Cartas al director

Los «amigos» de las bibliotecas

Encontrar un amigo es encontrar un tesoro. Creo que el sentimiento de amistad es uno de los más exaltados a través de los tiempos, incluso a veces por encima del amor, entendiendo que la sublimación del amor desinteresado es precisamente eso: la amistad.Pero también conocemos que cuando se dice de una persona que es «amiga de lo ajeno» no le damos ese sentido, precisamente.

Esto nos llena de perplejidad y nos plantea una interrogante ante los planes, proyectos y realizaciones que forman el meollo de la recién fundada Asociación de Amigos de las Bibliotecas. ¿Realmente...

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Encontrar un amigo es encontrar un tesoro. Creo que el sentimiento de amistad es uno de los más exaltados a través de los tiempos, incluso a veces por encima del amor, entendiendo que la sublimación del amor desinteresado es precisamente eso: la amistad.Pero también conocemos que cuando se dice de una persona que es «amiga de lo ajeno» no le damos ese sentido, precisamente.

Esto nos llena de perplejidad y nos plantea una interrogante ante los planes, proyectos y realizaciones que forman el meollo de la recién fundada Asociación de Amigos de las Bibliotecas. ¿Realmente los promotores se sienten amigos de las bibliotecas o están tratando de inventarlas?

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Pensamos, cándidamente, y creemos que así lo han interpretado el 90 % de los adheridos a la asociación -a los que respetamos profundamente por su buena feque iban a potenciar las instituciones creadas y establecidas, a las que la Administración ha dejado tradicionalmeilte punto menos que en el torno de la inclusa, pero resulta que no, que lo que van a hacer es dar un empujoncito a estas instituciones para, una vez defenestradas, erigirse los amigos en los auténticos amantes de los libros y las bibliotecas. Nada de profesionales; lo que nos hacen falta son aficionados. Van a organizar todo lo que está ya organizado, pero distinto. Van incluso a enseñar a los futuros bibliotecarios a todos los niveles. Vivir para ver. Y para leer.

Nuestros amigos entraron con la mejor de sus sonrisas a la casa de los bibliotecarios para darles, sin perder su aspecto bondadoso, una buena patada en la espinilla por debajo de la mesa de la merienda.

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