La huelga del Metro colapsó el sur de Madrid

Los problemas de tráfico y transporte vividos ayer en Madrid, por efecto de la huelga del Metro, fueron menores de lo que se había temido, gracias al plan de emergencia puesto en práctica por el Ayuntamiento. No obstante, las medidas municipales, consistentes básicamente en el refuerzo de las líneas de superficie, no pudieron impedir los atrasos en las horas punta, principalmente en la zona sur de la capital. Esto provocó, en muchos casos, importantes retrasos en la incorporación al trabajo. Como contraste, cabe señalar que los taxistas no hicieron su agosto, porque la mayoría de los madrile...

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Los problemas de tráfico y transporte vividos ayer en Madrid, por efecto de la huelga del Metro, fueron menores de lo que se había temido, gracias al plan de emergencia puesto en práctica por el Ayuntamiento. No obstante, las medidas municipales, consistentes básicamente en el refuerzo de las líneas de superficie, no pudieron impedir los atrasos en las horas punta, principalmente en la zona sur de la capital. Esto provocó, en muchos casos, importantes retrasos en la incorporación al trabajo. Como contraste, cabe señalar que los taxistas no hicieron su agosto, porque la mayoría de los madrileños prefirió aguantar en las paradas de los autobuses, incluso durante horas. Como consecuencia de la huelga, el Metro, cuyo servicio se reanudará hoy, dejó de ingresar trece millones.

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Aluche, Santa María de la Cabeza, Legazpi y el paseo de Extremadura fueron, entre otros, los puntos en los que se registraron mayores atascos de tráfico, en especial a primeras horas de la mañana y últimas de la tarde. Las vías de acceso a esta zona comenzaron a sufrir desde las 7.30 de la mañana las consecuencias de la huelga de Metro, ya que los habitantes de Móstoles, Alcorcón, San José de Valderas, Cuatro Vientos y Los Angeles optaron por dirigirse en ferrocarril hasta Aluche y desde allí tomar uno de los autobuses puestos por el Ayuntamiento o salir ya desde su lugar de residencia en automóvil.La coincidencia de los vehículos que normalmente recorren este itinerario con los que ayer fueron utilizados de forma especial y con los citados autobuses, motivó que en algunos puntos las caravanas fueran la tónica general. Como ejemplo de esta situación, una carrera de taxi como la de Aluche a plaza de España, que cuesta unas 250 pesetas, ayer venía a salir por unas 620, mientras que de San Ignacio de Loyola a la calle Zurbano el taxímetro, a primeras horas de la mañana, no bajó de las seiscientas pesetas.

Si las carreteras de entrada al sur de Madrid comenzaron pronto a verse saturadas, las confluencias dentro de la capital registraron un gran colapso en las horas punta, a pesar de los esfuerzos de la Policía Municipal.

Sobre las diez de la mañana, la intensidad del tráfico empezaba a decrecer, excepto en zonas como Bailén, puente de Toledo o plaza de España, las demás calles registraban cierta normalidad,

Con respecto al transporte en la zona Sur, las dos líneas que comenzaron a actuar a las 6.30 de la mañana y terminaron a las diez de la noche, con autobuses privados puestos por el Ayuntamiento, lograron disminuir el problema del transporte, aunque no hacerlo desaparecer. Otras personas prefirieron trasladarse a Madrid en un taxi que, en la mayoría de los casos era tomado entre varias personas que no se conocían.

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Excepto los problemas originados en esta zona, que, en los últimos años ha protestado reiteradamente por la deficiente infraestructura de transporte con la que cuenta y que paulatinamente se mejorará gracias a los ferrocarriles de cercanías, el resto de la capital se vio afectada, aunque en menos medida de lo que se temía.

El refuerzo de veintidós líneas, con setenta autobuses más, y el alargamiento de las cabeceras de las líneas de autobuses que aceden a Madrid desde los pueblos y urbanizaciones de la periferia, permitido por la Jefatura Regional de Transportes Terrestres, consiguió que ciertas arterias que cruzan Madrid de lado a lado no sufrieran más que en una mínima parte la paralización del Metro.

El resto de las líneas de autobuses se vieron a ciertas horas desbordadas. En las cabeceras o paradas finales se podía, subir al autobús después de esperas bastante largas, pero en las paradas intermedias la cosa resultaba poco menos que imposible, ya que los vehículos, cargados hasta los topes en la primera parada, no se detenían. El desplazamiento de algunos autobuses vacíos a las paradas en que se registraban mayor concentración de usuarios logró disminuir las protestas de unos usuarios que en una gran parte compraban billetes después de preguntar su precio, al serles desconocido.

Los taxistas, por su parte, no hicieron el negocio que esperaban, ya que se encontraban con que dentro del casco urbano sus vehículos no eran alquilados a pesar de las numerosas personas que esperaban en la parada de autobús. Las únicas oportunidades que tuvieron a lo largo del día fueron a primera hora de la mañana y a última de la tarde, en que los habitantes de las zonas periféricas utilizaron este transporte para trasladarse.

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