Cartas al director

Más sobre las manipulaciones en TVE

El señor Ysart -cuya vida se sabe- ha perdido una excelente ocasión para mantener la boca cerrada. El señor Ysart, consejero del vicepresidente económico Abril Martorell, con rango -y sueldo- de director general, arremete en EL PAÍS del pasado domingo contra Pilar Miró, contra Guillermo Galeote, secretario de propaganda del PSOE, y contra los socialistas «al acecho de los pasillos de TVE» (sic), irritado, sin duda, por la enérgica y, en este caso, eficaz intervención de los socialistas de Prado del Rey -«al acecho de los pasillos, etcétera...»- para reintegrar a los distintos espacios del prog...

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El señor Ysart -cuya vida se sabe- ha perdido una excelente ocasión para mantener la boca cerrada. El señor Ysart, consejero del vicepresidente económico Abril Martorell, con rango -y sueldo- de director general, arremete en EL PAÍS del pasado domingo contra Pilar Miró, contra Guillermo Galeote, secretario de propaganda del PSOE, y contra los socialistas «al acecho de los pasillos de TVE» (sic), irritado, sin duda, por la enérgica y, en este caso, eficaz intervención de los socialistas de Prado del Rey -«al acecho de los pasillos, etcétera...»- para reintegrar a los distintos espacios del programa «Diálogos constitucionales», aquellas intervenciones de los diputados del PSOE que el señor Ysart había «profesionalmente». mutilado en el montaje previo.En todo caso, las irritaciones del señor Ysart -al que cabe suponer severa y justamente amonestado por su patrón- no ponen en cuestión las siguientes evidencias:

1. Hubo manipulación de los programas, y no simple «eliminación de las reiteraciones existentes y cuestiones marginales» -como el señor Ysart afirma (salvo en el caso del joven diputado de UCD Oscar Alzaga, cuyas palabras fueron sometidas a una delicada operación de maquillaje electrónico, a fin de eliminar la innumerable catarata de «latiguillos» que ornamentaban su intervención). Naturalmente, señor Ysart, hay testigos.

2. La manipulación se llevó a cabo con un claro sentido partidista. Por vía de ejemplo: en las cintas montadas se había eliminado sistemáticamente toda referencia socialista a la solidaridad entre las nacionalidades como condición inseparable del proceso autonómico, primando así las intervenciones de UCD con la exclusiva del concepto.

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3. Dice el señor Ysart: «El montaje de un espacio es una competencia profesional de la que sus responsables no pueden abdicar.» Muy bien, señor Ysart, por este alarde de profesionalidad pura que usted ha sabido hacer tan inequívocamente compatible con el disfrute de una alta asesoría en UCD. Ocurre, sin embargo, que, Ordenanza Laboral de RTVE en mano, la competencia profesional del montaje corresponde al realizador; y al realizador, en este caso, no le cupo otro papel que el de pasivo espectador de los entusiastas tijeretazos del señor Ysart y del señor Buhigas -este último sin ninguna relación directa con el programa-, ocasionales y aplicados aprendices, ambos, de montaje.

4. Desde luego la comparación con un hipotético casó similar extensible a la primera plana de EL PAÍS no puede ser más desdichada: en EL PAÍS cabe el derecho de réplica; en RTVE, no. El grado de fiabilidad de las actitudes objetivas de EL PAÍS es alto; el de RTVE, en general, y el del señor Ysart, en particular, muy bajo.

5. En RTVE hay -sigue habiendo- censura. No oficial, efectivamente, sino encubierta (circunstancia esta última que parece bastar para adormecer los escrúpulos profesionales del señor Ysart). Pero hay censura. Que les pregunten, si no, a los responsables de «Yo canto», «La semana», «Escuela de salud», etcétera. Aludimos como «nuevos censores», o calificar nuestra intervención de «censura paralela» es, cuando menos, una impropiedad lingüística. Rehacer la integridad de un texto -que no otra cosa hemos hecho- es, exactamente, lo contrario de censurar. Si cabe calificarnos de algo sería, precisamente, de «contracensores paralelos». Y de eso estamos muy orgullosos.

6. El señor Ysart arremete en su carta contra dos personas en especial: Juan Rodríguez -«... amparados tal vez en la debilidad de un responsable circunstancial de TVE»- y Pilar Miró. Del primero, que asumió la responsabilidad de autorizar la reintegración de los párrafos suprimidos, con el consentimiento expreso -no lo olvide, señor Ysart- del subdirector general de RTVE, señor Ezcurra, no cabe sino elogiar su honestidad profesional; confiemos en que, por aquello de la virtud castigada -que diría el divino Marqués-, no le ocurra nada malo. En cuanto a Pilar Miró, blanco favorito de las iras del señor Ysart, conviene aclarar que su intervención fue fruto de una decisión colectiva, voluntariamente aceptada por esta realizadora -del PSOE, sí-, del mismo modo que podía haber sido llevada a cabo por cualquier otro realizador de la casa mínimamente demócrata, socialista o no.

Para terminar, una mínima reflexión política: estas historias de televisión seguirán repitiéndose mientras la democracia no llegue a los pasillos, a los estudios y a los despachos -sobre todo a los despachos- de Prado del Rey. Mientras esto no ocurra, mientras RTVE no sea devuelta a los ciudadanos que la pagan y la sufren, mientras no exista un auténtico control democrático del medio y mientras no haya un estatuto de RTVE, debatido y aprobado por las Cortes -y ahí están UCD y su Gobierno dando la callada por respuesta a lo que ya es exigencia unánime de todos los partidos políticos, de toda la opinión pública y de todos los trabajadores y profesionales de RTVE-, los Ysart y compañía, en nombre de una neutralidad profesional, que ni existe ni practican, seguirán impunemente campando por sus respetos y, encima, con arrogancia.

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