No existe el mercado

Continúan sucediéndose las sesiones carentes de interés, en las que la actividad en los corros resulta reducida a su mínima expresión, mientras que las posturas encontradas, entre papel y dinero, necesarias para realizar los cambios, resultaron francamente exiguas, si bien ayer las pequeñas diferencias se decantaron del lado de las mejoras.Nos encontramos, por tanto, en un momento en el que el mayor problema del mercado es que prácticamente no existe como tal y, si descontamos la expectación en torno al Banco de Santander, la Bolsa se limita a una mera sucesión de los distintos corros, en los ...

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Continúan sucediéndose las sesiones carentes de interés, en las que la actividad en los corros resulta reducida a su mínima expresión, mientras que las posturas encontradas, entre papel y dinero, necesarias para realizar los cambios, resultaron francamente exiguas, si bien ayer las pequeñas diferencias se decantaron del lado de las mejoras.Nos encontramos, por tanto, en un momento en el que el mayor problema del mercado es que prácticamente no existe como tal y, si descontamos la expectación en torno al Banco de Santander, la Bolsa se limita a una mera sucesión de los distintos corros, en los que apenas se escuchan unos susurros, en lugar del voceo con que habitualmente solía ser saludado el inicio de la contratación de cada grupo.

Como antes apuntábamos, la atención de los asistentes ha continuado centrada de forma casi exclusiva en la creciente demanda de títulos del Santander, quien parece confirmar su ampliación de capital, lo que le produce una corriente favorable, hasta el punto de que al cierre continuaba presionando un volumen considerable de órdenes compradoras; pues, a pesar de haber subido el 3%, máximo límite legal autorizado, sólo atendía el 20% de la demanda.

El resto del mercado, un día más, francamente desdibujado, sin apuntar ningún tipo de expectativas concretas, debiéndose el cierto ambiente de contención que se respira más a las posturas expectantes de la oferta que a la entidad real de la demanda, que resulta, insistimos, francamente débil.

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