Cartas al director

La nobleza de Umbral

Con cierto retraso me entero, aquí, en Santiago de Chile, que EL PAÍS, en su edición del día 22 de septiembre último, asegura, de la mano de Francisco Umbral, una hipotética intervención mía para la suspensión de una obra de teatro en España. A mi lógica sorpresa (llevo cerca de tres meses en Chile por motivos familiares) se añade una duda: la credibilidad de un diario tan prestigioso como EL PAÍS.Aclaro que desconozco personalmente al señor Umbral, y dudo que él me conozca. Todas sus especulaciones mentales en base a que «la señora de Fanjul... haya ido distraídamente al teatro del Príncipe.....

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Con cierto retraso me entero, aquí, en Santiago de Chile, que EL PAÍS, en su edición del día 22 de septiembre último, asegura, de la mano de Francisco Umbral, una hipotética intervención mía para la suspensión de una obra de teatro en España. A mi lógica sorpresa (llevo cerca de tres meses en Chile por motivos familiares) se añade una duda: la credibilidad de un diario tan prestigioso como EL PAÍS.Aclaro que desconozco personalmente al señor Umbral, y dudo que él me conozca. Todas sus especulaciones mentales en base a que «la señora de Fanjul... haya ido distraídamente al teatro del Príncipe... » carecen de la más mínima fiabilidad, ya que, como he dicho, me encontraba a más de 7.000 imillas de distancia. Desconozco la obra de teatro a la que alude el señor Umbral, pero sin duda debe tratarse de la que en la página veintiuna del mismo diario se especifica que la fiscalía no ordenó su suspensión. Tal divergencia de criterios obliga a pensar que EL PAÓS o el señor Umbral estarían, cuando menos, equivocados. La imaginación del señor Umbral le permite desarrollar la tendenciosa teoría de que mi imposible presencia en el teatro habría podido influir en la fiscalía del Reino. Adentrado en el terreno de la creatividad literaria, y partiendo de una primera premisa falsa, puede el señor Umbral desarrollar cualquier argumento. Sólo cabe replicarle que es mentira, y que «cuando creó palomas no debía haber creado gavilanes», como diría Rubén (del cual no tiene la exclusiva el señor Umbral y que, por cierto, publicó aquí, en Valparaíso, su primer Azul).

He intentado analizar las motivaciones del señor Umbral para armar toda una teoría falsa partiendo de una -llamémosle piadosamente- ingenua desinformación. Sólo he conseguido encontrar la clave en el título genérico de su sección: Diario de un Snob. Se decía en Inglaterra que eran los snobs aquellos que aparentaban tener nobleza sin poseer títulos («sine nobilitate»,_cuya abreviatura latina era S. nob., sin nobleza). Cuando un escritor hace suyo el lema de la carencia de nobleza, es que renuncia a la auténtica nobleza de su profesión: la verdad. Sola mente como frívolo y desinforma do diario innoble se pueden en tender, que no justificar, las «no verdades» del señor Umbral En EL PAÍS pudieran resultar nocivas. Mermarían credibilidad al resto del diario, por otra parte tan reputado.

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