Tribuna:

Las vueltas de fray Bustelo

Cierta vez, viviendo fray Tierno, alcalde y santo, en la misma ciudad enmadroñada que el ya evocado fray Bustelo, hombre de gran santidad, discreción y gracia en hablar de Marx, por lo cual fray Tierno le amaba mucho, al volver fray Tierno de pronunciar en Lavaplés un pregón, colocóse a su lado el dicho fray Bustelo, que, deseando probar la humildad del santo alcalde, se hizo el encontradizo. Casi regañando, le dijo: «¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti?»Fray Tierno le res pondió: «¿Qué es lo que quieres decir, tontuelo?» Fray Bustelo anar dió: «Digo: ¿por qué todo el mundo viene derec...

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Cierta vez, viviendo fray Tierno, alcalde y santo, en la misma ciudad enmadroñada que el ya evocado fray Bustelo, hombre de gran santidad, discreción y gracia en hablar de Marx, por lo cual fray Tierno le amaba mucho, al volver fray Tierno de pronunciar en Lavaplés un pregón, colocóse a su lado el dicho fray Bustelo, que, deseando probar la humildad del santo alcalde, se hizo el encontradizo. Casi regañando, le dijo: «¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti?»Fray Tierno le res pondió: «¿Qué es lo que quieres decir, tontuelo?» Fray Bustelo anar dió: «Digo: ¿por qué todo el mundo viene derechito a ti, «y todas las mujeres gordas parece que desean verte, oírte, tocarte y obedecerte? Maestro, tienes al pueblo en un puño. Más que fray Adolfo, fray Felipe o fray Santiago. Y, sin embargo, tú no eres hermoso de cuerpo, tú no posees juventud, tú no fumas a lo Yves Montand. ¿De dónde viene, pues, que todo el mundo vaya detrás de ti?»

Oyéndole fray Tierno, con una sonrisita que no desmejo raba en nada aquella de Miguel Bosé, levantó la caraal cielo de Madrid, se quitó las gafas y por largo rato estuvo con la mente ida, nadie sabe si por desprecio o embeleso. Después, ya vuelto en sí y en no, se arrodilló, dio gracias y alabanzas a Marx y al Crucificado y con gran fervor se volvió a fray Bustelo, diciéndole: «¿Quieres saber por qué a mí? Como nuestro hermano fray Gómez Llorente, como nuestro adversario fray Alvarez, como mi secretario fray Tamames, queréis saber por qué. Pues bien, esto me viene de los ojos históricos del proletariado, los cuales en todas partes contemplan lo bueno y lo malo. Y como estos ojos justicieros no han visto entre los pecadores ninguno más vil, ni más incapaz, ni más pecador que yo, me han elegido a mí para que se conozca que toda virtud y todo bien proceden de Marx y no de salmantina cátedra. » A todo esto, amigo lector, pasó por allí Miguel Delibes con muchas tórtolas que acababa de cazar en la Dehesa de la Villa e iba a vender al mercado Fray Tierno, que tanta piedad sentía por los animales mansos, se puso a mirar aquellas tórtolas con ojos llenos de compasión. Y dijo al novelista que las llevaba: «iOh, buen Miguel! Yo te ruego que me las des para que estas aves tan mansas, que en la Santa Escritura y en El capital son comparadas a las almas santas y fieles, no vayan a dar en manos crueles, grapísticas o neoforzudas, que, sin dudar, las maten.»

Al instante el cazador, conmovido, dio sus tórtolas al santo alcalde. Este les hizo nidos en el Ayuntamiento, donde comenzaron a poner huevos y criaron sus hijuelos en presencia de los perplejos concejales.

Una tarde, liberados de obligaciones tortoleras gracias a fray Tamames, fray Tierno y fray Bustelo salieron a la plaza Mayor. Llegaron a una salida que daba a tres caminos. Fray Bustelo dijo: «Padre, ¿qué camino debemos seguir?» A lo que contestó fray Tierno: «El que Marx quiera. » Fray Bustelo replicó: «¿Y cómo podremos conocer la voluntad de Marx?» A lo que contestó fray Tierno: «Por la señal que yo te indicaré. Te mando, por el mérito de. la santa obediencia marxista y antifelipista, que en esta encrucijada, sobre el lugar que tienes los pies, des vueltas a la redonda, como hacen los muchachos del SEU con tanto éxito, y no dejes de darlas hasta que yo te lo mande.»

Entonces fray Bustelo comenzó a dar vueltas, y tantas dio, que, turbándosele la cabeza, como suele suceder, vino muchas veces a tierra. Fray Tierno, imperturbable, no le decía que parase; y él, que quería obedecerle fielmente, volvía a levantarse y empezaba de nuevo. Por fin, cuando estaba girando con más fuerza, dijo fray Tierno rudamente: «Párate y no te, muevas.» A riesgo de romperse la crisma, se detuvo al momento; fray Tierno le preguntó: «¿Hacia dónde tienes la cara, cabeza de chorlito?» Contestó, lengua fuera, fray Bustelo: «Hacia la Moncloa.» Tosió fray Tierno y luego dijo: «He aquí el camino por donde Marx quiere que vayamos. »

Y por allí se fueron, como chiquillos, dispuestos a la lucha final.

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