Negociar un plan de paz con Madrid

A las puertas del año entrante, la que se viene a llamar «cuestión vasca» sigue planteada en los mismos términos que en vísperas del 25 de octubre de 1979. (...)Madrid -término con el que los vascos designamos no a los ciudadanos madrileños, sino a los poderes fácticos del Estado- tiene aparentemente tres alternativas para tratarla: seguir como hasta ahora, intentar destruir de un solo golpe a la izquierda abertzale, negociar un programa táctico con ella.

La primera alternativa, que es la actitud actual de Madrid, está basada en dos soportes: disuasión por una parte y presión mor...

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A las puertas del año entrante, la que se viene a llamar «cuestión vasca» sigue planteada en los mismos términos que en vísperas del 25 de octubre de 1979. (...)Madrid -término con el que los vascos designamos no a los ciudadanos madrileños, sino a los poderes fácticos del Estado- tiene aparentemente tres alternativas para tratarla: seguir como hasta ahora, intentar destruir de un solo golpe a la izquierda abertzale, negociar un programa táctico con ella.

La primera alternativa, que es la actitud actual de Madrid, está basada en dos soportes: disuasión por una parte y presión moral y social por otra. (...)

La disuasión policial podría alcanzar sus objetivos si la contestación vasca fuese un fenómeno epidérmico; pero extrayendo como extras sus raíces de la historia y la sensibilidad de un pueblo, no hace sino proporcionarle nuevos argumentos. (...).

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De las dos alternativas restantes, la que sin duda goza ahora de más partidarios en Madrid es la sustitución del incesante goteo represivo que sufren actualmente las organizaciones civiles y los medios de comunicación de la izquierda abertzale por una embestida represiva brutal y en todos los frentes, con el fin de hacerlos desaparecer. Esta alternativa presenta riesgos evidentes para muchos que pudieran alentarla. (...)

En lo que respecta a Euskadi, es claro que las únicas manifestaciones que subsistirían de la contestación vasca, multiplicadas por supuesto por cien, serían las armadas.

Si alguien piensa que eso es lo que queremos, se equivoca por completo. Es cierto que la salida de ese túnel de opresión abierta sin sus actuales disfraces no sería ya la autonomía ni tan siquiera la alternativa KAS, sino la independencia. Pero no sabemos cuán largo va a ser ese túnel, ni cuánto tiempo vaya a durar; y queremos evitar el derramamiento de sangre y los sufrimientos. (...)

Por ello, la opción por la que decididamente apostamos es la de la negociación de un plan de paz con Madrid: esto es, con los poderes fácticos, y, en su caso, con el Gobierno que merezca íntegramente la confianza de aquéllos. (...)

No vemos en que puede resultarle más rentable a los poderes fácticos un Euskadi amarrado a la fuerza, y por tanto hostil y desestabilizada, que un Euskadi en paz que viera reconocido su derecho a la autodeterminación, que aceptara los resultados del plebiscito, sean éstos cuales fueran, y que, si accediera a la independencia, mantuviera con el Estado español unas relaciones especiales tipo Commonwealth. (La reunificación vasca, que no se incluye como punto de la alternativa KAS, hay que encuadrarla en un marco más amplio y de desarrollo futuro: el de la formación de la Europa de los pueblos libres).

En cuanto a las FOP, lo que se exige equivale a la desaparición de la policía política y el orden público en manos exclusivas de una policía vasca propia, como ocurre en muchos Estados federales, como en éstos, y mientras no se accediera a la independencia, no habría inconveniente en que quedaran en manos del Estado policías de carácter administrativo inherentes a su funcionamiento como tal, como la monetaria, la de aduanas, la de fronteras... (...)

Pese a quien pueda afirmarlo, la estrategia del KAS no es tercermundista, y por ello se ha declarado ya dispuesto a una negociación que. no presupone la independencia y el socialismo. (...)

Mi opinión personal -que no compromete por tanto a nadie, sino a mí mismo- es que ni el KAS sería tan rígido como para no aceptar una forma de negociación en la que toda! las partes, incluyendo la fuerza mayoritaria vasca, no estuvieran en condiciones de poder salvar la cara, ni ETA tan inflexible como para que no se produjera de hecho, en Euskadi, una situación de normalidad durante unas negociaciones que, de otro modo, podrían resultar impresentables ante la opinión pública del Estado.

4 de enero.

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