Cartas al director

Concursos de belleza

En la edición del 23 de agosto de EL PAÍS hay una carta, firmada por Isabel Serrano y quince mujeres más, quíenes, con inmensa indignación, claman contra la retransmisión televisiva de un concurso de belleza femenina. Advirtiendo de antemano que no tengo ningún interés en dichos concursos, y que me parecen una tontería, quisiera hacer unas consideraciones sobre lo que, a mi entender, significan este tipo de cartas. Me parece muy lógico que las firmantes de la carta estén en absoluto desacuerdo con la presentación del ser humano como objeto, pero es fácil comprobar que hay muchos seres humanos ...

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En la edición del 23 de agosto de EL PAÍS hay una carta, firmada por Isabel Serrano y quince mujeres más, quíenes, con inmensa indignación, claman contra la retransmisión televisiva de un concurso de belleza femenina. Advirtiendo de antemano que no tengo ningún interés en dichos concursos, y que me parecen una tontería, quisiera hacer unas consideraciones sobre lo que, a mi entender, significan este tipo de cartas. Me parece muy lógico que las firmantes de la carta estén en absoluto desacuerdo con la presentación del ser humano como objeto, pero es fácil comprobar que hay muchos seres humanos que gustande ser objetos. Gran cantidad de jóvenes ponen ilusión en esos con cursos como medio de conseguir un contrato, dinero, fama o, simplemente, la satisfacción de ganar en algo, de ser el primero. Otros trabajan o roban bancos. Sin embargo, la petición de que se suprima la retransmisión de tales es

pectáculos no puede menos que traerme a la memoria el gesto de cierto ministro de Información del anterior régimen cuando hizo poner un chal sobre el amplio escote de una famosa actriz en plena retransmisión televisiva. Los intransigentes de cualquier signo siempre quieren prohibir (deliciosa palabra, ¿verdad?) un escote, un cuento, un concurso o Las aventuras de Huck Finn. Si todo el mundo pudiera prohibir lo que no le gusta, a los que estamos contra las prohibiciones no nos quedaría más remedio que el "apaga y vámonos". Cierto que el mal desaparecerá de la superficie, censurado por los que quieren defender sus ideas a costa de las de los demás; pero ¿quién decidirá lo que habrá de

censurarse? ¿No desaparecerá la cultura en la marea, como en tantas anteriores ocasiones? No, la censura nunca es solución, sino origen de males. La solución es la información y la educación. He dejado para el final lo que de feminista va unido a la reclamación. Estoy de acuerdo, pero les propongo a las firmantes otra posibilidad: en vez de pedir la supresión del programa, soliciten que, con similar importancia, retransmitan la elección de míster Universo. Les aseguro que esta vez yo tampoco veré el programa en cuestión y que no me sentiré en -absoluto vejado porque algunos bellos especímenes de mi sexo anden haciendo el tonto por ahí./ .

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