Cuatro razones de la lucha antiinflacionista

Las razones de una lucha antiinflacionista son múltiples y todas confluyen en el mismo punto: la inflación no es nunca gratuita. Es un proceso con costes claros y elevados para la sociedad que la padece. No hay argumentos capaces de probar que una sociedad gane con la inflación, pero existen desgraciadamente posibilidades para que grupos concretos de esa sociedad, sin compartir los deberes de solidaridad, consigan ventajas particulares con el alza de precios, lo que agrava y no disminuye los costes sociales de la inflación.Cuatro son las grandes partidas en las que estos costes s...

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Las razones de una lucha antiinflacionista son múltiples y todas confluyen en el mismo punto: la inflación no es nunca gratuita. Es un proceso con costes claros y elevados para la sociedad que la padece. No hay argumentos capaces de probar que una sociedad gane con la inflación, pero existen desgraciadamente posibilidades para que grupos concretos de esa sociedad, sin compartir los deberes de solidaridad, consigan ventajas particulares con el alza de precios, lo que agrava y no disminuye los costes sociales de la inflación.Cuatro son las grandes partidas en las que estos costes sociales de la inflación se materializan:

La competitividad de la economía frente al resto del mundo.

Más información

El nivel de los tipos de interés.

La cuantía de los excedentes empresariales y las oportunidades de inversión y empleo.

La cohesión y solidaridad de una sociedad.

Inflación relativa y competitividad de la economía

Las distintas economías nacionales han intentado la salida de la crisis mediante un proceso de ajuste en el cual la exportación desempeñase un papel de protagonista. Ningún país con un déficit energético y de materias primas puede corregir su situación económica sin exportar más. En la medida en la que una economía padece un grado de inflación relativo mayor que el de sus competidores se verá constantemente desplazada del mercado internacional. Las correcciones de los tipos de cambio para ganar la capacidad de competencia que se pierde por el alza de los precios será un remedio momentáneo porque el tipo de cambio devaluado agudizará el proceso inflacionista, si éste no se corrige actuando sobre las causas profundas que lo originan.

Cuando esta reflexión general se proyecta sobre la situación española puede afirmarse que hay motivos claros de preocupación. Los países de la Comunidad Económica Europea han rebajado su tasa de inflación del 9,9% en diciembre de 1977 al 7% en octubre de 1978, es decir, la han reducido a un nivel del 70%. Países concretos como Reino Unido y Alemania han logrado reducciones drásticas que, en el caso de Alemania, supone la práctica estabilidad de los precios (2,4% noviembre de 1978 sobre noviembre de 1977). Incluso Italia ha realizado un esfuerzo considerable hasta lograr reducir su inflación desde el 17% en diciembre de 1977 al 11,5% en octubre del pasado año. La tasa de inflación española superaba todavía en octubre en el 138% a la inflación del Mercado Común Europeo. Esa diferencia relativa de precios ha hecho que las exportaciones españolas perdiesen competitividad a lo largo del actual ejercicio respecto de la situación en que las exportaciones estaban en julio del pasado año. Pérdidas de competitividad que pueden cifrarse en un 5% con respecto al mundo y en un 9,2% con respecto a la Comunidad Económica Europea. La conclusión es clara: o España reduce sus diferencias en el grado de inflación con los países con los que como pite en el mercado internacional, o no realizará el indispensable ajuste de su balanza de pagos que reclama la superación de la crisis económica.

Inflación y tipos de interés

Una economía con un grado intenso de inflación tiene que padecer tipos de interés mayores. Esta afirmación constituye una vieja conclusión sentada por Irving Fisher en 1896. Fisher afirmaba que el tipo de interés en cualquier sociedad se calcula por un tanto por ciento fijo determinado por causas reales más un porcentaje variable estimado en función del grado esperado de inflación. La mayoría de los economistas siguen creyendo que la afirmación de Fisher era cierta y los años transcurridos desde que realizara esta afirmación han comprobado la veracidad de su aserto. La inflación tiende a elevar los tipos de interés porque tiende a aumentar el índice esperado de inflación. De aquí que más inflación se corresponda con más interés. El tipo de interés es un precio de importancia decisiva para condicionar las inversiones en la sociedad y no puede extrañar que una sociedad inflacionista sea una sociedad con limitadas posibilidades de inversión porque la marea creciente de los tipos de interés, impulsada por los precios, tiende a ahogar la viabilidad de los proyectos de inversión que en esa sociedad puedan formularse, ya que difícilmente los rendimientos relativos de estos proyectos pueden atender al pago de los intereses crecientes y a la devolución de los préstamos.

Basta mirar a la sociedad española actual para darse cuenta de que el crecimiento de los tipos de interés se ha convertido en uno de los problemas más importantes del momento. El nivel de los tipos de interés está impidiendo la realización de las inversiones internas, está atrayendo capital especulativo del exterior, que dificulta el control monetario y está paralizando el funcionamiento de la bolsa de valores.

Ahora bien, no será posible reducir los tipos de interés y mitigar las consecuencias, que éstos ocasionan sin reducir el nivel de inflación. Por eso, la lucha antiinflacionista tiene un carácter prioritario para lo generación de un empleo estable y duradero.

Inflación de costes y excedentes de las empresas

Una inflación de costes como la que España padece tiene un reflejo importante en la retribución de los factores productivos y en la cuantía del excedente de las empresas. El alza de los costes de trabajo redistribuye el valor añadido de las empresas en contra del excedente, cuya participación relativa en el valor añadido disminuye en la medida en la que aumenta -sin alzas paralelas en la productividad- el coste del trabajo. Esta caída en el excedente constituye un obstáculo fundamental para la generación de inversión y empleo. El excedente es, al mismo tiempo, uno de los motivos que justifican la realización de las inversiones y una de las bases sobre las cuales se apoya su financiación. Si el excedente de las empresas disminuye a consecuencia del proceso inflacionista, inversión no se recuperará y no habrá posibilidad de aumentar las cifras de empleo.

Solidaridad social, redistribución de la renta e inflación

La inflación abre a todos los grupos sociales una capacidad potencial de ganancia relativa en sus ingresos. Los grupos mejor librados en el proceso inflacionista son los que tienen más capacidad agresiva para conseguir una elevación de sus retribuciones o más capacidad especulativa para multiplicar por inversiones fáciles sus ganancias. Los grupos ganadores en la distribución de rentas que la inflación origina lo son gracias a vicios y no a virtudes: la agresión económica, la especulación organizada. Y esos vicios que la inflación fomenta porque son los que detentan los ganadores del alza de precios consiguen su triunfo a costa de los perdedores en el proceso de inflación: los grupos carentes de capacidad agresiva o los inversores que no tienen potencia especulativa. Las filas de los perdedores se engrosan con personajes que nutren las clases medias del país (los ahorradores modestos, los pequeños y medianos empresarios, los pensionistas, los jubilados, los funcionarias, los perceptores de alquileres y rentas fijas). Clases medias, patéticamente vencidas no por una inflación anónima y distante, sino por una inflación con nombres y apellidos, personalizada, disfrutada y, en definitiva, impulsada por los grupos sociales que de ella se aprovechan. Porque los ganadores de la inflación viven a costa de las clases medias expoliadas, gracias a su fuerza agresiva social, económica o política, o gracias a su poder económico, que le abre las puertas de la inversión especulativa.

Una política económica que asiste pasivamente a este espectáculo y consiente -cuando no alienta- ese trato profundamente injusto de los grupos que la constituyen, está sembrando un extenso malestar social y fomentando una lucha de grupos y clases por trasladar sobre los demás el peso de la inflación. Esta hostilidad entre grupos sociales que la inflación genera rompe la solidaridad y cuartea la cohesión del país, sin cuya concurrencia resulta muy difícil asegurar la paz civil y mantener una convivencia estable.

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