El libro en la mano

¿De qué vale aprender a leer si después no se lee? ¿Y no es eso lo que ocurre en España? El español ha aprendido a leer: hace años que han desaparecido los vergonzosos porcentajes de analfabetismo. Pero seguimos siendo un pueblo que no lee. (...)Nos suscitan estas reflexiones las recientes declaraciones de la directora de Bibliotecas Populares sobre la situación de éstas. No puede ser, dice, peor. Ni hay suficientes ni es suficiente el personal. Naturalmente no es la primera persona autorizada que ha denunciado el problema, pero algún dato que facilita no puede ser más esclarecedor. Antes de l...

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¿De qué vale aprender a leer si después no se lee? ¿Y no es eso lo que ocurre en España? El español ha aprendido a leer: hace años que han desaparecido los vergonzosos porcentajes de analfabetismo. Pero seguimos siendo un pueblo que no lee. (...)Nos suscitan estas reflexiones las recientes declaraciones de la directora de Bibliotecas Populares sobre la situación de éstas. No puede ser, dice, peor. Ni hay suficientes ni es suficiente el personal. Naturalmente no es la primera persona autorizada que ha denunciado el problema, pero algún dato que facilita no puede ser más esclarecedor. Antes de la guerra civil, Madrid, que no llegaba al millón de habitantes, tenía siete bibliotecas populares. Pocas, por supuesto. Pero es que ahora Madrid, con cuatro millones de habitantes, sólo tiene diecisiete bibliotecas populares: relativamente al aumento de población, muchas menos. La comparación puede ampliarse a toda la nación. Igual los datos sobre el número de bibliotecarios profesionales, y téngase en cuenta que, como se ha dicho (y es exacto, sobre todo tratándose de las bibliotecas populares), biblioteca sin bibliotecario es como hospital sin médicos. (...)

Al hablar de las bibliotecas populares pensamos principalmente en los niños como sus beneficiarios más interesantes: porque no habrá lectores adultos si no han sido primeramente niños lectores. Y es en esa clase de bibliotecas donde la inmensa mayoría de los niños deberían poderse asomar al mundo mágico de la cultura. Hoy sólo se asoman a él por el cine, la radio o la televisión, que, con todos los respetos, no son generalmente más que ventanas laterales y, demasiadas veces, espejos deformantes. De ningún modo, la puerta abierta de par en par. (...)

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