Editorial:

Gasolineras

EL SISTEMA de restricciones malthusianas a la libertad de implantación de industrias y negocios es probablemente la causa fundamental de la nueva amenaza que hemos sufrido de corte de un suministro bastante fundamental el día H de las vacaciones veraniegas. Las gasolineras están despobladas de trabajadores y además puede pensarse lo que pasaría si en una ciudad como Madrid, de pronto, hubiera que hacer cola ante los escasos puntos de venta de gasolina.El monopolio de la Campsa también ha impuesto la concesión parsimoniosa de gasolineras. El suministro de gasolina en otros países industr...

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EL SISTEMA de restricciones malthusianas a la libertad de implantación de industrias y negocios es probablemente la causa fundamental de la nueva amenaza que hemos sufrido de corte de un suministro bastante fundamental el día H de las vacaciones veraniegas. Las gasolineras están despobladas de trabajadores y además puede pensarse lo que pasaría si en una ciudad como Madrid, de pronto, hubiera que hacer cola ante los escasos puntos de venta de gasolina.El monopolio de la Campsa también ha impuesto la concesión parsimoniosa de gasolineras. El suministro de gasolina en otros países industriales se concibe cada vez más como una actividad marginal que completa el funcionamiento de supermercados, restaurantes y hoteles, o incluso de un taller de reparación de automóviles. Muchas familias podrían vivir de un puesto de gasolina, y además esforzarse por prestar un servicio competitivo con revisión de niveles de aceite, aire y limpieza del vehículo.

En el comprimido mundo de las gasolineras concedidas a unos señores con unos márgenes regulados por Campsa, para seguir adelante no hay probablemente otra solución que relacionar esos márgenes con los incrementos salariales. Las condiciónes son tan estrechas que el resultado final es hambre para todos, y en especial para el usuario. El sistema es tan disparatado que, o bien se nacionalizan las gasolineras, por lo menos hasta la entrada en el Mercado Común, o se acepta de verdad la libre instalación y la libre contratación entre refinerías y distribuidores. El Estado sólo cuidaría de que los impuestos gravados en cada litro pasaran religiosamente a sus arcas. La apertura de nuevas gasolineras debe sólo estar condicionada al cumplimiento de unos requisitos cuya satisfacción sería la única exigencia para su puesta en funcionamiento. De este modo se fomentará la aparición de nuevas iniciativas, porque con seguridad existen muchas personas y empresas dispuestas a ofrecer un servicio completo a los usuarios sin amenazarles con cortar el grifo cuando salen de vacaciones o negarles el aire y el agua complementarios de la gasolina para que ruede el automóvil.

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