Reagan prepara una ofensiva para la aprobación de su programa económico

Lentamente convaleciente de su operación médica, tras el atentado sufrido el pasado 30 de marzo, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, prepara desde su residencia de la Casa Blanca una ofensiva política con objeto de lograr la aprobación de su programa económico en el Congreso norteamericano.

El presidente pronunciará un discurso a mediados de la semana próxima, coincidiendo, posiblemente, con sus primeros cien días de administración. Ronald Reagan cuenta a su favor con cifras muy favorables en los últimos indicadores económicos que, con gran sorpresa para la Administración re...

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Lentamente convaleciente de su operación médica, tras el atentado sufrido el pasado 30 de marzo, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, prepara desde su residencia de la Casa Blanca una ofensiva política con objeto de lograr la aprobación de su programa económico en el Congreso norteamericano.

El presidente pronunciará un discurso a mediados de la semana próxima, coincidiendo, posiblemente, con sus primeros cien días de administración. Ronald Reagan cuenta a su favor con cifras muy favorables en los últimos indicadores económicos que, con gran sorpresa para la Administración republicana, apuntan hacia un crecimiento del PNB para 1981 de alrededor del 6,5%, según tendencias experimentadas en el primer trimestre del año en curso.La Bolsa neoyorquina reacciona igualmente de manera muy favorable, con una espectacular subida de los indicadores bursátiles, que en la jornada del pasado lunes dieron un índice de cierre de 1.015,22 puntos para el Down Jones. La mayor subida en los últimos ocho años, desde el 23 de enero de 1973 (en plena euforia tras la reelección del presidente Richard Nixon y las promesas para un fin de la guerra del Vietnam), además del plan económico de Reagan, no es ajena la promesa de Arabia Saudí de reducir el precio del petróleo.

El presidente Reagan espera que el Congreso acepte, sin grandes modificaciones, el plan económico de la Administración republicana, que promete un reducción del déficit presupuestario, acompañado de un 30% de reducción de impuesto, operación destinada a estimular la economía.

Aunque los republicano (mayoritarios en el Senado) y los demócratas (con mayoría en la Cámara) son unánimemente partidarios de la reducción del gasto público, hay serias dudas de que Reagan consiga, como pro mete, un presupuesto equilibra do para 1984. Dudas que se tradujeron. incluso, con el voto contra el programa del presidente de tres senadores republicanos en el Comité de Finanzas.

Los demócratas, contra la reducción de impuestos

Por otra parte, los demócratas continúan en su línea de oposición a una disminución del 30% de impuestos, escalonados en plazos anuales del 10% en los próximos tres años. Consideran la medida como, peligrosa, capa de reactivar la inflación y de dudosos efectos para estimular el ahorro personal y orientarlo hacia inversiones industriales.

Los datos excelentes de la economía estadounidense, durante el primer trimestre del año en curso, serán un argumento esgrimido por los demócratas en el Congreso para defender una reducción de impuestos mucho menor que la prometida por el presidente Reagan a sus electores. Argumentan que no es indispensable la política de reducir impuestos para activar la economía.

Es probable que, tras muchos debates, Reagan logre un compromiso entre republicanos y demócratas en dirección de fa aceptación casi intacta de los grandes recortes presupuestarios que propone, a fin de reducir el gasto público, a cambio de una disminución en porcentaje y calendario de las disminuciones de impuestos.

A nivel político, el presidente Reagan orquesta actualmente desde el sillón de convalecencia una operación destinada a seducir a los senadores y congresistas demócratas de los Estados del sur norteamericano, que son los más cercanos a las tesis económicas del presidente. Como embajador presidencial viaja estos días por la zona el ex presidente Gerald Ford con el mensaje de Ronald Reagan en pro de sus tesis económicas.

Republicanos, en el poder, y demócratas, en la oposición, no ignoran que la opinión pública -el elector- les juzgará con el voto en las próximas elecciones de noviembre de 1982 para la renovación de un tercio del Senado

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