Dos radicales para hoy

¿Qué tendrá que ver esta historia de los radicales españoles con el cupón de los ciegos? Alguna misteriosa conexión hay porque aires de sorteo extraordinario trae el asunto, como si se rifara la gran esperanza blanca o el único refugio antiatómico en cien kilómetros a la redonda. Desde Eladio García, por la izquierda, hasta Areilza, por la derecha, pasando por todo un vía crucis de políticos desorientados, el número de los radicales aumenta con el dramatismo que suelen acumular esos partidos políticos que desde sus orígenes tienen tantos secretarios generales presuntos como votantes potenciale...

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¿Qué tendrá que ver esta historia de los radicales españoles con el cupón de los ciegos? Alguna misteriosa conexión hay porque aires de sorteo extraordinario trae el asunto, como si se rifara la gran esperanza blanca o el único refugio antiatómico en cien kilómetros a la redonda. Desde Eladio García, por la izquierda, hasta Areilza, por la derecha, pasando por todo un vía crucis de políticos desorientados, el número de los radicales aumenta con el dramatismo que suelen acumular esos partidos políticos que desde sus orígenes tienen tantos secretarios generales presuntos como votantes potenciales. (...)Pero el radicalismo, tal como se presenta ahora en España, o es un ensayo más de izquierdismo culturalista a unir al aquelarre de miniaparatos burocráticos justificatorios de minisecretarios generales, o es una operación de marketing para políticos insuficientemente colocados. La misma denominación política «radical» tiene insuperables ambigüedades de origen. Radicales fueron Lerroux y Herriot. El primero hizo méritos para pasar a la historia de la delincuencia histórica y el segundo fue un honesto masón que nunca creyó en las apariciones de la Virgen de Bernadette. Lerroux fue franquista hasta su muerte (aunque Franco no le dejaba) y Herriot fue, consecuentemente, antifranquista.

Los radicales italianos son otra, cosa. Son gente ilustrada y sensible ante la grosería de la izquierda establecida. Pero son difíciles de imitar. Por ejemplo, no me imagino a los presuntos radicales españoles centrados haciendo propaganda del porro o de las relaciones sexuales por detrás y por delante, porque nuestros presuntos radicales son gente muy puesta y han estudiado en El Pilar o en los escolapios caros, cuando no han caído sobre la política española catapultados desde la Universidad de Deusto o desde altos colegios de alta montaña suiza. ( ... )

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