Cartas al director

Ajedrez y ética

En EL PAÍS de 31-X-78 se publicó una carta de J. L. Salillas en torno al ajedrez y su politización, que creo merece unas puntualizaciones.Como el señor Salillas, también soy de la opinión de que en el ajedrez (y en otros muchos campos teóricamente asépticos desde el punto de vista político) el apoliticismo ha sido desterrado, y ho hoy, ni en el match de 1972 Spassky-Fischer, sino mucho antes, como el señor Salillas expone.

No obstante coincidir con esta apreciación general, creo que en su carta late una beligerancia hacia todo aquello que atente contra la comunidad ajedrecística soviéti...

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En EL PAÍS de 31-X-78 se publicó una carta de J. L. Salillas en torno al ajedrez y su politización, que creo merece unas puntualizaciones.Como el señor Salillas, también soy de la opinión de que en el ajedrez (y en otros muchos campos teóricamente asépticos desde el punto de vista político) el apoliticismo ha sido desterrado, y ho hoy, ni en el match de 1972 Spassky-Fischer, sino mucho antes, como el señor Salillas expone.

No obstante coincidir con esta apreciación general, creo que en su carta late una beligerancia hacia todo aquello que atente contra la comunidad ajedrecística soviética oficial, que el señor Salillas identifica con la comunidad ajedrecística mundial.

Si bien la escuela soviética, por cantidad y calidad, es el más alto exponente actual del ajedrez, no hemos de olvidar que los métodos utilizados para imponer su supremacía no han sido, a veces, muy ortodoxos, y lo que ha pasado es que, por su peso en el concierto internacional, ha impuesto sus criterios, obligando a los demás a pasar por el aro.

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Argüir que Fischer no se atrevió a enfrentarse a Karpov es mucho suponer, sobre todo si tenemos en cuenta que, previamente, había indicado que defendería el título sólo si se jugaba sin límite de partidas, sin contabilizar las tablas y a diez victorias (no como el sistema utilizado en los anteriores campeonatos, en que el campeón retenía el título con sólo hacer tablas en cada partida). Al no ser aceptada su propuesta, Fischer renunció a defender el título y lo perdió.

Hasta aquí los hechos. La suposición del miedo me parece muy arriesgada sabiendo cómo es Fischer, que en 1972 mantuvo su oposición a las cámaras de TV hasta el punto de no presentarse a la segunda partida, lo que puso el marcador en 2-0 favorable a Spassky. ¿Hubiera seguido perdiendo partidas por incomparecencia de no atenderse su petición? Lo único que podemos decir es que se mantuvo firme en su postura. Por todo ello no tenemos motivos para pensar que no fueran ciertos sus argumentos para no defender el título en 1975 y, en cambio, sí podemos preguntarnos ¿por qué no se adoptó la modalidad propuesta por Fischer y, en cambio, ahora se ha llevado a la práctica en casi todos los puntos?

Respecto a los procedimientos éticos, todos tienen que callar, porque el ya famoso psicólogo Zuckhar es evidente que influye en Korchnoi, como confiesa en su autobiografía (publicada antes del match de Baguio), aunque sea un problema de autosugestión. Pues bien, cuando se llegó al 5-5, la delegación soviética instaló a Zuckhar en la fila cinco del patio de butacas. ¿Por qué? Quizá para evitar la ruptura de la comunidad ajedrecística mundial.

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