RELIGION

Dos obispos chinos rompen su silencio sobre el Vaticano

Estudió con los padres agustinos españoles desde los once a los veinticuatro años (ahora tiene setenta). Se acuerda aún de alguna palabra en español. Se llama Miguel Yang-Kao-Tia, y fue consagrado obispo en China por monseñor Heraldo, de paisano y corriendo, en 1950, antes de dejar el país. Se trataba de asegurar la continuidad de la sucesión apostólica al empezar la revolución de Mao. De hecho, monseñor Heraldo fue uno de los últimos obispos chinos reconocidos por el Vaticano.El obispo Yang-Kao-Tia, por primera vez, ha levantado el misterio de una Iglesia que el Vaticano considera cismática, ...

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Estudió con los padres agustinos españoles desde los once a los veinticuatro años (ahora tiene setenta). Se acuerda aún de alguna palabra en español. Se llama Miguel Yang-Kao-Tia, y fue consagrado obispo en China por monseñor Heraldo, de paisano y corriendo, en 1950, antes de dejar el país. Se trataba de asegurar la continuidad de la sucesión apostólica al empezar la revolución de Mao. De hecho, monseñor Heraldo fue uno de los últimos obispos chinos reconocidos por el Vaticano.El obispo Yang-Kao-Tia, por primera vez, ha levantado el misterio de una Iglesia que el Vaticano considera cismática, pero que, como ha reconocido el arzobispo de Viena, cardenal König, después de su reciente visita a China, «no ha perdido nunca la sucesión apostólica»; es decir, todos los obispos y curas que hoy existen en China son auténticos curas y obispos católicos, aunque cismáticos.

En una entrevista concedida al Famoso vaticanista de la Radiotelevisión Italiana Gregorio Donato, y que será transmitida hoy por el GR-1, el canal de inspiración socialista. El anciano obispo lanza acusaciones muy duras contra la jerarquía vaticana de los difíciles tiempos de la revolución cultural de Mao.

EL PAIS es el primer diario que publica, por concesión del periodista italiano, las palabras de Yang-Kao-Tia, obispo de Pekin. «Mientras nuestro pueblo se encaminaba hacia la liberación», afirma el anciano obispo, «el Vaticano incitaba a nuestros sacerdotes a una cruzada anticomunista y al martirio, separando de este modo a los sacerdotes de su pueblo.»

«Con nuestro gesto», afirma en otro pasaje de su entrevista, «conseguimos salvar a nuestro catolicismo del seguro suicidio al que el anticomunismo vaticano lo había condenado.» Y añade: «Si hoy existen aún sacerdotes verdaderos en China se debe a aquel gesto de desobediencia al Vaticano. »

También el nuevo obispo de Pekín, Fu-Tie-San, ha roto su silencio, y por primera vez ha aceptado hablar de los problemas de la Iglesia de China con Roma. En una entrevista al mismo periodista de la RAI, afirma sin tapujos que las condiciones para un acercamiento a Roma son muy concretas: «Lo haremos», dijo textualmente, «a condición que el Vaticano respete la independencia y la autogestión de la Iglesia china, porque los católicos chinos no toleran intervenciones extranjeras.»

El nuevo obispo de Pekín, cuando fue nombrado en las Navidades pasadas sin consultar a Roma, no fue excomulgado por Juan Pablo II, como le había acaecido a Tau-Shu-Lan, obispo de Shanghai en 1958. Pero, al parecer, esto no le basta para una reconciliación.

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