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Bob Beamon,

el hombre del salto milagroso, pasó por Madrid. Llegó para recoger el As de Oro que le otorgó ayer el diario deportivo madrileño. Estaría dispuesto a trabajar por el atletismo español, «pero siempre con un mínimo de 280.000 pesetas al mes». Ahora vende fincas en Estados Unidos. Sus 8,90, o lo que es lo mismo, saltar tres 600 puestos en línea, quedaron atrás como un desafío para la humanidad. Quizá el atleta llamado a batir este récord mundial aún no haya nacido.Año 1968, en México. Un atleta de color, norteamericano, llegó a la final olímpica con cartel de favorito, merced a los 8,33 qu...

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el hombre del salto milagroso, pasó por Madrid. Llegó para recoger el As de Oro que le otorgó ayer el diario deportivo madrileño. Estaría dispuesto a trabajar por el atletismo español, «pero siempre con un mínimo de 280.000 pesetas al mes». Ahora vende fincas en Estados Unidos. Sus 8,90, o lo que es lo mismo, saltar tres 600 puestos en línea, quedaron atrás como un desafío para la humanidad. Quizá el atleta llamado a batir este récord mundial aún no haya nacido.Año 1968, en México. Un atleta de color, norteamericano, llegó a la final olímpica con cartel de favorito, merced a los 8,33 que tenía acreditados. En su primer salto se fue hasta los 8,90 metros, 55 centímetros más lejos que el récord mundial. «Fue un día especial», dice Beamon; «simplemente tuve suerte, pero no fue un milagro, porque ya tenía una marca importante.» Doce años después, el hombre sólo ha llegado a acercarse a 38 centímetros de Beamon.

La popularidad es el mayor beneficio que ha sacado Beamon a su salto. De dinero, poco, y tiene que buscarse con el trabajo el sustento de su reducida familia, sólo su esposa iraní. No es millonario y lo dice con un expresivo gesto, mirándose las ropas. Su futuro puede estar en España. Tiene experiencia como entrenador, porque, en Estados Unidos ha trabajado con atletas de triple salto. La primera petición es de un cuarto de millón, aunque todo se hablaría. Desconoce los mejores saltadores españoles, pero está convencido de que una buena dirección a un atleta que a los dieciocho años salte 8,09 -caso de Corgos- puede llevarle, en breve, a saltar 8,40.

Beamon concede grandes posibilidades a que el boicot a los Juegos de Moscú pueda ser realidad. No está a favor de las medidas de Carter, «pero hay mucho que hablar sobre el tema, y uno de los puntos es que no le servirá al actual presidente el boicot para triunfar en las próximas elecciones, que ganará Kennedy». Su amigo Clay, en cambio, es favorable al boicot, y ello le ha costado serias diferencias con el ex boxeador, pese a que tienen muchas cosas en común, por ejemplo, la modestia: «Yo no soy el más grande, pero Clay no ha sido tan bueno como yo, aunque cada uno tengamos nuestro estilo y sean difíciles las comparaciones.»

Este hombre, que afirma no saber cuándo se batirá su récord, proseguirá ahora su peregrinar por el mundo en busca de a quién enseñar sus experiencias. En agosto cumplirá 34 años. Delgado, alto, con sus enormes piernas, si se vistiera de corto, no daría la sensación de ser un atleta que ya hace muchos años que dejó el atletismo. Pero no volverá a las pistas.

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