Cartas al director

Desprecio al consumidor

Con las presentes líneas quisiera llamar su atención y la de sus lectores sobre un punto que creo es fundamental: las garantías del consumidor. Sobre este tema se han escrito, aunque tímidamente, algunas líneas en España, pero aún estamos a una gran distancia de los logros obtenidos en otros países. Por ejemplo, hace algún tiempo, una «huelga» de automovilístas consiguió que el precio de la gasolina súper en los surtidores urbanos más caros de la RFA (Munich, concretamente) volviera a situarse por debajo del marco, es decir, alrededor de los 90-95 cts. ¡Insólito!Salvo algún intento aislado y n...

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Con las presentes líneas quisiera llamar su atención y la de sus lectores sobre un punto que creo es fundamental: las garantías del consumidor. Sobre este tema se han escrito, aunque tímidamente, algunas líneas en España, pero aún estamos a una gran distancia de los logros obtenidos en otros países. Por ejemplo, hace algún tiempo, una «huelga» de automovilístas consiguió que el precio de la gasolina súper en los surtidores urbanos más caros de la RFA (Munich, concretamente) volviera a situarse por debajo del marco, es decir, alrededor de los 90-95 cts. ¡Insólito!Salvo algún intento aislado y no suficientemente apoyado por los propios consumidores y la prensa, como los del señor García-Pablos (¿en qué han quedado los pleitos que ganó a la CTNE?), los grandes poderes económicos nos siguen tomando el pelo -y cobrando por ello- diariamente.

Un ejemplo de lo que digo lo constituye una experiencia propia. Viajando días atrás por la autopista Bilbao-Behovia, inopinadamente, yacían en medio de los dos carriles en dirección a laprimera de las poblaciones citadas un conjunto de cascotes y pedruscos, cuya procedencia ignoro, y que al no poder evitar pasar por encima suyo me abollaron la llanta delantera izquierda con el consiguiente pellizco en la cubierta. Para proseguir viaje hube de lógicamente, cambiar la rueda. Di aviso de este incidente en el peaje y el empleado me miró como si hablara, por lo menos, tágalo. Se encogió de hombros y, eso sí, cobró 315 pesetas de peaje. Habiéndome informado posteriormente, se me ha dicho que el conductor, usuario y pagano de la autopista,viaja por «su cuenta y riesgo». Eso, desde luego, está bien, para los accidentes debidos a. impericia del viajero, pero qué hay de los debidos a desatención manifiesta por parte de la empresa concesionario y cobrante. Una interpretación técnicamente ajustada de esa cláusula, por muy contrato de adhesión que la utilización mediante peaje constituya, no puede nunca llegar a esa conclusión. ¿Entonces, por qué se da la callada por respuesta? Sencillamente, porque el consumidor -y no se olvide que es quien paga- carece de fuerza. Si se constituyeran asociaciones de consumidores por ramas de uso no habría corporación que no accediera voluntaria o judicialmente a las justas demandas, reivindicaciones y reciamaciones de los usuarios.

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