La Constitución, guillotinada

«En cada plaza Mayor, con sus soportales, sus blasones y sus aleros de piedra, un enlucido de yeso proclamaba ostentoso: "Plaza de la Constitución".. Sentenciando sobre el hecho, decía Gautier "Una Constitución sobre España es un revoco de yeso sobre granito."Todos somos conscientes de que el período de transición política en el que nos encontramos no puede prolongarse indefinidamente. N ecesitamos contar con un texto constitucional acomodado a la nueva etapa histórica en que vivimos. Pero esa. Constitución ha de ser un sólido sillar sobre el que se asiente la arquitectura del Estado y no un e...

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«En cada plaza Mayor, con sus soportales, sus blasones y sus aleros de piedra, un enlucido de yeso proclamaba ostentoso: "Plaza de la Constitución".. Sentenciando sobre el hecho, decía Gautier "Una Constitución sobre España es un revoco de yeso sobre granito."Todos somos conscientes de que el período de transición política en el que nos encontramos no puede prolongarse indefinidamente. N ecesitamos contar con un texto constitucional acomodado a la nueva etapa histórica en que vivimos. Pero esa. Constitución ha de ser un sólido sillar sobre el que se asiente la arquitectura del Estado y no un endeble- revoco de veso.

"Les hores de la Historia -dijo Cambó- no tenen totes seixanta minuts: hi ha hores que tenen un segle i hi ha segles que quasi passen sense rastre." En la vida de los pueblos surgen, efectivamente, de tarde en tarde horas excepcionales en las que se decide su suerte para mucho tiempo. Hoy nos hallamos en una de ellas: en la hora de configurar nuestro futuro y de plasmarlo en un texto constitucional.

La Constitución no es una ley cualquiera susceptible de ser derogada por otra posterior al compás del incesante cambio de las circunstancias sociales, políticas y económicas. Una Constitución no se promulga todos los días y su modificación exige garantías excepcionales, como son una mayoría cualificada en las Cortes y el ulterior referéndum popular. La Constitución ha de aspirar a una larga vigencia. Para alcanzarla ha de ser una Constitución en la que quepamos todos, que refleje nuestro común denominador, que no esté redactada con espíritu revanchista, sino con ánimo sosegado y extinguidos los odios que un día nos dividieron encarnizadamente.

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Desgraciadamente, los debates constitucionales sufrieron un colapso en la tarde del 23 de mayo. Porque previamente, fuera de las Cortes, se había llegado cerca de las tres de la madrugada a un pacto entre la UCD y el PSOE por virtud del cual se aprobarían en una sola sesión veintisicte artículos relativos a las materias más trascendentales: la enseñanza, el matrimonio, la familia, la sindl.cación, la empresa, etcétera.

Los diputados de los grupos parlamentarios que se adhirieron al pacto fueron compelidos, por disciplina de partido, a retirar vergonzantemen te todas sus enmiendas. Sólo quedaron en pie las de Alianza Popular. Pero se les aplicó im placa bleme nte la guillotina. El texto pactado extramuros del salón de sesiones era tabú y no se admitió que se alterara ni una sola coma.

De este modo se ha prestado un flaco servicio al Parlamento. Las Cortes han de ser la institución de la transparencia política. Los españoles tienen derecho a seguir paso a paso la tramitación de las leyes, sobre todo si se trata de la Constitución. Tienen derecho a conocer los argumentosy las razones en virtud de las cuales se aprueban cada uno de sus artículos. Tienen derecho a un debate público, con «luz y taquígrafos» como quería Antonio Maura.

Si el procedimiento de la guillotina es siempre odioso, mucho más resulta serlo cuando se aplica a la Constitución, incompatible con cualquier género de maniobras que falsifiquen o destruyan el juego limpio de los debates públicos en el salón de sesiones.»

28 mayo

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