Pilar Primo de Rivera, contra Umbral
No tuvo Dios de su mano a Francisco Umbral cuando publicó en EL PAIS del 4 de octubre pasado sus consideraciones sobre mi padre y sobre otras dos personas más, con respecto a los intelectuales. Ni precisa ni oportuna es la alusión a mi padre, como no sea para enaltecer su clarividencia en el juicio exacto que emitió para calificar al por todos admirado don Ramón del Valle-Inclán.En menos palabras no puede definirse con más acierto su personalidad, ni puede expresarse un juicio menos peyorativo al reconocerle como eximio escritor, si bien, extravagante ciudadano, que sin el menor sentido...
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No tuvo Dios de su mano a Francisco Umbral cuando publicó en EL PAIS del 4 de octubre pasado sus consideraciones sobre mi padre y sobre otras dos personas más, con respecto a los intelectuales. Ni precisa ni oportuna es la alusión a mi padre, como no sea para enaltecer su clarividencia en el juicio exacto que emitió para calificar al por todos admirado don Ramón del Valle-Inclán.En menos palabras no puede definirse con más acierto su personalidad, ni puede expresarse un juicio menos peyorativo al reconocerle como eximio escritor, si bien, extravagante ciudadano, que sin el menor sentido de crítica, también lo era. De donde se deduce que con la palabra extravagante no se refería -como quiere hacer ver el autor del artículo- a su categoría intelectual, que la define como eximia, sino a su talante externo que a la vista estaba.
Pero hay gente que para hacerse ver cae en la vulgaridad de arremeter contra personas ya desaparecidas que con sus claros juicios les dieron ciento y raya. Al menos esa era la valoración que del talento clariviaente de mi padre hacía don José Ortega y Gasset, opinión para mí mucho más estimable que "la del autor del artículo.