Cartas al director

Desencanto religioso

Los obispos holandeses habían ejercido en el Sínodo celebrado en Roma una defensa de su pueblo. En aquella defensa habían manejado un concepto de pueblo nada veterotestamentario ni tampoco romántico. Ese pueblo elaboraba una crítica valiente y lúcida; era incómodo y crecía en la base lejos de las dependencias y fugas inmaduras, pero con una participación liberadora. Pero Roma no es horno para estos bollos. Y llegó el desencanto.Aunque el Papa habló de un triunfo, los obispos se marcharon sabiendo que lo más difícil viene ahora. Por lo demás, ya muchos han denunciado la rendición de los holande...

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Los obispos holandeses habían ejercido en el Sínodo celebrado en Roma una defensa de su pueblo. En aquella defensa habían manejado un concepto de pueblo nada veterotestamentario ni tampoco romántico. Ese pueblo elaboraba una crítica valiente y lúcida; era incómodo y crecía en la base lejos de las dependencias y fugas inmaduras, pero con una participación liberadora. Pero Roma no es horno para estos bollos. Y llegó el desencanto.Aunque el Papa habló de un triunfo, los obispos se marcharon sabiendo que lo más difícil viene ahora. Por lo demás, ya muchos han denunciado la rendición de los holandeses en Roma y la manipulación de ese Sínodo.

Es verdad que existen en la Iglesia peticiones desde abajo de apoyo y dirección y, por otra parte, intentos nunca abandonados de arriba de estructurar la Iglesia haciendo hincapié en los procedimientos. ¿Subyace en todo esto la ya clásica desconfianza de la jerarquía en la fuerza de la fe vivida en las bases más sencillas y pobres?

Si los obispos holandeses se someten, figúrense a una Conferencia Episcopal como la española, cuyos documentos publicados siguen una línea muy titubeante y nada propia. Además, ahí están esas felicitaciones enviadas a, los obispos más conservadores y tantas otras cosas manipuladas, piensan algunos que por el Opus, con una influencia ahora espectacular en Roma.

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Una unidad construida desde arriba no podrá evitar la escisión de la Iglesia. Ni las presiones sobre Tarancón, ni el post-taranconismo, con un Díaz Merchán al frente -obispo, por otra parte, conciliador y listo-, lograrán que desaparezca la frustración en este repliegue eclesial y hacernos nadar en la cohesión y en la confraternidad cristiana.

La curia romana, que logró raptar el espíritu de Juan XXIII y Pablo VI, papas de fe también liberales y dejados solos como la una, ¿obtendrá la adhesión de los jóvenes, que ya no viven nuestras pasadas frustraciones sexuales, sino una frustración existencial, y que demandan hoy el sentido para su propia existencia? Me temo que les suene a chino todo esto.

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