Pausa petrolera

El inesperado fracaso de la conferencia cumbre de la OPEP en Ginebra significa un motivo de alivio para el desarrollo económico mundial. Los países industrializados se hallan sumidos todavía en las consecuencias de la crisis energética desatada en 1971 Los enormes esfuerzos que se están desplegando por doquier para la reconversión industrial y la aplicación de fuentes nuevas de energía han venido tropezando, año tras año, con el escollo insalvable de los sucesivos encarecimientos del crudo, impuestos por los poderosos grandes productores.Mas he aquí que, por vez primera en mucho tiempo...

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El inesperado fracaso de la conferencia cumbre de la OPEP en Ginebra significa un motivo de alivio para el desarrollo económico mundial. Los países industrializados se hallan sumidos todavía en las consecuencias de la crisis energética desatada en 1971 Los enormes esfuerzos que se están desplegando por doquier para la reconversión industrial y la aplicación de fuentes nuevas de energía han venido tropezando, año tras año, con el escollo insalvable de los sucesivos encarecimientos del crudo, impuestos por los poderosos grandes productores.Mas he aquí que, por vez primera en mucho tiempo, la nueva alza que se proponía en Ginebra ha naufragado. La incipiente recuperación de actividades que se observa en la economía occidental tiene así garantizada una fase de respiro, siquiera sea momentánea.

El brutal aumento de los crudos obligó a los países consumidores a introducir severas medidas de ahorro y a acelerar los programas de sustitución del petróleo por carbón y energía nuclear. Debido a ello y a la recesión general, la demanda de crudos se ha debilitado, han aparecido fuertes excedentes -del orden de dos millones de barriles diarios- en el mercado y los precios no sólo han dejado de subir, sino que se han movido inexorablemente a la baja en los últimos meses.

Dadas estas circunstancias, los intentos de los miembros duros de la OPEP de forzar acuerdos que supusieran el mantenimiento, e incluso la elevación, de los precios se han estrellado contra la actitud, más racional y ponderada, de otros miembros y, en particular, del primer productor del planeta, Arabia Saudí, cuya estrecha conexión con los intereses financieros y las grandes compañías petroleras de Estados Unidos no son un secreto para nadie.

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En todo caso, bien venido sea el fracaso de la asamblea de Ginebra. Por ahora, los precios de los crudos dejan de constituir una pesadilla para los gobernantes occidentales y una amenaza inmediata para la laboriosa tarea de ir asentando sobre bases firmes la estabilidad económica mundial.

, 23 de agosto

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