Editorial:

El socialismo en Europa

DE LOS DIECIOCHO países de la Europa no comunista, diez están gobernados por socialistas o tienen ministros socialistas en Gobiernos de coalición. En diez países tienen mayoría parlamentaria o el mayor número de diputados; en seis países -entre ellos España- son el segundo partido y se presentan como alternativa de poder; sólo en dos países -Irlanda e Italia- están el tercer puesto, lo que no les ha impedídor formar parte, durante muchos años, de Gobiernos de coalición. El porcentaje de votos alcanzados en las últimas elecciones generales de cada uno de estos países oscila entre un máximo del ...

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DE LOS DIECIOCHO países de la Europa no comunista, diez están gobernados por socialistas o tienen ministros socialistas en Gobiernos de coalición. En diez países tienen mayoría parlamentaria o el mayor número de diputados; en seis países -entre ellos España- son el segundo partido y se presentan como alternativa de poder; sólo en dos países -Irlanda e Italia- están el tercer puesto, lo que no les ha impedídor formar parte, durante muchos años, de Gobiernos de coalición. El porcentaje de votos alcanzados en las últimas elecciones generales de cada uno de estos países oscila entre un máximo del 50% (en Austria) y un mínimo del 10% (en Italia). (El Partido Socialista español ocupa el décimo puesto con un 35%.).No es exagerado decir, ante estos datos, que el socialismo europeo, con todas sus variantes" es una fuerza dominante en Europa y que en el momento en que se planteen las elecciones generales, dentro de la Comunidad, para el Parlamento europeo, puede tener en él una mayoría considerable. Sobre todo si se tiene en cuenta la capacidad internacional, de ayuda mutua, que tienen los partidos socialistas por medio de la Internacional y por continuas entrevistas entre sus dirigentes nacionales: el peso de Gobiernos socialistas en países de mucha fuerza en Europa -la socialdemocracia alemana, el laborismo inglés, etcétera- influye de manera trascendental en la importancia del socialismo europeo. Su movilidad política hacia otras áreas es considerable. Desde las continuas visitas a Yugoslavia, donde la próxima desaparición biológica de Tito hace temer una «rusificación» y hay, por tanto, una necesidad urgente de reforzar el peculiar so

cialismo autogestionario que, por lo menos, no sea hostil a Occidente, hasta las visitas a América, para convertir en lo posible los países que salen de dictaduras hacia formas socialdemócratas, visitas en las que el Partido Socialista español tiene un papel preponderante por razones de afinidad (aunque el resultado adverso de las elecciones de Venezuela haya significado un fracaso incidental).

Los partidos socialistas europeos ofrecen entre sí considerables diferencias. Los hay directa y abiertamente izquierdistas y hasta tocados del viejo penacho revolucionario, como la Unión Socialista Panhelénica, de Grecia, hasta los que sostienen las formas capitalistas de sus países, como el laborista británico o la socialdemocracia alemana (lo cual no quiere decir que los representantes de esas formas capitalistas no prefirieran ver instalados en el Poder partidos más a la derecha). El predominio general es el de estos últimos; es muy difícil ya hacer diferencias entre socialismo y socialdemocracia, desde el momento en que la mayoría de los partidos socialistas han ido alejándose del «socialismo científico» de Marx y de unos principios de nacionalizaciones o de autogestiones que hoy, en general, parecen utópicas. En muchos casos, la mayor o menor inclinación de los partidos socialistas hacia la izquierda está determinada, más que por reflexiones teóricas, por el mayor o menor grado de pobreza de los países en que se definen.

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Cuando fallan, como en Italia, donde el Partido Socialista ha estado colaborando muchos años con la derecha (democracia cristiana, que prefiere el apelativo de centro, pero no responde a él), lo pagan con votos.

La línea general del socialismo o de la socialdemocracia europea se define en algunos puntos. Aparte de las concreciones clásicas de su función (Parlamento en lugar de revolución, transformación de lo que fue partido de clase -obrerista- a partido del, pueblo -bienestar general-; adscripción del socialismo a las formas clásicas de la democracia; oposición a todo totalitarismo; sustitución de la idea de propiedad del Estado por la de control de Estado para la mejor distribución de los bienes; todo ello según la descripción del sociólogo americano Daniel Bell), la coyuntura socialista en Europa se presefita hoy bajo algunos puntos concretos: distanciamiento de los partidos comunistas, aceptación de los principios de la OTAN (con algunas excepciones y silencios), apoyo al independentismo de los países del Este de la presión soviética (Rumania), apoyo a los derechos humanos. En el territorio de cada país, la acción general de los socialistas en el Poder. y la línea programática de los que figuran como alternativa suele consistir en mantener las formas de producción y acentuar un sistema fiscal que contribuya al bienestar común. Esta línea varía, con arreglo a la mayor o menor pobreza del país. Y a la movilidad de la derecha. Soares, en Portugal, que fue pasando de un socialismo revolucionario a una socialdemocracia posibilista, fue cumpliendo todos estos puntos poco a poco, pero la pobreza del país le hizo perder el apoyo popular y la movilidad de la derecha le arrojó del Gobierno.

El riesgo que tiene esta imagen del socialismo-socialdemocracia es el de que las crisis económicas que sufre Europa, y que se acentúan más en unos países que en otros, le haga menos propicio para las clases no privilegiadas, que por otra parte no se sienten amparadas por el eurocomunismo, y que su escasa diferenciación de los partidos llamados de «centro» le quiten, a su vez, una clientela moderada que prefiere definiciones con menos carga histórica adversa. Ese riesgo es para el futuro, y quizá se esté empezando ya a ver: por el momento, en los dieciocho países -como conjunto- de la Europa occidental ocupa una posición política privilegiada, y su acceso al Parlamento europeo, cuando se produzca y si se produce, le puede dar una fuerza muy considerable.

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