Reportaje:

Venezuela veinte años de ininterrumpida estabilidad democrática

Los veinte años de ininterrumpida estabilidad democrática que Venezuela ha recorrido confieren a este país una autoridad política en el continente y en el mundo poco común. El caso venezolano resulta insólito en Latinoamérica, donde casi ninguna nación se salva de la triste experiencia de los golpes de Estado, contragolpes y dictaduras. Tan sólo Colombia y Costa Rica acompañan a Venezuela en la lista de regímenes estables.La política aquí es cosa de todos, como se observa en los bajísimos niveles de abstención en las elecciones, en la concurrencia a los mítines que organizan los partidos polít...

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Los veinte años de ininterrumpida estabilidad democrática que Venezuela ha recorrido confieren a este país una autoridad política en el continente y en el mundo poco común. El caso venezolano resulta insólito en Latinoamérica, donde casi ninguna nación se salva de la triste experiencia de los golpes de Estado, contragolpes y dictaduras. Tan sólo Colombia y Costa Rica acompañan a Venezuela en la lista de regímenes estables.La política aquí es cosa de todos, como se observa en los bajísimos niveles de abstención en las elecciones, en la concurrencia a los mítines que organizan los partidos políticos, en los medios de comunicación o en las conversaciones de café. Los venezolanos siguen con idéntica pasión los resultados de los torneos de base-ball, el deporte nacional, que las polémicas entre los dirigentes de los principales partidos.

Año electoral

El año 1978 es excepcional para observar de cerca, el proceso político de Venezuela: es año electoral. El 3 de diciembre más de cinco millones de electores decidirán el nombre del nuevo presidente de la República.Los partidos políticos llevan un año en campaña electoral, que alcanzará su cénit en estos tres meses que quedan hasta la fecha de la consulta.

Desde la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, dos grandes partidos se han repartido la hegemonía de la conducción del país: Acción Democrática y el partido socialcristiano COPEI.

Alrededor de estas dos grandes formulaciones gira básicamente la actividad política venezolana. El resto de los partidos juega un papel de. mucha menor trascendencia. No puede hablarse, pues, de bipartidismo, pero sí de polarización.

Acción Democrática es un partido de difícil clasificación ideológica. De siempre ha coqueteado con la Internacional Socialista, organización a la que pertenece como miembro observador, pero nunca ha habido en sus planteamientos el menor asomo de marxismo. Es un grupo progresista, sí, autor de nacionalizaciones, y estatalizaciones importantes, como la del petróleo o el hierro, y claramente democrático, pero no se le podría encasillar ni siquiera como partido de centro-izquierda.

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Si se juzga la historia reciente de Venezuela, es preciso reconocer que la mayoría de los venezolanos son "adecos», como se nombra a los militantes o simpatizantes de Acción Democrática.

El país ha tenido tres presidentes de este partido. Rómulo Betancourt (1958-1964), Raúl Leoni (1964-1969) y Carlos Andrés Pérez (1974-1979), y uno solo del partido socialcristiano: Rafael Caldera, que gobernó entre 1969 y 1974. Los cálculos de Acción Democrática señalan más de un millón de militantes en el partido, a pesar de, que en los últimos años ha perdido simpatías en determinados sectores de la sociedad venezolana. Los jóvenes, sobre todo, han buscado en los partidos de izquierda (surgidos, en muchos casos, de escisiones de Acción Democrática) mejores respuestas a sus planteamientos políticos.

El partido socialcristiano, cuyos simpatizantes son conocidos como «copeyanos», sí tiene una alineación más definida con otros esquemas occidentales: es, claramente, un partido democratacristiano, y su participación en los organismos internacionales de dicha tendencia ideológica es más activa y directa. Sus filas están nutridas por la clase media y alta, aunque en la presente campaña electoral traten de atraerse votos de las clases marginadas por medio de la denuncia de los errores cometidos por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez.

Panorama a la izquierda

En el espectro de la izquierda, los partidos que más han progresado en los últimos años han sido el Movimiento al Socialismo (MAS) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El primero es el producto de una escisión del Partido Comunista en la búsqueda de un socialismo nacional. El MAS es el «más genuino representante del "americanismo" en Venezuela». El MIR, por su lado, surgió del seno de Acción Democrática como una respuesta al «derechismo» del partido.Junto a ellos, el Partido Comunista apenas tiene trascendencia en Venezuela. Conserva desde sus orígenes una ortodoxia moscovita inquebrantable, y tiene cuadros intelectualmente muy valiosos, pero escasos respaldos populares.

El Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), de centro izquierda, es otra escisión de Acción Democrática. La URD (Unión Republicana Democrática) es un grupo «independiente », que casi nunca se presenta solo en las elecciones y que suele buscar alianzas con alguno de los dos grandes grupos en liza. Por último, la Cruzada Cívica Nacionalista recoge la ideología del «perezjimenismo».

Pronósticos imprecisos

¿Quien ganará las elecciones? Esta es la pregunta que se hace la mayoría de los venezolanos y de los observadores extranjeros, y a la que casi nadie se atreve a dar respuesta categórica.Una de las razones de la indecisión es la falta de carisma de los principales candidatos y la pobreza ideológica de sus respectivas campañas. En las elecciones anteriores, la sorprendente figura de Carlos Andrés Pérez, que resultó un fenómeno sin precedentes, arrastró las simpatías del electorado de manera casi magnética. En las presentes ni Luis Pinerua, candidato de Acción Democrática, ni Luis Herrera, postulado por COPEI, parecen conseguir ni siquiera parecidos apoyos.

Hay un dato, no obstante, que permite arriesgarse a una predicción: la gran diferencia de «maquinaria» política que existe entre Acción Democrática y COPEI, en favor del primero de los grupos. El partido blanco (ese es el color de la tarjeta de votación) tiene una infraestructura de alcance nacional mucho más extendida que la de su opositor; dispone, además, de medios materiales mucho más cuantiosos y, de alguna manera, utiliza a su favor los medios de comunicación del Estado. No hay que olvidar que Acción Democrática es actualmente el partido en el poder y que, aunque Carlos Andrés Pérez ha tratado de mantener el principio de independencia de no intervención en la pugna electoral, la simple publicidad que hace el gobierno de sus obras durante los cinco años de mandato es ya, en cierta medida, propaganda electoral.

Las encuestas (tan poco fiables aquí como en cualquier parte del mundo) sitúan de todos modos a Luis Pinerua en el primer lugar de las preferencias electorales de los venezolanos. A corta distancia le sigue Luis Herrera, y muy detrás el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), José Vicente Rangel. La izquierda trató de agruparse y presentar una alianza común capaz de romper la polarización existente en el electorado entre AD y COPEI, sin resultados positivos.

Uno de los fenómenos que, más resaltan en el presente panorama político de Venezuela (inevitable mente marcado por la proximidad de las elecciones), es el rápido ascenso de un candidato «independiente» a la presidencia. Diego Arría, íntimo amigo de Carlos Andrés Pérez, dirigente de la campaña electoral que le llevó al poder y ex ministro de Información y Turismo, ha roto con su imagen kennediana las estructuras tradicionales de las campañas de los dos grandes partidos. Arría (un hombre de cuarenta años que admira a Adolfo Suárez como político) ha recogido, aunque él lo niegue, gran parte de la herencia política que dejó el fallecido Renny Ottolina, quien consiguió comunicar «otro» mensaje electoral a los venezolanos, y su candidatura ya figura en las encuestas en cuarto lugar. Los expertos aseguran que bien podría incluso, en estos últimos meses, rebasar al MAS y colocarse en el tercer puesto de la liza electoral, inmediatamente detrás de los dos grandes.

De esta candidatura lo que realmente sorprende es la audacia y abundancia de los medios utilizados. La gente se pregunta de donde saca el dinero este joven político, teóricamente sin el respaldo de ningún gran grupo político y económico, para pagar su staff, sus constantes desplazamientos por el país y sus costosísimas apariciones por la televisión. Su campaña televisiva es, en opinión de muchos, mucho más eficaz que la de sus dos principales competidores. Los venezolanos discuten con ardor, sobre todo en estos días, los aciertos o los errores del Gobierno del presidente Pérez en la política interior. Pero casi nadie pone en cuestión los éxitos de Pérez en materia de política internacional. Durante los años de su gestión, Venezuela ha pasado de ser un país prácticamente desconocido a jugar un rol muy importante en asuntos latinoamericanos del Tercer Mundo.

Portavoz del Tercer Mundo

Desde el foro de la OPEP Venezuela ha tratado de ser el portavoz de la necesidad que tienen los países desarrollados de un trato más justo por parte de las grandes potencias.En Latinoamérica sorprende la audacia de las acciones tomadas por el Gobierno de Pérez ante hechos concretos. Ferviente enemigo de las dictaduras militares el presidente de Venezuela no duda en encabezar acciones cada vez que surge un nuevo peligro dictatorial. En el caso de la República Dominicana, cuando los militares interrumpieron el proceso de recuento de los votos que daban la victoria al partido de la oposición, la intervención de Venezuela fue, junto con la norteamericana, decisiva. En el caso de Nicaragua, Pérez no pierde ocasión de condenar la dictadura somocista y su Gobierno (probablemente influido por Estados Unidos) ha tomado la iniciativa de pedir que la Organización de Estados Americanos intervenga en el asunto.

Firme aliado de Estados Unidos

Venezuela es hoy el más firme aliado norteamericano en Latinoamérica. Carter y Pérez se profesan amistad personal y la actitud del presidente venezolano fue una ayuda impagable en la solución del problema de los nuevos tratados del canal de Panamá. De la misma forma, Pérez es un fiel, seguidor de la política de derechos humanos inaugurada por la Administración de Jimmy Carter.

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