Cartas al director

Jaen Paul Sartre

Mi mujer me ha despertado a las siete de la mañana para decirmePasa a página 10

Viene de página 9

que Sartre había muerto. Bajo está humana pesadumbre, he leído en EL PAIS: « Murió Jean Paul Sartre, padre del existencialismo contemporáneo». El título y el tratamiento tipográfico de la noticia son sorprendentes desde varios puntos de vista. En 1960, hace ya veinte años, leíamos a hurtadillas, en ediciones semiclandestinas, La náusea, El diablo y Dios, Las moscas. En la prensa franquista de entonces no se ignoraba a Sartre: simplemente se le prohibía. Se difund...

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Mi mujer me ha despertado a las siete de la mañana para decirmePasa a página 10

Viene de página 9

que Sartre había muerto. Bajo está humana pesadumbre, he leído en EL PAIS: « Murió Jean Paul Sartre, padre del existencialismo contemporáneo». El título y el tratamiento tipográfico de la noticia son sorprendentes desde varios puntos de vista. En 1960, hace ya veinte años, leíamos a hurtadillas, en ediciones semiclandestinas, La náusea, El diablo y Dios, Las moscas. En la prensa franquista de entonces no se ignoraba a Sartre: simplemente se le prohibía. Se difundían las opiniones del lamentable Papini: Sartre, portero de letrinas, detritus de la miseria cultural de Europa, producto de las cloacas de la civilización. Pero su obra era anatematizada, retirada del alcance de las jóvenes generaciones que podían contaminarse con aquel producto cultural de la decadencia europea. Equiparado a la inmoralidad, al ateísmo, a la democracia. Hoy, para los que vivimos y sufrimos aquellos años, es, en primer lugar, un acto de estricta justicia que la noticia de su muerte ocupe un espacio privilegiado en la portada de un diario, ya que no pudo ocuparlo la noticia de su vida. La locura solitaria de la lectura de Sartre queda así asumida como razón colectiva, contra la indigencia cultural miserable del franquismo.

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¿Es Sartre, solamente, el padre del existencialismo? Ni mucho menos. Sartre no es sólo el autor de El ser y la nada. Es también autor de un juicio como este: «El marxismo es la filosofía insuperable de nuestro tiempo». Y es, además, el hombre que lucha contra la institucionalización del comunismo francés, a partir de mayo de 1968. Un insobornable crítico de toda forma de poder establecido. Pero esto hay que silenciarlo. El poder burgués sólo está dispuesto a reivindicar ese «pecado de juventud» de su existencialismo. Sólo glorifica aquello que ya está muerto, lo que es inofensivo, lo que puede ser incluido sin peligro en los libros de texto de bachillerato. Asistiremos ahora, a no dudarlo, en la reabsorción de un Sartre asépticamente «humanista», intento que fracasó en vida del filósofo cuando rechazó el Premio Nobel. ¿Quién podrá evitar hoy, una vez muerto, que la burguesía le convierta en un inocente producto cultural? /

Profesor de Filosofía.

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