Cartas al director

Picasso y España

Aunque estoy sustancialmente de acuerdo con el editorial del sábado último sobre Picasso, especialmente por lo que hace a la torpe postura que mantuvo con él el régimen de Franco, deseo recordar algunos datos que maticen la impresión generalizada de que España nunca fue comprensiva con el artista y por esta causa tuvo que desarrollar su genio en el extranjero.En 1896, cuando Picasso tenía sólo quince años, su cuadro «Ciencia y Caridad» fue aceptado en la Exposición Municipal de Barcelona y la prensa local juzgó muy positivamente el cuadro, que al año siguiente fue presentado en Madrid, en la E...

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Aunque estoy sustancialmente de acuerdo con el editorial del sábado último sobre Picasso, especialmente por lo que hace a la torpe postura que mantuvo con él el régimen de Franco, deseo recordar algunos datos que maticen la impresión generalizada de que España nunca fue comprensiva con el artista y por esta causa tuvo que desarrollar su genio en el extranjero.En 1896, cuando Picasso tenía sólo quince años, su cuadro «Ciencia y Caridad» fue aceptado en la Exposición Municipal de Barcelona y la prensa local juzgó muy positivamente el cuadro, que al año siguiente fue presentado en Madrid, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde alcanzó una mención honorífica, y poco después una medalla de oro en la Exposición Provincial de Málaga. Al año siguiente gana en Madrid el concurso de admisión a los cursos superiores de «La Casona», y en 1898, con diecisiete años de edad, es admitido a la Exposición Nacional, consiguiendo una tercera medalla con su cuadro «Costumbres de Aragón», que alcanzará medalla de oro en la provincial de Málaga.

Es verdad que eso no es todo y que no siempre tuvo en España la ayuda que merecía, pero París fue mucho más duro con él, y sin embargo regresaba siempre de nuevo, atraído como por un imán, hasta que triunfó definitivamente. Por ello, más que a causa de la acogida española, que no fue en modo alguno decepcionante, su instalación en París probablemente se debía al extraordinario ambiente creador de aquella ciudad, que siempre ejerció un fuerte atractivo sobre todos los artistas de Europa y aun del mundo.

Aprovecho la ocasión para añadir, de paso, que la estatua existente en la Plaza Mayor de Madrid es la de Felipe III, no la de Felipe IV, como por tres veces al menos se ha dicho en ese diario por algunos comentaristas. La de Felipe IV, una de las más bellas estatuas ecuestres del mundo, en la que colaboraron nada menos que Velázquez, Galileo, Martínez Montañés y Tacca, se encuentra en la plaza de Oriente, a donde creo que no llegaron las manifestaciones nocturnas de la noche de las municipales.

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(Obispo Auxiliar del Arzobispado de Madrid-AIcalá)

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