Editorial:

El paraíso perdido

LA NOTA de réplica dada por RTVE, monopolio estatal controlado por el Gobierno a través del señor Arias-Salgado (Fernando), al editorial publicado por EL PAÍS el pasado martes sobre la inverosímil y abusiva utilización de la televisión -pagada por todos los españoles- en beneficio de UCD y del señor Suárez, y las manifestaciones paralelas del señor Arias-Salgado (Rafael), secretario general del partido del Gobierno, en apoyo de sujefe y de su hermano, son dos síntomas desoladores. Las esperanzas depositadas en la renovación democrática de la derecha española descansan, en buena parte, en la co...

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LA NOTA de réplica dada por RTVE, monopolio estatal controlado por el Gobierno a través del señor Arias-Salgado (Fernando), al editorial publicado por EL PAÍS el pasado martes sobre la inverosímil y abusiva utilización de la televisión -pagada por todos los españoles- en beneficio de UCD y del señor Suárez, y las manifestaciones paralelas del señor Arias-Salgado (Rafael), secretario general del partido del Gobierno, en apoyo de sujefe y de su hermano, son dos síntomas desoladores. Las esperanzas depositadas en la renovación democrática de la derecha española descansan, en buena parte, en la confianza de que las nuevas generaciones de políticos profesionales que gestionen sus intereses logren alcanzar la capacidad de distanciamiento irónico acerca de la propia imagen, de lucidez reflexiva, de flexibilidad tolerante y de rectificación de errores de la que carecían total y estrepitosamente sus predecesores. No parece, desgraciadamente, que esa sea la tendencia dominante en algunos sectores de UCD.Las explicaciones dadas por RTVE son una reencarnación del arrogante hábito carpetovetónico de sostenerla y no enmendarla, aunque para ello haya que recurrir a argumentaciones entre infantiles y descaradas, que hacen ruborizar de vergüenza ajena a quienes las escuchan, y que producen escalofríos en quienes todavía recuerdan las prepotentes notas de rectificación del franquismo. La nota equipara el tratamiento general dado al congreso de UCD por RTVE con la información suministrada a sus lectores por EL PAÍS y compara el tiempo global dedicado a ese festejo con el consagrado a los congresos del PCE y del PSP; pero pasa como gato sobre ascuas a la hora de explicar el affaire James Dean-Adolfo Suárez (o Elia Kazan-Fernando Arias-Salgado), que era el tema básico de nuestro comentario acerca del ligero desplazamiento geográfico, desde el Este hasta el centro, del mítico Edén.

Cada ciudadano es libre para comprar el periódico que desee y para leer las informaciones y artículos que le vengan en gana, pero no tiene más oferta televisiva que la que le suministra el monopolio gubernamental. Ciertamente, su libre albedrío le permite apagar el televisor cuando se aburre, se indigna o, simplemente, se asquea. Pero la sagacidad de los directivos de RTVE consistió precisamente en endilgar alevosamente el discurso del señor Suárez, sin advertir de antemano su duración, a los espectadores que aguardaban, el sábado por la noche, la transmisión de un clásico del cine contemporáneo y que confiaban en que el cilicio que les era impuesto les transportara sólo durante breves minutos al purgatorio de la retórica y la propaganda. El alud de cartas de protesta contra esa invasión de la intimidad ciudadana que se ha desplomado sobre este periódico demuestra que el sentimiento de indignación ante ese abuso no es minoritario. Por esta razón raya en la mala fe la comparación puramente cuantitativa- que muestra ya en sí misma el injustificado volumen concedido por el señor Arias-Salgado a esa «prima» gubernamental de cuya teoría ahora se desdice- entre el tiempo regalado al congreso de UCD y el espacio otorgado a otros acontecimientos políticos. Los empleados del señor Suárez han provocado torpe e inútilmente la irritación nacional, en una muestra de servil obsecuencia digna de otros tiempos, no tanto por su desmedido manejo del botafumeiro como por la ingenuamente artera instalación de la publicidad gratuita del Gobierno en un espacio anunciado para el esparcimiento de los ciudadanos.

Cabe, sin embargo, otra explicación alternativa, y seguramente peor que la puramente maquiavélica, para entender la cerrada defensa hecha por los hermanos Arias-Salgado de la conducta de Televisión: que realmente se crean que RTVE ha aplicado un «criterio objetivo» homólogo a «los criterios profesionales que otros periódicos y emisoras han mantenido respecto al congreso de UCD y a la intervención del presidente Suárez». Sería descorazonador que unos pocos meses de poder fueran suficientes para que estos recién llegados a su disfrute cortaran los vínculos con la realidad y comenzaran sus soliloquios en habitaciones recubiertas de espejos que sólo reflejan sus propias imágenes. En cualquier caso sería duro tener que optar, como explicación a ese empecinamiento, entre el cinismo y el fanatismo.

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Creemos que ha llegado la hora de que los arcángeles flamígeros, que tan celosamente han guardado, durante el franquismo y durante la transición, las puertas del Edén televisivo, sean sustituidos por simples funcionarios a quienes claramente se les enseña que cobran sus sueldos a cargo de un Presupuesto pagado por todos los españoles y que el Gobierno ni puede ni debe utilizarlos como lacayos para cantar sus glorias. El día en que Televisión Española se convierta en el paraíso perdido para los corruptos, los manipuladores de la información y los persuasores ocultos, será una jornada de fiesta para la democracia española.

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