Editorial:

Quini

EL SECUESTRO de Enrique Castro, conocido deportivamente con el nombre de Quini, en la noche del pasado domingo, ha conmovido profundamente a la opinión pública y a los aficionados al fútbol, por la felonía del hecho y por la personalidad de la víctima. Quini, delantero centro, primero del Spórting de Gijón y actualmente del Barcelona, ha alcanzado esa difícil fama a la que sólo logran acceder los grandes futbolistas que unen a sus excepcionales dotes como jugadores el pundonor profesional, la corrección deportiva y la entrega a los colores de su club en el campo de juego. Si antes eran muchos ...

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EL SECUESTRO de Enrique Castro, conocido deportivamente con el nombre de Quini, en la noche del pasado domingo, ha conmovido profundamente a la opinión pública y a los aficionados al fútbol, por la felonía del hecho y por la personalidad de la víctima. Quini, delantero centro, primero del Spórting de Gijón y actualmente del Barcelona, ha alcanzado esa difícil fama a la que sólo logran acceder los grandes futbolistas que unen a sus excepcionales dotes como jugadores el pundonor profesional, la corrección deportiva y la entrega a los colores de su club en el campo de juego. Si antes eran muchos los chavales que en los partidos improvisados en un solar o en una playa reclamaban el dorsal y el nombre de Quini, el dramatismo de su secuestro situará, sin duda, la figura de Enrique Castro entre los legendarios goleadores de la historia del fútbol español.La gente de bien y los aficionados de toda España han reaccionado de manera unánime para mostrar su solidaridad con el jugador secuestrado. Los gángsters que le retienen en su poder, para convertirlo en simple mercancía intercambiable por dinero, probablemente no se sentirán afectados ante esas manifestaciones populares de simpatía y de cariño hacia su víctima. Al fin y al cabo, tales sentimientos son privativos de nuestra especie, no de las bestias. Aun así, el cerco de preocupación e interés por la suerte de Quini, y de rechazo por su secuestro, podría tal vez desanimar a quienes intentan comerciar con su vida para persistir en su repugnante proyecto.

Por esa razón, habría resultado tan irritante como incomprensible que el movimiento de solidaridad ciudadana y deportiva con Enrique Castro hubiera sido roto por la vanidad, el egoísmo o el ventajismo de personas y grupos que brujulean por el mundo del fútbol-espectáculo, para satisfacer ridículas ambiciones personales o para engrosar sus cuentas corrientes. Afortunadamente, no han prosperado los amagos para impedir que el partido de mañana entre el Atlético de Madrid y el Barcelona, en el estadio del Manzanares, se convierta en un homenaje popular a Quini y en una manifestación de solidaridad con el delantero centro involuntariamente ausente del terreno dejuego.

Algunos jugadores del Barcelona que habían amenazado con no desplazarse a Madrid por motivos comprensibles, pero erróneos, parecen haber depuesto su actitud. Y la irreflexiva decisión inicial de Alfonso Cabeza, el sancionado presidente del Atlético, de no abrir el palco presidencial del Manzanares para dramatizar sus problemas personales con la Federación ha sido rectificada a tiempo. De esta forma, personalidades de la vida pública y del mundo deportivo de Cataluña y de Madrid podrán simbolizar en la tarde de mañana, con su presencia en el Manzanares, la fraternización de madrileños y catalanes para expresar su solidaridad con Quini y manifestar su rechazo contra los secuestradores de personas, los sembradores de odios y los raptores de la dignidad que ensombrecen nuestra convivencia.

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