135 muertos, balance oficial de la reconquista de La Meca

El ministro saudí del Interior, principe Naef Ben Abdel Aziz, reveló el martes por la noche que 75 «rebeldes» y sesenta guardias nacionales murieron y otros 170 asaltantes fueron capturados en el curso de los enfrentamientos armados que tuvieron lugar en el interior de la Gran Mezquita de La Meca.«Los primeros días los combates fueron difíciles: sesenta guardias nacionales perecieron y otros doscientos resultando heridos», añadió el príncipe en el curso de una conferencia de prensa televisada. El ministro reveló igualmente que la mayoría de los «renegados» eran ciudadanos extranjeros de confes...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El ministro saudí del Interior, principe Naef Ben Abdel Aziz, reveló el martes por la noche que 75 «rebeldes» y sesenta guardias nacionales murieron y otros 170 asaltantes fueron capturados en el curso de los enfrentamientos armados que tuvieron lugar en el interior de la Gran Mezquita de La Meca.«Los primeros días los combates fueron difíciles: sesenta guardias nacionales perecieron y otros doscientos resultando heridos», añadió el príncipe en el curso de una conferencia de prensa televisada. El ministro reveló igualmente que la mayoría de los «renegados» eran ciudadanos extranjeros de confesión islámica: egipcios, sur y noryemanitas, paquistaníes, kuwaitíes y magrebíes.

Preguntado sobre la naturaleza de las armas utilizadas, el emir Naef, que dirigió personalmente las operaciones, indicó que eran heterogéneas. «Hemos recuperado algunos fusiles de caza y varias armas ligeras», precisó.

Dos películas concluyeron la conferencia de prensa. La primera presentó a uno de los jefes de los «rebeldes» capturados, Jehaymane Ibn Seif Al-Oteiba, del que se creía había conseguido huir. Pelo largo y negro, barbudo, el joven, de menos de treinta años de edad, tenía la apariencia de un estudiante.

La segunda película enseñó un plano general de unos cincuenta prisioneros en cuclillas en una gran habitación, las manos atadas y las cabezas afeitadas. El locutor les deseó «el fuego del infierno y la maldición eterna».

Archivado En