Cartas al director

El tren como aventura

El pasado día 30 de septiembre me presenté en la estación de Burgos, sobre las 18.30, para realizar un viaje hasta Sahagún, con transbordo en Venta de Baños, ya que los únicos trenes directos son por la noche.Mi primer paso fue dirigirme al servicio de información, del que únicamente pude obtener unas hojas editadas por una entidad local de ahorro, ya que dicho. servicio carece de personal desde hace medio año. Dado que en dichas hojas no aparecía la combinación que tenía previsto utilizar, me dirigí a las taquillas, donde dijeron desconocer la existencia de dicha combinación. Como su obligaci...

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El pasado día 30 de septiembre me presenté en la estación de Burgos, sobre las 18.30, para realizar un viaje hasta Sahagún, con transbordo en Venta de Baños, ya que los únicos trenes directos son por la noche.Mi primer paso fue dirigirme al servicio de información, del que únicamente pude obtener unas hojas editadas por una entidad local de ahorro, ya que dicho. servicio carece de personal desde hace medio año. Dado que en dichas hojas no aparecía la combinación que tenía previsto utilizar, me dirigí a las taquillas, donde dijeron desconocer la existencia de dicha combinación. Como su obligación no es informar, sino expender billetes, solicité una guía de Renfe, pues tenía la certeza de que existía. La única guía que poseían no estaba en vigor, y al preguntar dónde podía pedir una actualizada contestaron que en el servicio de información, que, como ya he dicho, no existe. Hice uso de la que me habían ofrecido para obtener el teléfono de información de Valladolid. La respuesta a mi llamada fue que, efectivamente, disponía de más de veinte minutos entre la llegada de mi tren y la salida del tranvía Valladolid-León, que pretendía coger. Por supuesto, la llamada fue a base de introducir duros en una cabina.

En este momento ya habían transcurrido diez minutos desde mi llegada a la estación, y pese a faltar otros diez para la salida del tren todavía no estaba decidido a sacar billete, pues me faltaba un segundo paso, que era averiguar la hora real de salida, ya que, aunque el tren nacía en Burgos, tenía que esperar al Talgo de Irún y Bilbao. Para lograr mi objetivo, traspasé la puerta del servicio de circulación, pese al cartel de la puerta que prohibía el paso.

El diálogo que entablé con un empleado fue el siguiente:

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Pregunta. ¿A qué hora va a salir el tren para Venta de Baños?

Respuesta. A la hora.

P. ¿Pero no tiene que esperar al Talgo? Porque si es así, para salir a la hora ya tenía que estar llegando el Talgo.

R. Bueno, serán sólo diez minutos de retraso.

P. Es que tengo que coger en Venta de Baños el tren de León, y sólo dispongo de veinte minutos.

R. No se preocupe, que ese tren espera a que llegue éste.

Ante semejante respuesta fui inmediatamente a sacar mi billete, ya que no podía tener más garantías: diez minutos de retraso, me dejaban otros tantos para enlace, y si ocurriese algo el tren esperaría.

Lo que ocurrió fue que el Talgo venía con veinte minutos de retraso, que en el recorrido hasta Venta de Baños paramos en dos ocasiones, una justificada por un grave accidente ocurrido la noche anterior, y la otra sin justificación posible, pero según un empleado de la estación de Venta de Baños, el maquinista puede parar siempre que se le ponga en las narices (no empleó esta palabra, pero sigue siendo par). Total, que cuando entrábamos en la estación el otro tren ya salía, y lo que hubiera sido un viaje de dos horas largas lo fue de casi cinco horas por dos cosas: una, la necesidad de quedar bien con el viajero, aunque sea engañándole; y otra, la falta de espíritu de servicio de algunos empleados, que creen que su obligación no va más allá de que circulen los trenes (casi siempre mal), sin tener en cuenta para nada a los viajeros.

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