Cartas al director

La muerte de Martín- Peña

En relación con el artículo aparecido el domingo 24 de febrero en este periódico, y titulado «La clave del asesinato de Martín-Peña puede estar en sus relaciones empresariales», quisiéramos hacer algunas aclaraciones y puntualizaciones.De la lectura de algunos párrafos del antedicho artículo pudiera desprenderse la hipótesis de que Carlos Serna Antón, fallecido hace escasas semanas, pudiese haber estado acompañado de otra persona, en la calle General Mola, 82, sobre la medianoche del 5 de octubre de 1978, justo en el momento en que asesinaron a Rafel Martín-Peña.

Es de hacer constar que...

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En relación con el artículo aparecido el domingo 24 de febrero en este periódico, y titulado «La clave del asesinato de Martín-Peña puede estar en sus relaciones empresariales», quisiéramos hacer algunas aclaraciones y puntualizaciones.De la lectura de algunos párrafos del antedicho artículo pudiera desprenderse la hipótesis de que Carlos Serna Antón, fallecido hace escasas semanas, pudiese haber estado acompañado de otra persona, en la calle General Mola, 82, sobre la medianoche del 5 de octubre de 1978, justo en el momento en que asesinaron a Rafel Martín-Peña.

Es de hacer constar que Carlos Serna Antón estaba el 5 de octubre, a las 12.30 de la noche, en la ciudad de Sevilla, circunstancia ésta que consta en el sumario abierto por la muerte de Rafael Martín-Peña, y acreditada por múltiples declaraciones de 'c.tras personas que, igualmente, se encontraban en Sevilla en la antedicha fecha y hora.

En cuando al hecho de que durante el desarrollo del sumario el señor Serna fuese visto cuando acudía a prestar declaración es, sin duda, cierto, ahora bien, lo que se omite es añadir que asimismo debieron ser vistas infinidad de personas, incluida, como es natural, su propia familia, dado que el procedimiento habitual en la labor de investigación propia de un sumario por supuesto asesinato, sea el de tomar declaración indagatoria a todos aquellos que directa o indirectamente conociesen a la víctima, y es indudable que Carlos Serna Antón la conocía desde hace muchos años, manteniendo relaciones de íntima amistad.

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Es, asimismo, importante puntualizar que los intereses de Carlos Serna y de Rafael Martín-Peña Manrique no dejaron, salvandológicas discrepancias, de estar en comunidad durante ningún momento. Siendo de resaltar que el día de su muerte comentó Rafael Martín-Peña con determinados miembros del consejo de administración su alegría por el apoyo y confianza de que era objeto por parte de Carlos Serna. Siendo, además, absurdo el planteamiento que se hace en el mencionado artículo, por cuanto que Rafael Martín-Peña era, además de amigo de infinidad de años, el abogado encargado de todos los asuntos legales del señor Serna Antón, con lo que su asesinato lo perjudicó considerablemente.

Resultará, por otra parte, sorprendente a las personas que conocieron a Carlos Serna Antón que se le tilde, en el citado reportaje, como persona provinciana, tosca en su manera de expresarse o extravagante en su forma de vestirse. Siendo no menos sorprendente para el que suscribe que la ilusión suprema de Carlos Serna Antón consistía en comprarse un avión, por cuanto este medio de locomoción, del que debido a sus múltiples ocupaciones no tenía más remedio que hacer uso, no le gustaba nada.

Es triste ver vinculado el nombre de Rafael Martín-Peña a determinados asuntos escabrosos, tales como contrabando internacional de armas, el socorrido caso Matesa o contratación y reclutamiento de guardaespaldas. Ciertamente no conseguimos explicarnos las fuentes de información de donde vienen tales noticias.

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