La "Feria Mágica", una insólita experiencia de teatro-fiesta infantil

Unos 5.000 niños han tenido estos días en Madrid la ocasión de penetrar por primera vez en un mundo de imaginación y fantasía a su medida, de participar en un espectáculo en el que ellos eran los principales protagonistas: la Feria Mágica, una experiencia inédita de teatro festivo infantil montado en el Gayo Vallecano, con ocasión de las fiestas navideñas, sobre una idea de Luis Matilla, realizada por un equipo de actores coordinados por Juan Margallo y subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid, que, a través de su Delegación de Acción Vecinal, organizó un servicio de autobuses para llevar a...

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Unos 5.000 niños han tenido estos días en Madrid la ocasión de penetrar por primera vez en un mundo de imaginación y fantasía a su medida, de participar en un espectáculo en el que ellos eran los principales protagonistas: la Feria Mágica, una experiencia inédita de teatro festivo infantil montado en el Gayo Vallecano, con ocasión de las fiestas navideñas, sobre una idea de Luis Matilla, realizada por un equipo de actores coordinados por Juan Margallo y subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid, que, a través de su Delegación de Acción Vecinal, organizó un servicio de autobuses para llevar a la Feria a grupos de niños procedentes de diversos distritos de la ciudad.

La anunciada asistencia del alcalde de Madrid, Enrique Tierno, a la última representación de la Feria Mágica, que se celebró ayer en el Centro Cultural de Vallecas, sería broche de oro de este interesante montaje de teatro infantil en el que han trabajado actores de diversos grupos: Inutensilios Varios, La Tartana o del propio Gayo Vallecano.Todo era imprevisto en la Feria Mágica. Sin butacas ni escenarios convencionales, «ni grandullones que se precipitaran hacia las primeras filas en busca de los mejores sitios», como decía el programa Nada más atravesar la puerta del castillo medieval, engalanada con gallardetes, que daba entrada a la Feria, instalada en los locales del Centro Cultural Fuenteovejuna del barrio de Vallecas, comenzaban las sorpresas, los sueños, las aventuras. Tampoco había que pasar por la ventanilla. El único requisito para acceder a los cinco países mágicos que contenía era no haber cumplido los doce años o por lo menos, demostrar que se conservaba viva la capacidad de asombro, de identificación de dejarse seducir por las provocaciones al juego, a la fantasía y a la creación; capacidad, por otra parte, necesaria para disfrutar de todos los ingredientes de la fiesta y tomar parte en la gran cacería final.

Desde competir en un torneo en calidad de caballo o caballero a intentar convertirse en gigante aprendiendo a andar sobre zancos o descubrir en la cueva de la música los increíbles sonidos que pueden producir los instrumentos más insólitos, como cortinas de cañas racimos de globos o láminas metálicas; la Feria sugería al niño múltiples formas de participación de montar su propio espectáculo y, al mismo tiempo, aprender cosas interesantes, como construir un muñeco con los mínimos medios materiales o manejar una cámara de televisión.

Los países imaginarios

Unos quinientos niños, entre los seis o siete y doce años, asistieron por término medio a cada función, que duraba más de tres horas, sin interrupción ni aburridos descansos. Algunos procedentes del propio barrio de Vallecas y, otros de puntos más o menos distantes y periféricos: San Blas, Hortaleza, Villaverde, Chamberí, Ciudad Lineal, Arganzuela o Salamanca.Cada día, la Feria se dedicó a dos distritos de Madrid, de donde, a las diez de la mañana, partían sendos autobuses del Ayuntamiento, que transportaban a un grupo de niños residentes en ellos, a cargo de un representante de la zona. Una vez llegados al recinto mágico, del que los adultos estaban excluidos, se formaban pelotones de aproximadamente cien muchachos que, Guiados por los cinco actores-personajes principales de la obra, recorrían sucesivamente cinco espacios escénicos: el país de los gigantes, el de los muñecos, el de los torneos, de las sombras e imágenes y el país de ¡a música, hasta converger todos juntos en la gran cacería de la fiera, anécdota conductora, leit motiv de la obra y motivación fundamental que ofrecía la Feria Mágica para integrarse en los mil y un juegos, invenciones y diversiones varias que llevaran a la localización de la fiera.

Los personajes de la "Feria"

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Porque hay que saber que «una gran fiera anda suelta y todos desean localizarla por motivos aparentemente humanitarios». Cucharón, sumo cocinero de los lujosos restaurantes y expresos europeos, Lady Brillantina, enloquecida millonaria que pretende ofrecer a la fiera los servicios rehabilitadores de la Fundación de Damas Desocupadas (FDD), que ella misma preside; Cañoncito Pum, el mariscal más canijo de todos los tiempos, que quiere convertirla en su ayudante de campo; Estrellísima, bella debutante en el mundo del espectáculo, con vocación frustrada de star, vamp y diva, que sueña con encontrar la bestia que ponga en máximo relieve sus encantos y, por último, Salacot, célebre explorador de las selvas televisivas, «descubridor de lo indescubrible», al que mueven oscuros fines seudoecológicos y de protección del fierístico patrimonio.

Estos son los inconfundibles personajes que dirigen la busca y captura de la fiera a través de los cinco espacios-países en los que. con plena autonomía física, pero en sucesión de continuidad e interdependencia, se desarrolla el intenso contenido de la fiesta-espectáculo.

Primero, en el país de los gigantes, que en su elevado nivel se saben a salvo de los posibles ataques de la fiera, hay que intentar crecer hasta la altura de sus ojos a base de andar con zancos o trepar por cuerdas; en el reino de los muñecos se encuentran las primeras falsas fieras que hay que saber distinguir de la única y auténtica; en la cueva de la música se experimenta para producir el sonido «cósmico, silencioso y armónico» capaz de convocar a la fiera, y en el de las imágenes se proyecta iluminarla con la linterna mágica en el mundo de las sombras chinescas. Un recreo o paréntesis medieval en la búsqueda es el país de los torneos, ,donde dos absurdos caballeros se enfrentan en lance de amor por una ridícula dama que declama versos. En este espacio es donde se convocan torneos de caza de anillas, tomadas a la carrera por medio de largas lanzas, competiciones de tiro al arco y otras pruebas atlético-deportivas en las que niños y niñas deberán participar sin discriminación.

Por fin, cuando la fiera es capturada y encerrada en una jaula, sus perseguidores descubren que no es tan mal bicho como se pensaba, sino que en realidad se trata de un hombre tremendamente peludo que, al ser rechazado por la gente normal, no tuvo más remedio que aislarse y defenderse en sufiereza. Al darse cuenta de ello, y cuando el pretendido monstruo empieza a perder su cubierta capilar, que lo prestigia como tal, los cazadores abandonan sus proyectos de utilización y todos, los niños y la ex fiera, entonan la canción que pone feliz punto final a la costosa búsqueda: «Lo que nosotros no hagamos. nadie en nuestro lugar hará», dice una de las estrofas.

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