Tribuna:

La acracia recuperada

De la nada a la más absoluta miseria. Ya se sabe. Como todo está mal, como no puede mejorar jamás, huyamos de la miseria absolutizada por obra y gracia de nuestro bautismo verbal y no caigamos en la tentación de actuar. No sería más que remover la mierda. Permanezcamos quietos, erguidos sobre la miseria solidificada, y al menos sentiremos la satisfacción de no mezclarnos con ese amasijo universal de excrementos que es el mundo. Supremos jueces del Todo, dueños ilusorios de nuestra condena universal, sabemos que si obramos haremos mal, perpetuaremos el mal. Sigamos quietos. Los efluvios de nues...

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De la nada a la más absoluta miseria. Ya se sabe. Como todo está mal, como no puede mejorar jamás, huyamos de la miseria absolutizada por obra y gracia de nuestro bautismo verbal y no caigamos en la tentación de actuar. No sería más que remover la mierda. Permanezcamos quietos, erguidos sobre la miseria solidificada, y al menos sentiremos la satisfacción de no mezclarnos con ese amasijo universal de excrementos que es el mundo. Supremos jueces del Todo, dueños ilusorios de nuestra condena universal, sabemos que si obramos haremos mal, perpetuaremos el mal. Sigamos quietos. Los efluvios de nuestra buena conciencia -buena por inmóvil- nos evitan el disgusto de tener que oler a mundo. Ya se sabe también que vivir no es necesario. Es algo perfectamente contingente, desde luego. Pero más lo es filosofar.Los nuevos mártires de la pureza imposible, los apóstoles de la inmovilidad, han decretado la suciedad universal. ¿Mancharse las manos? ¡Qué horror! La nueva acracia romántica que nos invade preconiza la crítica universal del Todo, porque todo es criticable. La conclusión es que no hay más salida que la inmovilidad. Que desgraciadamente es lo mismo que el inmovilismo. No puede uno ni moverse, pues si lo hace será condenado a los infiernos del colaboracionismo. Colaborar con algo es colaborar con el Todo, luego mejor es quedarse quietos, mirar, ver y hablar. Y dejar pasar. ¿Cómo hacer bajar de sus excelsas alturas teóricas a nuestros nuevos filósofos, nueva casta de intocables al acecho del menor movimiento? Ellos pasan de todo para no tener que pasar por nada. Raza de humildes orgullosos, sacerdotes del vacío, negadores de toda fe, y, por tanto, de cualquier acto, ya que no hay acto inocente.

Los viejos anarquistas han sido siempre las víctimas de todos los regímenes. Los nuevos ácratas sobreviven y sobrevivirán a todos los que vengan. ¿Cómo condenarles si no actúan, si no obran, si solamente se limitan a hablar contra la ordinariez de obrar? Su absentismo no desembocará jamás en la negación, sino en el conformismo. Si se totaliza el obrar, nada podrá descabalgar de la razón a la negación universal. Si se toma todo como si fuera el Todo, apaga y vámonos. No hay nada que hacer, pues si hacemos la más pequeña de las cosas estaremos colaborando a la pervivencia de Todo. La condena que nuestros nuevos ácratas nos perpetran no es más que una totalización injusta, un acto totalitario, en nombre de la lucha contra el Todo.

Pero, cuidado: los enemigos del Todo, para no enfrentarse con nada, son quienes mejor utilizan el vocablo de totalitarios. Lo sacan de sus mejores lecturas cada vez que alguien les opone una opinión contraria. Son los que a partir de ahora parecen otorgar marchamo de democracia, tanto más inatacable cuando lo arrojan desde la olímpica pureza de su descompromiso. No pueden dejar de tener razón. Es algo fatal, pues lo saben todo. ¡Cómo! ¿Colaborar en esa merienda de negros? Si lo bueno es la abstención, sóIo con preconizarla se embozan en la más limpia ejecutoria. Basta con decir que quien les ataca es un totalitario más. Los demás heredan la historia sucia. Ellos no heredan, son limpios. El colmo de la. imaginación, alguien llegó a decir que los abstencionistas lo fueron porque se quedaron en casa leyendo a Homero. Pues es verdad: estos predicadores del vacío creen fundadamente que quien no se compromete es porque prefiere leer a Homero. Si ello fuera verdad, España sería el país más culto del mundo; pero la realidad es que estos nuevos ácratas, excomulgadores en nombre de una democracia que ni siquiera se molestan en utilizar, viven en las nubes.

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Basta de ilusiones; nadie os persigue, hermanos, y hablar en el vacío, en nombre del vacío, predicando el vacío, no es precisamente ejercer el compromiso. Todas las formas del mundo no colmarán la nada de vuestros contenidos, que otros rellenarán en vuestro lugar. Sois el pasto de los conformistas, el mantillo donde fructifica el sistema establecido, y en nombre de vuestra crítica total se yergue el Todo que pretendéis no querer, a vuestro pesar. Nada habéis hecho para oponeros a él, en contra de lo que vuestras especulaciones abstractas e inoperantes pudieran haceros creer. Sois las víctimas de Todo por haber creído que combatirlo era oponeros a todo.

Algunos nos acusan de enemigos de la utopía, otros de desestabilizar la acracia. No es oponerse a la legítima aspiración de la utopía el señalarla como tal. Necesitamos utopías, pero utopías activas, que vayan hacia adelante, y los. mártires que cayeron en nombre de las utopías que en el mundo han sido no lo fueron por abstenerse. Murieron por defenderlas. Lo que sucede es que ahora está de moda la utopía negativa, que nada tiene de tal, pues simplemente reclama la pureza y la inocencia para ponerlas al servicio de la nada y del vacío. Nuestros nuevos ácratas inocentes son perfectamente antiutopistas. Se ríen de las utopías, con lo que caen en la misma actitud que los cínicos maniobreros de cualquier «realpolitik» al uso. También pretenden hablar en nombre del realismo, y, efectivamente, así lo hacen: hablan en nombre del realismo de los otros. ¿Cabe mayor locura en nombre de la razón?

Lo de desestabilizar la acracia merece un párrafo Final. ¿Cómo se puede desestabilizar la desestabilización? La acracia, la vieja anarquía, era precisamente la aspiración a desestabilizar todo sistema establecido. Los nuevos ácratas lo único que consiguen es estabilizarlo con su inacción, con su imposible aspiración a una abstención imposible. Pues su abstención no ha sido inútil, en verdad. Ha servido precisamente a sus enemigos, a los mantenedores del Todo que pretenden destruir.

En el fondo, lo que sucede es que se está creando una nueva raza de intocables, con moral de consumo, que operan contradictoriamente al servicio de los intereses que pretenden combatir. Los que recientemente definía como los nuevos extremistas de la nada, que se benefician del prestigio de las formas extremistas para desembocar en la inacción y el conformismo, que no otra cosa es la nada frente al Todo y a todo lo que haya que soportar. Se ha perdido el prestigio de la acción, por mor del principio universal de que a toda acción acompaña siempre no una reacción. sino una frustración. Estas frustraciones dejan inmóviles, no impertérritos, sino petrificados, a estos neoácratas en el vacío. Tremendo orgullo, autodestructor, el que prefiere no actuar para huir de la frustración. La inacción sólo sirve a la acción de los demás.

Entremos, pues, de puntillas y humildemente, en esta nueva academia de la nada. Nos asombraremos de estas perfectas e inútiles construcciones en el vacío, de esta serie de formas que sólo se mantienen en virtud de su consumo, y que en el fondo se limitan a ayudar al sistema consumista. Tanto derroche para nada, tanto esfuerzo gratuito para servir a otros señores. ¿Contradicciones culturales del capitalismo? Estamos en el seno de la principal. El sistema ha recuperado lo que se decía más insobornable, lo que parecía fundamentarse en la irrecuperabilidad más total: la vieja anarquía tan usada, decrépita y malgastada, viene a Venecia a morir frente al mar, sobre la playa húmeda y bajo el cielo gris, teñida de los coloretes de esta nueva rebeldía que nunca terminará, porque jamás se planteará el llegar a ser.

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