Tribuna:

Renovarse o morir

El festival de Canet ha sido uno de los grandes focos de resistencia cultural y nacional que se dieron durante el franquismo.Hace sólo unos años tuvo lugar en el mismo Pla d'en Sala otro festival paralelo: el Canet, Rock. Mientras en el de canco la politización -sembraba el campo de banderas rojas y señeras, en el de rock el rojo había sido sustituido por el negro. Eran dos visiones diferentes del hecho estético que respondían a necesidades de liberación individuales y colectivas, políticas y culturales que el mismo régimen se había encargado de separar en ghettos distantes.

Sin ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El festival de Canet ha sido uno de los grandes focos de resistencia cultural y nacional que se dieron durante el franquismo.Hace sólo unos años tuvo lugar en el mismo Pla d'en Sala otro festival paralelo: el Canet, Rock. Mientras en el de canco la politización -sembraba el campo de banderas rojas y señeras, en el de rock el rojo había sido sustituido por el negro. Eran dos visiones diferentes del hecho estético que respondían a necesidades de liberación individuales y colectivas, políticas y culturales que el mismo régimen se había encargado de separar en ghettos distantes.

Sin embargo, la canco, que había nacido como una frustración colectiva, resumen y consecuencia de las frustraciones individuales, no ha sabido en demasiados casos pasar de la denuncia intelectual de lo genérico al rechazo emocional de la opresión de la persona.

Más información

Ocurre por ello que el festival de Canet, ex posición de lo que se presume la actualidad de esa misma canco, cada vez es más una parodia de sí mismo. Mientras el público va a realizar su fiesta, es obvio que muchos cantantes no son capaces de asumir una respuesta muy distinta de aquella casi litúrgica a la que todos estamos acostumbrados. Y no es que la canco (su con cepto) haya muerto. No es que sean incompatibles la juerga y la denuncia, las posturas políticas o las reivindicaciones nacionales y la espontaneidad de la gente. Y no lo son porque el público siente ambas, porque todos están en un mismo talego del que al parecer no existe escapatoria. No, quienes enfrentan el juego y la lucha son aquellos que no han sabido entender el cambio, el mero transcurso del tiempo. Son quienes no saben o no pueden responder a las expectativas de quienes quieren asumir un papel cada vez más activo. Pero solucionarlo no es la sola responsabilidad de un artista, de un cantante, sino de cuantos le escuchan, de cuantos le critican, de cuantos en uno u otro momento han comprendido que en la música se encierran inquietudes, decepciones y esperanzas en la búsqueda de una comunidad de individuos libres.

Archivado En