Cartas al director

Sobre el divorcio y la postura de la Iglesia

La ley del Divorcio, si se aprueba, no obliga a nadie a divorciarse, es un acto voluntario. y aquellos matrimonios que precisen divorciarse encontrarán en esta ley muchas dificultades para conseguirlo. sin citar las económicas, pero los privilegiados de la sociedad, con ley o sin ella, se podrán divorciar fácilmente cuando lo deseen.Pero lo incongruente en este caso es que los que no han pensado en divorciarse sean los mayores oponentes a esta ley, esto supone una intromisión indirecta en la vida de los que necesitan divorciarse para evitar así el llegar a una situación de violencia entre los ...

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La ley del Divorcio, si se aprueba, no obliga a nadie a divorciarse, es un acto voluntario. y aquellos matrimonios que precisen divorciarse encontrarán en esta ley muchas dificultades para conseguirlo. sin citar las económicas, pero los privilegiados de la sociedad, con ley o sin ella, se podrán divorciar fácilmente cuando lo deseen.Pero lo incongruente en este caso es que los que no han pensado en divorciarse sean los mayores oponentes a esta ley, esto supone una intromisión indirecta en la vida de los que necesitan divorciarse para evitar así el llegar a una situación de violencia entre los cónyuges, que sería inevitable si no se aprobara la ley.

Patrocina esta campaña antidivorcista la Iglesia católica, con el apoyo de sus seguidores; pero en la aprobación de la ley nos encontramos conformes una gran mayoría de ciudadanos, porque consideramos que esta armonía y esta paz familiar no pueden existir en ninguna casa cuando los hijos ven que su madre es una adúltera o una alcohólica, etcétera, o que su padre es un mujeriego que malgasta sus ingresos en vicios, mientras ellos carecen de lo más elemental para vivir. ¿Qué ocurre después? Pues que estos hijos, en muchos casos, se ven obligados a afrontar una situación violenta e ilegal para poder sobrevivir y por este hecho, pasan después a ser unos seres presidiables. Esta anómala situación podría ser corregida en gran parte con la aprobación de la ley.

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Para lograr esta paz familiar, la Iglesia debería apoyar a los grupos políticos que laboran por la supre-

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