución y su oposición abierta al Partido Obrero Unificado (comunista, partido único...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

EL PRIMER congreso de Solidaridad en Polonia -iniciado significativamente el día en que se cumplía el primer aniversario de su primera victoria: la caída de Gierek- tiene muchos puntos de contacto con lo que fueron los Estados Generales en Francia, 1788, y sus reivindicaciones recuerdan las de los famosos cahiers de doléances que discutieron entonces la autoridad soberana del rey; sólo que el tono es mucho más duro, mucho más decidido y desafiante. No oculta el congreso su intento de hacer una revolución y su oposición abierta al Partido Obrero Unificado (comunista, partido único) que gobierna. Todo ello le distancia enormemente del movimiento checoslovaco, que sólo pretendía un socialismo en libertad y se movía dentro del régimen, del partido y del Gobierno. La agencia Tass ha denunciado el movimiento de Solidaridad como enemigo del sistema socialista y dice que sus dirigentes "piden a la población. que desobedezcan a las autoridades, ignoren la ley y se opongan al programa económico del Gobierno por medio de huelgas y sabotajes para destruir el Estado y sus instituciones socialistas". Nada más cierto. Solidaridad asume abiertamente este papel, lo proclama en su congreso; la diferencia es que no lo impone o lo exige a la población, sino que parece más bien que es la inmensa mayoría de la población polaca la que ha radicalizado en este punto a Solidaridad.Que, por muchas razones, ha dejado de ser simplemente un sindicato o una unión de sindicatos para constituirse en una institución política y en un movimiento. A menos que se hable, y es posible, de un sindicalismo como el que se originó a finales del siglo XIX, básicamente antiestatista, que intentaba sustituir el Estado por un poder obrero basado en unidades de producción y que mantuvo su lucha contra el capitalismo, pero también contra el marxismo; algo parecido al movimiento que sostuvo en España Angel Pestaña y otros teóricos. La oposición mayor que hay entre las demandas de Solidaridad y las que expone el partido -que se ha reunido en sesión plenaria del Comité Central al mismo tiempo que Solidaridad celebraba su congreso- se centra en los comités de autogestión; los revolucionarios pretenden que sean autónomos, capaces de elegir al director de empresa y a todos los cargos intermedios y de relacionar unas empresas con otras para construir las perspectivas de la economía nacional, mientras el partido acepta la autogestión producida a partir de sus propias células de base, y siempre que los directores y los cuadros sean nombrados directamente por el Estado. Es decir, que se reproducen por primera vez en la práctica -si exceptuamos algunos momentos y algunas zonas de España durante la guerra civil- los enfrentamientos entre sindicalistas puros, llamados peyorativamente utópicos, y la doctrina marxista. No deja de ser contradictoria, sin embargo, la presencia de la Iglesia, tan fuertemente jerarquizada, y de la fe religiosa en general en este movimiento: el congreso se ha iniciado cada día con una misa y con cánticos religiosos. Esto obedece a que el empeño de Solidaridad está formado, como tantos otros movimientos de liberación, por factores heteróclitos, capaces de unirse en un momento dado: desde la fuerza del trabajo a las aspiraciones históricas de independencia, desde el nacionalismo a unas presencias de cultura tradicional en las que la religiosidad tiene un papel destacado. Es una reunión de todos los factores contrarios a un régimen opresor y sometido. No sería nada extraño que, si llega a triunfar un día, estas fuerzas se desagrupen y se enfrenten entre sí, como ha pasado en España tras la muerte de Franco y como parece ser una ley histórica: la propia Revolución Francesa fue uno de los primeros ejemplos, como lo fue la desunión de las resistencias frente a los nazis en Europa. Y el más próximo, el fenómeno español a partir de la muerte de Franco.

La importancia de estos estados generales de Polonia es la de que a partir de ahora Solidaridad y partido son dos elementos absolutamente opuestos que no van a poder llegar a ningún pacto; que Solidaridad representa una fuerza política de oposición total, que no pretende ya reformar en el campo del trabajo, sino una transformación del régimen, y que por primera vez no parece haber tenido en cuenta el riesgo de una invasión soviética, a pesar de las grandes maniobras navales frente a la costa polaca. Parece como si los dirigentes de Solidaridad y sus inspiradores, especialmente la jerarquía eclesiástica, hubiesen llegado a un convencimiento: el de que era el momento preciso para dar el salto adelante y que, de no darlo, hubiera podido perderse toda la fuerza acumulada en este año.

La sensación que se tiene hoy es la de que la URSS debe considerar a Polonia como un bocado demasiado grande -mucho más grande que el checo- para podérselo tragar de una vez. Pero si deja pasar este último y abierto desafío, probablemente no tendrá ningún otro para equilibrarlo. Dentro de un contexto mundialmente hostil, la URSS atraviesa por circunstancias dramáticas con respecto a sus proyectos y a su situación en el mundo. Esta realidad es, probablemente, el punto de mayor peligro por el que atraviesa el mundo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En