Un recluso de la cárcel de Carabanchel intentó suicidarse por presuntos malos tratos

Eduardo Piñero Cid, de 75 años, jubilado del Cuerpo Superior de Policía, denunció ayer a EL PAIS que su hijo Cándido Piñero, de veintisiete años, recluso en la cárcel dio Carabanchel, intentó suicidarse a consecuencia de supuestos malos tratos por parte de los funcionarios de prisiones.

Cándido Piñero, que tragó, hace varios días, algunos objetos metálicos, ha sido intervenido quirúrgicamente en la Ciudad Sanitaria Provincial, donde permanece ingresado. Por su parte, el director del centro penitenciario, Eusebio Fernández, ha declarado que Cándido había sido internado en ...

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Eduardo Piñero Cid, de 75 años, jubilado del Cuerpo Superior de Policía, denunció ayer a EL PAIS que su hijo Cándido Piñero, de veintisiete años, recluso en la cárcel dio Carabanchel, intentó suicidarse a consecuencia de supuestos malos tratos por parte de los funcionarios de prisiones.

Cándido Piñero, que tragó, hace varios días, algunos objetos metálicos, ha sido intervenido quirúrgicamente en la Ciudad Sanitaria Provincial, donde permanece ingresado. Por su parte, el director del centro penitenciario, Eusebio Fernández, ha declarado que Cándido había sido internado en celdas de aislamiento después de varias denuncias que lo señalaban como componente de un grupo mafioso dentro de la prisión, y que no tiene noticias de que haya sido objeto de tales malos tratos.A tenor de las referencias ofrecidas por su padre, el recluso Cándido Piñero fue internado en la cárcel de Carabanchel como presunto autor de un atraco a la sucursal del Banco Central de la calle de San Fermín, perpetrado el 27 de enero de este año. Eduardo Piñero explica que su hijo fue posteriormente recluído en celdas de castigo y que, a consecuencia de los malos tratos inferidos por funcionarios, intentó suicidarse tragando hierros. El pasado viernes fue intervenido quirúrgicamente, a vida o muerte, en la Ciudad Sanitaria Provincial. Anteayer, martes, Eduardo Piñero intentó visitar a su hijo en el hospital, donde convalece de la operación bajo vigilancia policial, sin que se le permitiese verle directamente. Cuando llegó frente a la habitación 3.128, gritó: «Cándido, ¿estás vivo?», a lo que su hijo respondió con voz muy débil, «Sí, padre: estoy aquí».

Eduardo Piñero reconoce que su hijo pudo cometer el hecho del que se le acusa y ser un drogadicto, pero añade que ello no puede justificar los supuestos malos tratos en la prisión, y, pide que se efectúe lo antes posible la vista del juicio. Según sus manifestaciones, Cándido volvería a intentar suicidarse si fuese devuelto a la prisión de Carabanchel.

Un grupo mafioso

El director de la cárcel de Carabanchel, Eusebio Hernández, a quien EL PAIS trasladó el caso expuesto por Eduardo Piñero, declaró que no tiene constancia alguna de que el recluso haya recibido malos tratos, y que, en todo caso, la denuncia habría de ser presentada al juez instructor correspondiente, a cuyo requerimiento, la dirección del centro penitenciario practicaría las diligencias necesarias.Sin perjuicio de todo ello, Eusebio Hernández declaró que Eduardo Piñero y otros cinco reclusos habían sido denunciados por algunos funcionarios, a instancias de varios internos. «De acuerdo con estas denuncias, mundialmente formuladas por reclusos que no han querido dar sus nombres, porque con ello pueden jugarse la vida, dentro o fuera de este centro, Cándido y los otros cinco internos formaban un grupo mafioso o matonista, cosa bastante común, por cierto, en las prisiones». A decir del director de la cárcel de Carabanchel, «estos grupos desestabilizan el régimen interior de los centros: las amenazas a los compañeros, hurtos y otras acciones reprobables. En una operación de control, a este grupo le fueron confiscados dos cuchillos que habían fabricado con piezas de hierro de las ventanas. Este grupo estaba formado por internos indisciplinados y amorales, que ni siquiera guardan consideración alguna a sus propios compañeros. Por todo ello, fueron internados en celdas de aislamiento, que son departamentos similares a otras celdas: disponen de transistor, no eliminan el derecho a comprar en el supermercado, y en la práctica sólo se diferencias de los otros en el mayor grado de vigilancia al que se somete a sus reclusos. Cándido Piñero dividió en varios trozos el asa de un cubo de plástico y se los tragó; eso es todo lo que sé, pero no tengo constancia alguna, repito, de malos tratos. Sólo la tengo de las denuncias contra el grupo en la tercera galería, donde cuatro funcionarios han de supervisar a 550 reclusos».

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