Cartas al director

Santiguarse

En EL PAÍS del pasado 4 de septiembre, Francisco Umbral publica un artículo a propósito del viaje de Galicia a Madrid de Amparo Illana. Al leer ese artículo, he quedado extrañadísimo por el hecho de que a Umbral parece ser que le molesta que algunas personas se santigüen antes de emprender un viaje. Dice que es una forma de superstición; que lo hacían anteriores primeras y segundas damas como una señal publicitaria; que «Pablo Neruda tampoco se subía jamás en avión, quizá porque, como era rojo, no le quedaba ni siquiera el chaleco salva almas del santiguamiento»; que «hay miles de españolas y ...

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En EL PAÍS del pasado 4 de septiembre, Francisco Umbral publica un artículo a propósito del viaje de Galicia a Madrid de Amparo Illana. Al leer ese artículo, he quedado extrañadísimo por el hecho de que a Umbral parece ser que le molesta que algunas personas se santigüen antes de emprender un viaje. Dice que es una forma de superstición; que lo hacían anteriores primeras y segundas damas como una señal publicitaria; que «Pablo Neruda tampoco se subía jamás en avión, quizá porque, como era rojo, no le quedaba ni siquiera el chaleco salva almas del santiguamiento»; que «hay miles de españolas y españoles -Miguel Delibes- que temen el avión y tampoco quieren imponer a los demás viajeros el espectáculo de un ritual exterior y religioso que, a nivel de billete turista, se queda en superstición».En primer lugar, no sólo se santiguan «anteriores primeras o se gundas damas». Lo hacían tam bién, y lo hacen, mujeres del pueblo; gente joven (yo no soy todavía un anciano y tengo la costumbre de santiguarme antes de lanzarme al agua del mar o de la piscina); algunos jugadores de fútbol (nacionales y extranjeros) antes de lanzar un penalti, etcétera. Que conste que esto no lo hacemos como «una señal publicitaria», que no quere mos imponer a nadie «el espectáculo de un ritual exterior y religioso»; y que: si posiblemente hay algo de superstición (eso lo acepto en parte porque, efectiva mente, pienso que cuando un fut bolista del Milán, por ejemplo, tira un penalti del que depende la final de la Copa de Europa y se santigua antes de lanzarlo no está pensando en serio que va al bajar san Pedro del cielo a conducir el esférico al fondo de las mallas); el santiguarse es una costumbre inocente, que se hace sin ánimo de molestar a nadie y que nadie debe molestarse por ello, ni siquiera una persona no creyente./

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