Editorial:

Los intelectuales, ante el terror

LA PUBLICACIÓN en las páginas de este periódico, tomo «Tribuna libre», de tres artículos del dramaturgo y ensayista Alfonso Sastre, centrados en el tema de la violencia en el País Vasco, ha suscitado algún revuelo y cierto desconcierto.El desconcierto se debe a que prácticamente todas las tesis polémicas defendidas por el articulista discrepan de las actitudes habituales sostenidas en los editoriales de EL PAIS y en la gran mayoría de los trabajos de sus colaboradores. El revuelo nace, a nuestro juicio, de que Sastre pretendía entablar un diálogo de palabras, sobre el diálogo de las metralleta...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

LA PUBLICACIÓN en las páginas de este periódico, tomo «Tribuna libre», de tres artículos del dramaturgo y ensayista Alfonso Sastre, centrados en el tema de la violencia en el País Vasco, ha suscitado algún revuelo y cierto desconcierto.El desconcierto se debe a que prácticamente todas las tesis polémicas defendidas por el articulista discrepan de las actitudes habituales sostenidas en los editoriales de EL PAIS y en la gran mayoría de los trabajos de sus colaboradores. El revuelo nace, a nuestro juicio, de que Sastre pretendía entablar un diálogo de palabras, sobre el diálogo de las metralletas. Algo que incomprensiblemente se hace demasiado poco entre nosotros.

Parece superfluo señalar, una vez más, que en ese diálogo hay unas cuantas cosas que distancian la posición editorial de EL PAIS de la de Sastre. En nuestra opinión, las ramas de ETA no tienen, más representatividad que la que les otorgan sus armas y el apoyo parcial de sectores minoritarios que votan a opciones políticas emparentadas ideológicamente con ella. En tres ocasiones -junio de 1977, marzo y abril de 19179-, los ciudadanos del País Vasco han mostrado en elecciones libres su adhesión mayoritaria a plataformas políticas que excluyen la violencia armada como instrumento para dirimir problemas ideológicos y políticos. A lo largo de este último año, el viraje espectacular de Euskadiko Ezkerra y cambios cada vez más visibles en Herri Batasuna han debilitado considerablemente los apoyos a las dos ramas principales de ETA. No se puede decir por eso que haya un pueblo vasco que libre un guerra contra sus opresores, sino más bien con grupos armados que ejercen una violencia criminal contra los representantes de un Estado constitucional y democrático y contra otros vascos. Por eso, la tentativa de bautizar cómo guerra las acciones terroristas en el País Vasco -tentativa que hace felices a los energúmenos. de la derecha que quieren contestar a esa guerra con los medios bélicos apropiados- no es una simple cuestión de léxico, sino una decisión cargada de implicaciones ideológicas. Ya hemos dicho que la ultraderecha y algunos sectores de la derecha autoritaria convergen en este punto, como en tantos otros, con el radicalismo abertzale. La declaración verbal de guerra operaría aquí como profecía autocumplida de un desenlace que pocos desean y que la mayoría rechaza: la renuncia a las soluciones políticas para el País Vasco con una respuesta policial en el seno de las leyes a la actividad terrorista y la apuesta por una intervención castrense que haría desaparecer las instituciones de autogobierno. Los etarras podrían convertirse entonces con alguna facilidad en un movimiento de liberación. Más, dudoso es que llegaran nunca-a ganar la guerra esa en la que se ven empeños, y desde luego es aún pensable que lo que perecería en ella serían las libertades de todos.

En lo que al empleo, de la violencia se refiere, seguimos pensando que, aunque los seres humanos se acuchillen entre sí, el derecho a la vida es un principio que debe ser defendido por encima de las estadísticas. Aunque la libertad sea pisoteada en el mundo entero, incluidos los países donde existen instituciones democráticas y garantías que dificultan las violaciones de los derechos humanos, no debe debilitarse el compromiso con las libertades.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Pero si estos puntos, y otros que no es propio citar ahora, distancian radicalmente nuestro análisis político de la situación vasca y la criminalidad terrorista del que Sastre hace, pensamos que el escritor ha tenido el valor de intentar un acercamiento ideológico al problema de la violencia política. Y el 50% de la ruidosidad de su tríada la aporta la soledad de su autor. Los intelectuales españoles, con las excepciones de rigor que confirman este aserto, vienen dimitiendo desde los últimos cinco años (desde cuando podían hacerlo con libertad) del magisterio de costumbres que se supone es una principal responsabilidad suya con la sociedad en que habitan. Y así las reflexiones sobre la violencia y el terrorismo parecen estar reservadas al oportunismo de los publicistas políticos o al inevitable efectismo de la oratoria parlamentaria.

Acaso nuestros intelectuales. rehúyan el reto ante lo que desde hace centurias parece un problema sin respuesta ni solución posible. Es verdad que las reflexiones sobre la violencia tanto valen para un roto como para un descosido y que en la justificación intelectual de aquélla han entrado a saco lo mismo Lenin que Benito Mussolini. El primer ministro de Israel, se inició en la "política" minando el hotel Rey David, de Jerusalén, en lo que fue una matanza de oficiales y civiles británicos, y su actual enemigo natural, Yasir Arafat, dirige una organización que practica el terrorismo, lo que no obsta para que sea internacionalmente, reconocido, admitido en la palestra de las Naciones Unidas y abrazado por un presidente de Gobierno -Adolfo Suárez- que lucha contra la criminalidad etarra. El presidente libio predica la confraternización universal con la «tercera vía» expuesta en su libro verde y financia toda una teoría de movimientos terroristas. El IRA, tan comprensivo con ETA, saboteaba industrias británicas entre 1939 y 1945 por cuenta de los servicios nazis del almirante Canaris.

La reflexión, en suma, sobre el terrorismo no sólo es obligada, es propia de las sociedades libres y civilizadas. Pero siempre será una reflexión sobre terreno minado. Sometida al lícito dolor de las víctimas a la locura sangrienta del crimen, a la revancha ciega e igualmente criminal.

La condena indiscriminada del terrorismo no es por eso en absoluto una actitud despreciable o inútil. Aunque esa condena sea en ocasiones farisea, enlaza en la mayoría de los casos con el mejor pensamiento que ha edificado la civilización europea, y que todavía sigue siendo algo más que una palabra o una referencia. Por eso mismo, aunque la respuesta de Sastre a la pregunta con la que comenzó sus artículos sea, a nuestro juicio, inconsistente, creemos que la interrogante que plantea continúa en pie: las causas de la violencia armada en Euskadi y las maneras de eliminarla.. Y el desafío que él mismo lanza a los intelectuales para que opinen debe ser recogido. Las páginas de EL PAIS están abiertas.

Archivado En